Brilló como vedette, por un pifie se llamó “Miguel” y ahora está de novia con su amor del barrio: las mil vidas de Naanim Timoyko
Trabajó con Olmedo, Porcel, Marrone y Tato Bores; pasó por el altar con Juan Alberto Mateyko; ahora, barajó y dio de nuevo: hace TV, radio y vuelve a apostar a la pareja; “Hice 10 temporadas seguidas en el Maipo”, recuerda con LA NACION
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“Minguito me decía La Ponja, Marrone La Japonesita. Mi nombre de fantasía en realidad es Nannine, pero cuando debuté en el Maipo en la cartelera figuraba Naanim y así quedó para siempre, aunque cuando nací por unos días me llamé Miguel, increíble, ahora te lo cuento”, detalla Naanim Timoyko –apellido de su abuelo de origen austríaco-, bailarina, actriz y vedette de las que se tutearon con las y los grandes del espectáculo que marcaron historia.
Ya en el inicio de la charla con LA NACIÓN plantea una intriga que no se sabía de su apasionante vida. ¿Cómo es eso de que llegó a llamarse Miguel? Lo aclara entre risas: “Va la historia desde el principio. Nannine es un nombre francés. Me lo puso mi abuela porque es el personaje del ama de llaves de Margarita Gautier en La dama de las camelias. A ella le encantó ese nombre, pero en esa época no lo aceptaron”.
Las complicaciones se fueron sucediendo hasta que todo resultó con final insólito: “Mi mamá quería ponerme Rosa del Carmen, Rosa por la tormenta ya que nací el 28 de agosto, y Carmen por mi abuela. Mi papá me fue a anotar, pero no le gustaba Rosa y entonces decidió: sería María como mi abuela paterna y Carmen por la materna. Pero en familia me llamarían Nannine. Entre tantas idas y vueltas la empleada que registraba, ya agotada, le preguntó a papá: ‘¿Nombre?’. Él creyó que le consultaban el suyo, respondió: ‘Miguel Timoyko’ y se fue. Cuando mi mamá va a mirar el documento, lee Miguel y no lo podía creer. No me lo querían cambiar, solo permitían agregarle una a para que pudiera ser Miguela. Mi madre no quería saber nada. Logró finalmente que lo borraran con goma, se notaba, quedó el espacio en blanco y debajo apareció la aclaración que decía que yo era María del Carmen. Mi papá ni se había fijado. Por eso digo que por unos días, hasta que se solucionó, me llamé Miguel, jajaja”
De niña sobre las tablas
Naanim explica que la primera foto artística la tuvo junto a su tío, a los cuatro años: “Hacía patinaje artístico con público. Era como un cuento, un protagónico, y todo lo que pasaba era mi sueño. Lo recuerdo como si fuera ayer. Me pesaban los patines de ruedas. No tenía miedo a los espectadores, me encantaba bailar. Luego, a los cinco, fui a ver la fiesta de fin de curso del colegio donde iba a ir, vi una chica bailando danzas españolas y quedé deslumbrada. Le dije a mi mamá que quería hacer eso. Ella encontró una profesora en Monte Grande donde vivíamos y fui su primera alumna. Podría decir que fueron mis comienzos como artista”, asegura.
¿Cuándo comenzó a trabajar de su pasión? En la adolescencia. “En ese momento estaban de moda las peñas. Tenía 15 años y formamos un grupo llamado Juventud y Folklore... y nos iba muy bien. Nos contrató la Municipalidad de Lomas de Zamora, yo me sentía la Pantoja. Estudiaba danzas clásicas. Mi mamá me preparaba la ropa. A papá le gustaba. Yo vivía para eso”, rememora feliz.
Cuenta que su momento cumbre llegó luego de muchas clases de danza artística y que está orgullosa de haber compartido escenario con grandes mujeres del espectáculo: “Trabajé con Ethel Rojo, Violeta Montenegro, Moria Casan, Zulma Faiad, Norma y Mimí Pons, Estela Raval. Con Mimí hice Extinguidas no hace tanto, también con el gigante de José María Muscari. Ahí me reencontré con otras diosas como Beatriz Salomón, a quien quería tanto y no puedo creer cómo se fue”, se emociona.
Con Marrone, Olmedo, Porcel, Moria, Ethel, Tato y tantos grandes
“También conocí a José Marrone que me vio en el Nacional y me llevó a la tele para hacer Corrientes y Marrone; estaban Juanita Martínez, Moria y Norma Sebré. Con Olmedo, Porcel, Sapag, Verdaguer y Calabró trabajé mucho en teatro. También estaban Pinti, Perciavale, Tato… Hice diez temporadas seguidas en el Maipo. Entré como figurita y terminé como primera vedette, reemplazando a Thelma Stefani, Ethel Rojo, Violeta Montenegro y KatIa Iaros. Me fui de gira a España al teatro Calderón de la Barca para hacer una revista, volví e hice tele con Verdaguer y luego comencé en La Tuerca, todo a puro vértigo. La temporada de Mar del Plata en verano era otro desafío que se planteaba en mi carrera. Llegué de la mano de Olmedo y Porcel a hacer Vuelven los Guapos ¡y ganamos la Estrella de Mar!”, cuenta, cual currículum, sobre todos los pesos pesados que acompañaron en escena.
Luego llegó a su vida artística la experiencia con el espectáculo Tango Argentino en París: “Fue alucinante, con Roberto Goyeneche, Raúl Lavié, Elba Verón, el Sexteto Mayor, Horacio Salgán, Juan Carlos Copes y María Nierves, Nélida y Nelson, Mayoral y Elsa María. Íbamos al teatro del Chatelet de París, como el Colón acá. Luego actuamos en las ciudades de Grenoble y Lyon, y pasamos a Italia. Meses más tarde estuvimos en Canadá, San Antonio en Estados Unidos y el City Center de Nueva York, terminamos recorriendo todo el país”.
Hasta que le llegó la oportunidad de visitar Oriente, pero ya tenía a sus hijos, Rosa María (30) y Juan Bautista (25): “Además a Juan (Alberto Mateyko, su marido de entonces, padre de ambos y uno de sus grandes amores), mucha felicidad no le daba todo esto. No era que tenía a alguien a mi lado que me impulsaba y me decía ‘Dale’. Recuerdo que me decía: ‘¿Y los chicos, y la casa? Cómo te vas a ir?’. Igual yo no los pensaba dejar porque disfrutaba mucho ser mamá. Hoy Rosita es Licenciada en Comunicación y él quiere ser piloto de avión, está estudiando. Le digo que se apure porque quiero que me lleve gratis a todos lados”, bromea.
Su actualidad artística la encuentra con su programa Modo Tango en Radio Zónica: “Lo hago desde hace cuatro años con todas las novedades y mis grandes amigas que son tangueras y saben mucho a nivel local e internacional: Silvia Rojas y Nélida Rodríguez. Vamos los miércoles a las 14 horas. También tengo mi corazoncito en el Run Run del Espectáculo. Me mato de risa en Crónica TV con Fer Piaggio y Lío Pecoraro, dos divinos seres humanos y profesionales. Y Raúl Martorel, a quien conozco hace décadas. Son tan bonitos como personas, un amor, los quiero tanto. Me divierto mucho”.
Otra situación curiosa en su vida le sucedió con el amor. Naanim lo relata con naturalidad: “Hace ocho años que estoy en pareja pero vivimos cada uno en su casa. Yo con mi hijo y él solo. Él está en San Fernando, yo en Palermo. Se llama Daniel Secondo y es físico de profesión. Lo conozco desde los 16 años cuando fuimos novios, jajaja. Vivía todavía en Monte Grande, nos rateábamos juntos y nos encontrábamos cerca de Constitución para vernos. Él tomaba tres trenes para poder encontrarnos. Nos habíamos conocido en Córdoba en un verano. Pasó el tiempo, yo me olvidé. Un día llaman a mi casa, atiende mi hija y Daniel le comenta: ‘Decile a tu mamá que soy Daniel de San Fernando’. Enseguida me di cuenta de quién era, nos vimos la semana siguiente”. Nacía el amor. O renacía...
La intriga para ella era saber con quién se encontraría luego de tantos años: “Él en aquellos tiempos era campeón argentino de judo, alto, flaco, pelo negro. Me venía buscando antes en Facebook, pero como no acepto amistades si no conozco a la persona, no contesté. Me dijo que luego leyó que me había enfermado y como no le respondía creyó que había muerto”.
-¿Resurgió el amor de inmediato o lo hizo esperar?
-Es que sentí como si hubiese estado con él todo este tiempo, como si nunca lo hubiera dejado de ver. Y la verdad es que nos pasó la vida misma. Él tiene tres hijos, está separado hace mucho.
-¿Se encontró con una imagen similar a la de entonces o no?
-Sí, canoso nada más. Un poco más gordito está porque era un espárrago entonces, pero siempre fue fuerte porque hacía mucho deporte. Ese día se juntó el café con la cena, a la semana siguiente nos volvimos a ver y así empezamos. El amor me volvió a sorprender, no me puedo quejar…
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