Canibalismo criollo en un puzzle grotesco para sobrevivir
Surinam es un interesante texto Víctor Edgardo Chacón, en el que un grupo de seres lucha por salvarse
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★★★ Dramaturgia y dirección: Víctor Edgardo Chacón. Intérpretes: Manuel de la Serna, Antonella Del Valle Piersanti, Sathya Dematti, Rocío Celeste Fernández, Javier Grinstein y Lucas Ranzani. Vestuario: Renata Montalbano. Escenografía: Flou Gangoiti. Luces: Diego Todorovich. Sala: Nün, Ramírez de Velazco 419. Funciones: domingos, a las 20 (pasado mañana, a las 21). Duración: 65 minutos.
En la trastienda de los circos criollos pasan cosas. Fuera de foco, en el reverso de la fachada, se cuecen tragedias al uso nostro, casi cómicas, casi tristes, grotescas, paradigmas de un sueño con fracaso anunciado. Pospuesta desde abril de 2020 logró, por fin, estrenarse Surinam, de Víctor Chacón (autor y director que trabajó mucho como escenógrafo e iluminador), obra contada en ese patio trasero de la carpa –mesa de camping, alguna silla, valijas disperas, la radio, bomba de agua– desde el que se vislumbra la entrada a la arena del espectáculo. En ese espacio colorido y mortecino a la vez, se encuentran personajes del circo tradicional varados en el medio de la nada. Un payaso y su mono (excelente Sathya Dematti), el forzudo, la bailarina, la contorsionista y el asistente, perdidos en la sabana, sin alimentos, la camioneta rota, ningún ser vivo a la vista y ni la menor idea de cómo llegar a alguna población en Surinam, adonde proyectaban continuar la gira. Desesperados, estos artistas “muertos de hambre” buscan cómo sobrevivir con lo que tienen a mano. Primero caerá el pobre mono al que seguirá el siguiente en la cadena evolutiva y la supervivencia del más apto.
En ese tobogán de negrura absurda y apenas cómica que no se encamina precisamente a la esperanza (¿acaso nuestra etapa fundacional no se inicia, según la crónica de Ulrico Schmidl, en la hambruna y el canibalismo?), no hay sorpresas. La información no está encriptada sino explícita pero desordenada, sólo hay que rearmar las piezas. Es el procedimiento narrativo donde reside el mayor atractivo de Surinam: fragmentos temporalmente mezclados, reiteraciones de escenas en las que siempre se agrega un dato más o una perspectiva distinta, un rompecabezas donde se desnudan de a cachos los vínculos y las motivaciones de estos artistas contrapuestos: los que buscan salvarse cómo sea, el forzudo y la bailarina, y los más idealistas, la contorsionista y el clown (muy buen trabajo de Lucas Ranzani). Hagan apuestas sobre quiénes, si los hay, se salvan.
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