Brilló en los 80, enloqueció a una generación y a los 61 años cuenta sus secretos: Sandra Smith, el ángel del escenario
Un gran amor fue clave para su carrera musical, la convocaron históricos como Romay, Tato Bores y Adrián Suar y se dio el gusto de compartir escenario con su mamá de 85 años; en diálogo con LA NACIÓN, cuenta por qué sigue atrapada por el teatro como el primer día
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“Con Francis nos enamoramos al año de estar trabajando juntos. Él me llevaba 24 años. Fue muy mágico todo. Después nos casamos y tras una década nos separamos. Vivimos una experiencia muy muy linda. Quiero mucho a sus hijos Cristian y Franquito. No se dio que tuviéramos los nuestros; trabajábamos mucho...”, recuerda Sandra Smith, una de las integrantes de aquel trío musical -Los Ángeles de Smith- inspirado en la exitosa serie de los gloriosos años 70, Los Ángeles de Charlie, cuyas protagonistas eran nada menos que Sabrina Duncan (Kate Jackson), Jill Munroe (Farrah Fawcett) y Kelly Garrett (Jaclyn Smith).
Sandra revive esos momentos con profunda alegría cuando charla con LA NACIÓN. “Me resulta hermoso rememorar esos tiempos. A mucha gente le pasa eso. No solamente por nostalgia, sino porque fue una época inolvidable. Lamentablemente no existían las redes sociales como hoy, porque hubiese multiplicado el éxito. Yo viví la (época) de Palito Ortega siendo muy chica. Empecé profesionalmente recién en los 80 con Los Ángeles de Smith, la creación de Francis, que después terminó siendo mi marido”, relata sobre aquellos orígenes.
“Tenía 19 años. Desde chica siempre me preparé para trabajar en los artístico. Mi madre fue también la hacedora de esto porque empezó a vivir en mí todo lo que a ella le gustaba hacer. Yo iba a danzas, estudiaba teatro; ella fue la que me acompañaba siempre a los castings, me cuidaba mucho. Hoy todavía la tengo a sus 86 años y ahora la cuido yo, jajaja”, describe feliz.
Hoy, a los 61 años, sus ojos brillan felices cuando habla de sus comienzos: “Desde muy niña quería actuar, así arranqué, en los actos escolares... estudiaba teatro. Me recibí de profesora de danzas a los 15 años. Mi papá me hizo el conservatorio en mi propia casa, jajaja. Colocó barras, espejos... y yo le daba clases a niñas desde los tres años. Y a las mamás gimnasia modeladora. Mi padre se llamaba Carlos Badía. Yo soy Sandra Mónica Badía en mis documentos. Me río porque cuando me cruzaba con Juan Alberto me decía: ‘Hola hermanita’. Yo le contestaba en broma: ‘Hola papá’. Coqueta, porque él me llevaba unos años”.
Cantante, bailarina, conductora, actriz y... empleada de una cerealera
Su currículum dice que es cantante, bailarina, conductora y actriz. También que nació en Rosario un poco de casualidad, si bien gran parte de su familia vive allí: “Mi mamá también es rosarina, mi papá de Catamarca. Se conocieron allá, pero se vinieron a vivir a Buenos Aires. Cuando me iban a tener a mí, mi vieja se trasladó a Rosario porque allá estaban sus médicos. Siempre viví en Capital, pero todas mis vacaciones de niña las pasé en Rosario, verano e invierno. En el club Atlantic Sportmen del barrio Echesortu. Allá están mis primas, mis tías, ciudad hermosa, la quiero mucho por hermosos recuerdos...”.
Si bien amaba el mundo artístico, su primer trabajo fue como secretaria de una empresa cerealera. “Me lo había conseguido mi papá, pero yo quería ser artista. Recorría todas las agencias, y me río porque ese empleo me duró una semana porque me llamaron para estar en la película El Fausto criollo, donde trabajaban nada menos que María Valenzuela y Claudio García Satur. Así que me fui corriendo. Fue mi debut, hacía de paisana. Ahí hice también de ángel de la guarda. Fue una premonición, porque después terminé siendo una integrante de Los Ángeles de Smith. Luego trabajé en el programa de Tato Bores. Ahí dos chicas me comentaron que Francis quería armar un trío simulando Los Ángeles de Charly, pero que cantaran y bailaran. Yo dije que no. ‘Soy actriz’, les aclaré. Y al final fui a la entrevista con él y terminó firmando contrato mi viejo porque yo era menor. Ahí empezó toda mi historia profesional”.
De Romay, Gilda, Tato y Sapag a Suar, Muscari y el cine
Con el tiempo y la experiencia le llegó la oportunidad en la conducción, algo que añoraba, y de la mano de Alejandro Romay tocó el cielo con las manos. “Él me convocó para Sábados de la bondad; fue mi primera oportunidad junto a Leonardo Simons, una gran experiencia. Otro momento televisivo que marcó mi vida fue cuando entrevisté a Gilda en Los sábados musicales de América tres horas antes de que muriera. Fue un dolor terrible cuando me enteré, no lo podía creer”, señala.
El humor también fue un punto fuerte que dejó un sello en su trayectoria: “Trabajé con Mario Sapag, como actriz, que era lo que más me gustaba. Adrián Suar, con Pol-ka, su productora, me convocó para hacer varios personajes. Lo primero fue Poliladron, después Gasoleros, Son Amores y Campeones, donde para mí interpreté el personaje que más añoro, el de la Zulma con el divino de Osvaldo Laport. Fueron dos años maravillosos. Además estuve en Los Roldán”.
Ante esto, la pregunta es obvia: ¿cuándo vuelve a la TV? “Ahora en la tele me tienen todos muy olvidada, no sé por qué. Volví con Extinguidas con el querido José María Muscari, pero teatro siempre hice. Tengo ganas de hacer cosas que me den alegría, tiras, series, películas. Me encantó formar parte de la película El Boquete con Valentina Bassi. La última que hice fue Blindado, con Luis Ziembrowski, Luciano Cáceres y Gonzalo Urtizberea. Me fascina el cine”.
Ahora Sandra vuelve a sonreír, como lo hizo tantas veces durante la charla. Es que cuenta una de las picardías inocentes que cometió en lo artístico para darle la sorpresa y el gusto a su madre de ser actriz. “Un año antes de la pandemia con mi amigo Martín Gómez Márquez, que era asistente de dirección en Extinguidas, escribimos una obra. Le pedí incluir a mi vieja para que se sacara las ganas y cumpliera el sueño de estar sobre un escenario. Había sufrido un ACV y se pudo recuperar de buena manera. La obra que creamos se llamó Lo perverso, y mi mamá hacía de una monja asesina. Éramos once personajes. Al público cuando ingresaba le dábamos capas con capuchas y nos divertíamos mucho. Estuvimos en el barrio de Palermo y en el Multiescena en la calle Corrientes. Fue maravilloso. La obra tocaba temas fuertes: violencia, violación, asesinato... Después nos perjudicó mucho la pandemia. Me mataba de risa cuando mi viejita me decía: ‘¿Cómo vamos a hacer los actores para trabajar en pandemia?’. Después de la pandemia armamos un show con Silvia Peyrou que se llamó Experiencia de mujer, donde hablamos de todo. Sexo, infidelidades, alegrías, tristeza, la vida misma. En marzo pensamos volver a hacerlo en Uruguay”, anticipa.
Su otro gran amor: “Murió de repente, me costó mucho superarlo”
Con Santiago Olmedo, músico y profesor de educación física, vivió otra historia de pasión extraordinaria, según sus propias palabras: “Con él estuve quince años, lo amé muchísimo. Él quería tener un hijo y yo también. Intentamos pero no quedé embarazada. Iba a empezar un tratamiento pero tuvimos que viajar. Él murió en 2015, en mi casa, de repente. Llegué del teatro y lo encontré muerto por un problema en el corazón a los 51 años, muy joven. Me costó mucho superarlo. Teníamos una productora juntos. Recuerdo que estaba en el camarín y me dijo que le dolía el pecho. Cuando salí del teatro lo llamé y no respondió. Fue un amor de verdad, como el de Francis, con quien estuve hasta el último día acompañándolo, más allá de la separación. Ambos fueron dos amores maravillosos de mi vida”.
-Habló de la maternidad con cierta nostalgia pero con mucha firmeza...
-En la actualidad y a la distancia, te confieso que la maternidad la tengo totalmente resuelta con los hijos de Francis. Además, yo soy muy madraza: de mis padres, de mis parejas, de mis amigos, de mis compañeros... Ser madre no pasa nada más que por parir. No lo siento como una carencia o ausencia.
-¿Y está dispuesta a vivir un tercer gran amor o cierra las puertas?
-Jajaja. Hoy no tengo pareja porque soy difícil, no tengo muchas ganas de conocer a nadie (sonríe). Pretendientes tengo un montón, pero hasta ahí. Espero que en algún momento se me despierte el bichito del amor... Salgo a cenar con un médico que es un divino, un caballero, pero hasta ahí, digamos... ¿me entendés?
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