Buen inicio del ciclo sinfónico de los viernes
Concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional. Director: Pedro Ignacio Calderón. Programa: Sinfonía en sol mayor, Hob 1100, "Militar", de Joseph Haydn: "Inti Raymi" (Celebración del Sol), del Díptico Precolombino (estreno latinoamericano), de Esteban Benzecry, y Sinfonía N° 1, en re mayor, "Titán", de Gustav Mahler. Primera función del ciclo nocturno en el Auditorio de Belgrano.
Nuestra opinión: Muy bueno
Fue muy bueno el programa ofrecido por la Nacional en su primer concierto del ciclo nocturno de los viernes, gracias a la solvencia de Pedro Ignacio Calderón y al interés del programa, conformado por una de las grandes sinfonías de Haydn, palabra mayor dentro del género en el período clásico, el estreno sudamericano de otra obra de Esteban Benzecry, figura nacional en ascendente y meteórica carrera internacional, y la sinfonía llamada "Titán", de Gustav Mahler, que no por reiterada en los conciertos anuales deja de cautivar por su grandeza y original lenguaje.
Una vez más se pudo confirmar lo dicho ya en dos o tres oportunidades desde estas páginas. Pedro Ignacio Calderón ha entrado en su mejor momento, en el tiempo de un avance notable desde el punto de vista interpretativo, merced a la madurez, la experiencia y el conocimiento.
Dentro del más puro estilo
Su Haydn fue sobrio, elegante y, al mismo tiempo, algo robusto, como seguramente era el gusto del autor, preconcepto que se infiere del uso marcado de los timbales, el agregado de una percusión a la turca, con triángulos, címbalos y bombo, así como el lejano y casi imperceptible carácter militar -no hay en el desarrollo ni una sola marcha- sólo referido por el uso de los pífanos y un toque de siete compases de la trompeta en do.
La realidad es que fue un deleite escuchar este Haydn, porque, además del buen criterio de la batuta para recrear el estilo elegante y la atmósfera aristocrática de la obra, se apreció la calidad de la orquesta, con esa característica tan marcada de voluminosidad en las cuerdas, brillantez en los bronces y aterciopelado equilibrio en las maderas, a pesar del complejo momento actual, no precisamente ideal para el estudio, la concentración y el ilusionado entusiasmo.
Consagración de un autor
A los méritos del joven Esteban Benzecry, que había exhibido como pintor y compositor de algunas obras que causaron buena impresión, se suma ahora su permanencia en Francia, país donde está estudiando, avanzando en la carrera de creador y donde hace poco estrenó sus últimas composiciones con muy buena recepción y comentarios, incluyendo la obtención del premio de la Fundación Tronchet et Delmas de la Academia de Bellas Artes del Instituto de Francia.
Con carácter de primera audición para América latina, "Inti Raymi" (Celebración del Sol), díptico precolombino, viene a sumarse a las obras más recientes de Benzecry, que apuntan a una fusión entre las culturas de América latina y la occidental. En este caso se inspiró en la cultura aymará, anterior a la Inca, y su adoración al Sol, su fiesta en el Cuzco con el homenaje a la luz y a los rayos del sol en el invierno.
Pero más allá del carácter programático de la obra, predominan en su plasmación la rica orquestación, la audaz y valiente fidelidad a la armonía, no obstante lo cual el lenguaje resulta novedoso, con pasajes originales de tensiones y distensiones muy bien regulados, a través de una inteligente variedad de planos e intensidades. No son más que algunas de las virtudes apreciadas en una primera audición, de donde se infiere que con otras se descubrirán más detalles de composición.
Profundidad y acierto
En la segunda parte se escuchó la primera sinfonía de Mahler, de 1888, que en un primer momento fue concebida por el autor como un poema sinfónico, o bautizada "Titán, una poesía musical en forma de sinfonía", dudas que no concretó para quedar sólo como "Titán", ambicioso nombre con el que se la conoce hoy.
Inspirada en la novela de Jean Paul, no es un canto al gigantismo, sino al amor, la amistad, la muerte, la eternidad y, sobre todo, a la vida de la naturaleza, pero ciertamente a través de la fuerza del sonido en todas sus variables.
Pedro Ignacio Calderón ofreció una nueva demostración de su autorizado sentido para ser fiel al lenguaje de Mahler, no sólo a través de su emotivo fraseo y aciertos desde el punto de vista de los tempi , sino también por su capacidad para transmitir a la orquesta toda su autoridad para transitar con aplomo por todo el corpus sinfónico del notable creador de Bohemia.
La Nacional cumplió con dignidad su cometido, frente a las dificultades técnicas que propone la obra y en el balance general, más allá de algunas imperfecciones, como la de la misteriosa última batuta final donde quizá faltó algo, fue una jornada triunfal para una orquesta entre cuyos integrantes hay músicos de alta calidad, porque, más allá del brillo en la ejecución, predominó una conmovedora entrega artística. Y así fue entendido por el público, que prolongó su júbilo en un gran aplauso.
Vale la pena señalar que en el Auditorio de Belgrano se reunió una buena cantidad de concurrentes que aun sin haber agotado las localidades fue numerosa como para analizar el fenómeno que está ocurriendo en Buenos Aires con relación a los espectáculos en general.
En este caso, no estaría de más hacer la mención de que, simultáneamente, en la sala del Teatro Colón se llevó a un concierto de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, con la dirección de Mario Perusso y la participación del solista Pablo Saraví.
La novedad para la ciudad de que las dos principales orquestas sinfónicas superpongan su actividad, el mismo día y a la misma hora, es un detalle que debería ser evitado, a efectos de aprovechar al máximo el interés del melómano habitual y no provocar algún desconcierto entre quienes todavía no conocen y desean acercarse por primera vez.
Esta situación deriva de la determinación del Teatro Colón de no utilizar los lunes para conciertos sinfónicos, un clásico desde hace mucho tiempo, que ha provocado la ausencia de una actividad musical de jerarquía en el día de descanso de los teatros, aspecto que se consideró una posibilidad de mayor público en una noche atípica y, desde ahora, más triste.
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