Cachetada innovadora
"Cachetazo de campo", de Federico León. Nuestra opinión: muy buena
Con Paula Ituriz, Jimena Anganuzzi y Germán De Silva. Diseño de luces:Federico Zypce. Dirección:Federico León. Duración:60 minutos. En el Centro Cultural Recoleta (Junín 1930), los sábados y domingos, a las 20 y a las 21.30.
Federico León pertenece a una generación de teatristas que apenas supera los 20 años. Como buena parte de los exponentes de la camada anterior, él asume al hecho teatral de una manera integral. Actor del grupo El Teatro Doméstico (que hasta hace pocas semanas estuvo presentando "El líquido táctil"), el año último estrenó "Cachetazo de campo", espectáculo que está realizando su segunda temporada en el Centro Cultural Recoleta. De la obra, él es el responsable del texto y de la dirección.
El montaje, compuesto por nueve escenas, se inicia con una madre e hija sentadas en medio de la pampa. Inmediatamente comienzan los reproches en un verdadero match cargado de furia y pasión. Ellas habitan un nuevo espacio que les es ajeno: la pampa. En ese cruce de coordenadas se ventilan las particularidades de un lazo parido por el desencuentro.
Ya en la primera escena queda claro:León consigue un fino equilibrio entre el material dramático y el criterio de puesta. El teatrista apunta a un estilo de actuación realista sacado , al borde, al límite.
A lo largo de los sesenta minutos, la trama, centrada en el vínculo madre-hija, también dedica disparatadas escenas y discusiones sobre el arte y el psicoanálisis. Mientras todo esto sucede, los dos personajes centrales se la pasan llorando a moco tendido, chorreando reproches mientras dicen textos que, de tan descarnados, pueden generar hasta una carcajada.
Una especie de hiperrealismo que transcurre entre fluidos mocosos. Porque en medio de tanto drama y desencuentros León juega con el absurdo riéndose, él mismo, de la historia central y de los límites entre el naturalismo y el absurdo.
Para lograr semejante efecto, León se vale de dos actrices, Paula Ituriza y Jimena Anganuzzi, que están -sin temor a los adjetivos fáciles- estupendas. Anganuzzi, en el rol de la hija, posee momentos brillantes. No sólo maneja con precisión la intensidad dramática, sino que da con el tono y el distanciamiento adecuados. Junto a ellas está Germán De Silva en el papel del esposo (¿será también el padre de la niña?) llamado El Campo, como prefiere denominarlo el gestor de estas criaturas. Esta figura seudopaternal está en un segundo plano frente al dueto madre e hija, pero tiene acotaciones perfectas que enriquecen la trama. Su actuación es medida, precisa y de muy buen nivel. Por momentos, los tres personajes se cruzan en diálogos logrando una disociación al borde del ridículo, al límite de convertirse en un culebrón mexicano.
Talento campestre
El espacio escénico maneja el mismo grado de pauperización que la sala donde se presenta "Cachetazo de campo". En el pequeño escenario sólo hay dos sillas, un sillón hamaca destartalado y una mesa que se parte en dos. Nada más.
Sin embargo, con tan pocos elementos, la puesta es sumamente efectiva. Esos pocos metros cuadrados también hablan de una pampa que, por su gran inmensidad, termina aburriendo y reduciendo al todo a escasos metros cuadrados.
La madre, en la primera escena, le propone a su hija: "Acá tenés que acostumbrarte a jugar con cosas simples (...). Te voy a enumerar cinco (juegos): saltás alrededor, hasta sentir cansancio. Cansancio corporal. Después caés de costado, te quedás dormida... A ver... No hay más. ¿Será que no hay más (juegos)?" La nada pampeana se impone. Tanto espacio asfixia, tanto aire ventila conflictos anclados en la infancia.
Cercano al final, la obra cambia su registro y surgen ciertos pozos negros en su estructura. Frente a tanto torbellino inicial, la pieza culmina con todos los actores tarareando una canción con la mirada perdida. La calma se parece a la resignación. Pero el hecho de ciertos baches no llega a empañar el trabajo en su totalidad.
Si mucho se habla y escribe sobre una nueva teatralidad, cuyos exponentes parecen ser Daniel Veronese o Rafael Spregelburd, Federico León viene detrás, pisándoles los talones, cacheteando a una temporada escuálida de renovación.