Cabaret: un antes y un después en la historia del teatro musical
Durante los años 60, la explosión flower power, el recrudecimiento del racismo y la Guerra de Vietnam dictaron que en Broadway era el momento de presentar a la vida sin oropeles y dejar a un costado el modelo optimista, inofensivo y superficial de la comedia musical para zambullirse en universos sociológicos y psicológicos muy poco explorados por el género hasta entonces. Ese alivio ante la falta de creatividad llegó en 1966, cuando Harold Prince le regaló al teatro musical la obra que marcó un antes y un después en su historia: Cabaret. Su gestación fue tan experimental que permitió numerosas puestas y versiones. Pero siempre impacta. Esta obra marcó el comienzo de una nueva era en el género: el nacimiento del musical conceptual, aquel que parte de un concepto antes que de un argumento tradicional. Harold Prince, su director, productor e ideólogo, pretendía con este espectáculo señalar que el declive moral y espiritual que ocurría en la República de Weimar en los años 30 podría suceder en los Estados Unidos de los 60, porque allí adonde haya un ser humano pueden suceder las peores atrocidades.
Su gestación fue tan experimental que permitió numerosas puestas y versiones. Pero siempre logra impactar. Harold Prince le sugirió a Joe Masteroff hacer un musical de I Am a Camera, la obra de John Van Druten, basada en las Historias de Berlín, de Christopher Isherwood. La obra se gestó durante tres años en el método conceptual, a través de la labor mancomunada entre director, autores, compositor y equipo creativo. Con Cabaret se terminaba el mensaje optimista del género musical, y la realidad se inyectaba en fuertes dosis. El realismo de los ámbitos en los que se movían los personajes fuera del cabaret se contrastaba con el expresionismo de ese impuro music hall que simulaba una suerte de limbo, de espejo de aquel horror que ocurría afuera. La idea de la metáfora y el simbolismo evolucionó gradualmente, y Prince esperaba establecer la atmósfera desde el comienzo de la obra. Tardaron en encontrar "la gran metáfora" hasta concebir el personaje del Emcee (maestro de ceremonias). Era el personaje que se necesitaba, la pieza que faltaba, el hilo conductor entre cada historia; sería un ser enigmático que en sí mismo era una entrelínea, una metáfora más. Prince pensó que el maestro de ceremonias podría ser el espejo del país y de su moral decrépita. A medida que la obra transcurría, él cambiaría. Ese hombrecito iría corrompiéndose de a poco hasta acabar siendo un partidario del nacionalsocialismo.
Por sugerencia de Kander y Ebb, se pensó en Liza Minnelli para protagonizarla, pero Harold Prince la dejó de lado por dos motivos: era muy norteamericana como para hacer de británica y cantaba muy bien. Él prefería a una intérprete que reflejara una sordidez mayor en su voz, alguien que hiciera creíble a ese personaje que está cantando y bailando durante muchas horas sin parar en ese cabaret. Fue muy criticado por haber elegido a Jill Haworth para ese papel. Cabaret se estrenó el 20 de noviembre de 1966, en Broadway, y estuvo algo más de dos años en cartel. Joel Grey estuvo al frente del elenco, en el que también estaba la gran Lotte Lenya, como Fraulein Schneider.
Cuando el productor de cine Cy Feuer decidió llevarla a la pantalla grande, Harold Prince ya había asumido varios compromisos. Él mismo llamó a Bob Fosse para preguntarle si le interesaba el desafío. El coreógrafo y director aceptó, y se ganó un Oscar por la versión fílmica, estrenada en 1972. Fosse hizo rescribir el libro de Masteroff, contrató a Liza, eliminó la subtrama e incorporó otra. A su vez, conservó solo cinco canciones de la obra ("Wilkommen", "Cabaret", "If You Could See Her Through My Eyes", "Two Ladies", "Tomorrow Belongs To Me") y les pidió nuevos temas a Kander y Ebb. Así fue como se incorporaron "Mein Herr", "Money, Money" y "Maybe This Time". En 1987, Prince la reestrenó en Broadway con muchas revisiones, y entre el 9 de diciembre de 1993 y el 26 de marzo de 1994, la Donmar Warehouse de Londres presentó una nueva versión dirigida por Sam Mendes, que le dio mayor sordidez a la trama e incorporó las canciones que Fosse utilizó en el film. A Broadway llegó en 1998, con el mismo protagonista: Alan Cumming, junto a Natasha Richardson.
En la Argentina tuvo su primera versión en 1988, en el teatro Metropolitan de Buenos Aires, con Carlos Perciavalle, Andrea Tenuta, Mario Pasik, Andrea Bonelli, Edward Nutkiewicz y elenco. Fue una versión muy peculiar, ya que se basó completamente en la película de Fosse.
En 2007 y en una magnífica versión de Ariel del Mastro (producida por Adrián Suar y T4F), subió a escena al teatro Astral, donde estuvo poco menos de un año en cartel. Se estrenó con Alejandra Radano y Alejandro Paker en los papeles principales, junto con Marcelo Trepat, Luz Kerz, Juan Carlos Puppo, Diego Mariani, Patricia Echegoyen, Charly G, Flavia Pereda, Christian Giménez y un gran elenco. A los tres meses de funciones, el papel de Sally Bowles fue asumido por Karina K.
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