Cande Vetrano: un llanto revelador, su reivindicación de “los tibios” y la dura historia familiar que la acercó al feminismo
La actriz oriunda de Banfield y parte de un ambiente “re familiero” dice a LA NACION que está en un momento de “echar raíces” y entiende “como un exilio” el desarraigo de una de sus hermanas; “La realidad me parece muy cruda y trato de cuidarme de eso”, sostiene
Con una campera puffer animal print que utiliza para protegerse de la garúa que humedece las calles porteñas, Candela Vetrano llega a entrevistarse con LA NACION, se saca el barbijo y expone la sonrisa que le es característica y que todo tiene de espontánea, porque ella es lo que muestra.
Se expresa en esa sonrisa de color rojo también la sensibilidad que marca cada una de sus afirmaciones posteriores: la que la hace ponerse en el lugar del otro y comprender cada argumento -que la lleva, según dice, a ser “tibia” en la política-; con la que presintió que Andrés Gil sería su novio; la que reforzará su compromiso con la lucha en el feminismo; con la que sentirá que el desarraigo de su hermana es “como un exilio”, y la que la obligará a filtrar noticias porque se ve afectada ante una realidad que considera “muy cruda”.
La familia Vetrano y una convicción de la infancia
Nacida y criada en el barrio bonaerense de Banfield, en un ambiente “re familiero” y con una abuela un tanto más fan de ella que el resto -ya que tiene bajo su custodia recuerdos como un zapato suyo cuyo par se perdió-, vivió una infancia que considera “poco convencional”.
“Era una criatura trabajando. En ese momento no era consciente de que era un trabajo, hoy en día me doy cuenta de lo sobreadaptada que estuve”, narra Cande a LA NACION y admite que en la escuela trataba de demostrar que su presencia en las grandes pantallas no la alejaba de la cotidianeidad de los demás. “Soy normal. Estoy en la televisión, pero para mí no es nada”, cuenta que les decía a sus compañeros.
No obstante, a esa fama expresada a tan corta edad la disfrutó. “Hice mucho trabajo para naturalizar eso que veo y digo ‘es fuerte’. Fue muy sano para mí. No me arrepiento, hace que hoy sea muy responsable, que esté en el laburo y haciendo lo que tengo ganas de hacer, que es muy importante”, subraya.
Fue su madre, María Victoria, quien la apoyó en esa firme vocación que tuvo con pocos años de vida transcurridos. “Era muy curiosa y ella me daba las herramientas. Recuerdo una vez mirar Chiquititas, llorar y decir ‘quiero hacer eso’. Me imagino que debe ser muy fuerte alguien tan chiquito con una vocación potente”, dice Cande, que en los albores de su carrera integró, por ejemplo, las filas de la cantera de Cris Morena.
“Los Vetrano” incluyen también a su papá Héctor y a su hermano Facu, que trabajan en la fábrica de la familia, y a las mellizas, Julieta y Paulina, que son artistas. “Son de Leo, tenemos algo muy en común que es nuestra profesión”, cuenta sobre ellas.
Paulina es la que decidió, como otros jóvenes argentinos, emprender el camino hacia el exterior en busca de otro devenir. “A la despedida la viví con mucha melancolía, sentí como un exilio, como una cosa de ‘nos vamos a otro lugar buscando que nos cambie la vida, tener un mejor estilo de vida’. A lo mejor es una experiencia y quizás vuelva, pero me generó una cosita...”, relata Cande en un pasaje de la charla con LA NACION en que abandona sin darse cuenta su tradicional jocosidad para darle paso a ese dolor subyacente. “Hay un montón de gente que se está yendo”, reflexiona.
Andrés Gil: su novio, una premonición y un flechazo
Pese a que ella tiene el sueño de vivir en otro país, ahora está en un momento de “echar raíces” en la Argentina. Fue en el exterior donde conoció a su novio -aunque ambos son de acá- y fue un flechazo. “Con Andrés nos conocimos en Roma. Santi Talledo, un amigo de los dos, fue nuestro celestino. Tenía que ir a Italia a cantar y me dice ‘nos vamos a quedar en la casa de Andrés”, rememora.
Cande ya lo conocía, porque él actuaba en Patito Feo cuando ella estaba en Casi Ángeles. Y había tenido una premonición. “Recuerdo que una vez dije ‘este chico podría ser mi novio’. Rarísimo, lo anticipé en una mesa de chicas”, revela a LA NACION y dice: “Yo me acordaba de eso. Estaba en el avión y de repente digo ‘che, yo dije esto de este chico’”.
Lo que pasó después fue superador. “Estaba abierta a la situación, estaba soltera, y dije ‘bueno, por qué no’. Llegué y él era divino, muy buena onda. En Roma fue mi guía y me reenganché”, comenta sobre un sentimiento que fue mutuo, que los llevó a estar un año a la distancia y a reencontrarse después en Buenos Aires.
“Mi novio es mi diario humano, me pone al tanto de todas las cuestiones. Pensamos muy igual en casi todo y está bueno. Yo vivo medio en mi nube, no de pedos, pero en mi mundo que me hace feliz. Trato de cuidarme, soy mega-sensible, frágil, vulnerable y todo me afecta. Veo videos y todo me pega, la realidad me parece muy cruda y trato de cuidarme de eso. Él me comunica”, exterioriza y asevera que ambos fueron criados de una manera similar, con la “cabeza abierta”.
Durante la pandemia tomaron la decisión de juntarse en una casa a la que Cande le puso su impronta y a la que Andrés -”Pepi”, para ella- le agregó dos cuadros de Diego Maradona. “Siempre fui muy independiente y muy liberal: mis cosas, mis tiempos. Ahora estoy bastante comprometida. Creo que son momentos”, narra Cande en cuanto a vivir junto a su pareja, que entiende que “está buenísimo” y que a ellos los llevó a ser “un equipo”, aunque advierte: “Con la convivencia tiene que haber algo más que amor. Es un trabajo interno de cada uno, una negociación constante”.
Y habla sobre ceder. “Nunca siento que tengo la razón de todo, siempre me gusta escuchar al otro y tratar de entender por qué me está diciendo eso. Tengo un abanico de amigos en creencias políticas y religiosas, de diferentes clases sociales. Eso me hace entender cada situación y me parece que es lo que más quiero como persona”, explica.
“Ser tibia es, para mí, una persona con una cabeza amplia”
Esa autodescripción también la deriva al terreno político y así se posiciona por fuera de la grieta y lo reivindica. “Sería lo que la gente dice ‘tibia’, que para mí es una persona con una cabeza amplia”, asegura y agrega: “Me involucro [en política] muy internamente, en un asado... Tengo mis creencias y soy muy abierta. Entiendo siempre las dos partes, por eso soy mala discutiendo. Estoy diciendo algo, pero ya sé lo que me vas a decir. Entiendo las dos caras de la moneda, para mí todo es así”.
Cande no siente que ese tipo de postura sea solo de ella, sino que la ubica dentro de un mundo en crisis, donde “todo está en jaque”. Dice que le cuesta casarse con algunas cuestiones. “Soy permeable. No puedo ponerme ninguna camiseta, pero de nada. No sabés lo que me costó ponerme la bandana verde”, relata.
Con “la bandana verde” se refiere al pañuelo que fue símbolo de la campaña a favor del aborto legal en la Argentina, una lucha con la que se comprometió y a la que entiende como su primer roce con el feminismo, un movimiento que relaciona a sus ideales, a su manera de ver la vida y a su forma de vivirla.
“Yo soy re apolítica, me fui empapando de la política muy a mi pesar, es algo que no me gusta hablar, que no entiendo y no me interesa. A la vez entiendo que todo es político. Para mí la lucha por el aborto legal fue mi primer acercamiento al feminismo, me di cuenta que era mega-feminista y no lo sabía”, describe.
Esa pertenencia y las charlas en ese marco la llevaron a desempolvar del tiempo que una tía de su abuela había fallecido a los 26 años después de ocho abortos. “Me enteré hablando con mi abuela y ella no sé si estaba a favor o en contra [de la legalización]. De repente me cuenta esa situación y entendí que tenía para mí mucho más sentido. Me pone muy contenta que ya no sea una lucha y que sea algo que ya esté”, asevera.
Ana, el personaje que interpretó en la exitosa novela nacional Argentina, Tierra de Amor y Venganza (ATAV), fue otro factor que la impulsó a la lucha feminista. “Ana era una chica de 17 años que tuvo que ocultar su embarazo, que le hicieron un aborto, le salió mal, le generó una infección que casi se muere... Toda una situación que uno piensa que fue hace un montón, en los 40, y sigue pasando”, narra.
Una de las escenas más fuertes de esa ficción fue el parto solitario que Ana tuvo en una bañera y que Cande preparó con un video de YouTube y un consejo que le dio su entonces compañero y también actor Fernán Mirás. “Yo le decía ‘nunca parí, no soy madre, no entiendo’ y él me dijo algo re lindo: ‘confiá, las mujeres de antes parían sin saber cómo lo hacían, está en tu naturaleza’. Fuerte. Y lo re-disfruté, lo re-viví, estuvo buenísimo. Este personaje me ayudó bastante a entender la lucha del feminismo”, asume.
Segura de que su profesión fue una de las más afectadas por las medidas que el Gobierno impulsó para frenar la escalada de coronavirus, Cande da su opinión sobre las quejas que surgieron de una parte de los actores y las actrices que presionaron para volver a la actividad: “La actuación fue lo primero que cortaron y lo último que volvió. Siento que fue algo muy extraordinario lo que pasó, para mí es muy difícil juzgar a cualquiera, nadie estaba preparado para que pase esto. Fue un despertar para muchos y cambió cuestiones. No siento que la culpa sea de nadie”.
“MasterChef me modificó”
Ella se considera una “beneficiada”, ya que durante la primera parte de este año tuvo trabajo al participar de la segunda edición de MasterChef Celibrity Argentina, donde no solo demostró sus dotes para la cocina y llegó hasta la semifinal, sino que con su carácter se compró tanto a los jurados, como a los televidentes.
“Me cambió la cabeza. MasterChef quedó en mí, me tocó, me modificó”, comenta en cuanto al ciclo que propició sus ganas de competir. “Me sentí como una deportista, el hecho de tener obstáculos y tener que ir cruzándolos. Eso de entender cosas mías y todo el tiempo manejar la frustración, mucha cosa psicológica y mental de ir tratando de superarme”, remarca sobre el programa.
Recuerda también un traspié que tuvo antes de que se iniciara esta producción, cuando se enfermó con coronavirus. “Teníamos clases previas y fue lo peor, probaba y nada tenía gusto”, narra Cande, entre risas, al respecto de una vivencia que terminó con sus vecinos como ayudantes para determinar cuán buenas eran sus producciones culinarias iniciales.
A la pandemia dice que la sufrió desde lo social, que a eso le costó acostumbrarse. “Me pareció un flash todo lo que pasó, me sentí en una guerra, pero en parte siento que pude exprimir ese momento, fue una oportunidad porque no tuve problemas de salud, ni tampoco nadie cercano. De repente encontré un espacio que era mi casa, estar más tranquila, conectada conmigo, leyendo un montón, cosas que uno necesita: estar solo. Y me hizo bien”, entiende Cande.
En una época de tantas fluctuaciones hay algo que reafirma. Que recalca sin titubeos. Que trae desde siempre: “Voy a ser actriz por el resto de mi vida”.