Boris Vian, el increíble hombre orquesta
PASADO mañana se cumplen cuarenta años de la muerte de Boris Vian. El compositor y poeta, trompetista y cantante, director de orquesta y crítico de jazz, fue también director artístico, dramaturgo, libretista, comediante, cronista, periodista, escritor, conferencista, traductor y, por si le faltara algo, ingeniero.
Nada le fue ajeno en su irrefrenable vocación de descubridor: desde las matemáticas a los automóviles, pasando por la semántica, la ciencia ficción y la ebanistería.
Es irrelevante destacar uno de esos talentos para dejar a otros en la sombra. También lo será decretar que tal manera de expresión, entre las numerosas que él cultivó, debe ser preferida a tal otra que podría calificarse de accesoria.
Sería simplista creer que Boris Vian prestaba más atención al teatro que a la novela, o más a la crítica que a la canción. Frente a una obra tan densa como la suya, conviene ser lo suficientemente humilde y hábil para acogerla sin desordenar nada.
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En el rubro -si así se puede llamar- música, ya de estudiante se interesó por el jazz haciendo sus primeros pininos con la trompeta. Y lo sorprendemos, con apenas 17 años, inscripto en el famoso Hot Club, de Francia.
El músico -y también poeta maldito- ya ensayaba sus dotes de líder, mientras estudiaba ingeniería, al presidir un grupo que armó con sus hermanos Lelio (acordeón y guitarra) y Alain (batería) para animar fiestas familiares.
Muy pronto Boris se integraría con ellos a una pequeña formación de amateurs que, dirigida por el clarinetista Claude Abadie, cultivaba el estilo dixieland. Sus grandes modelos en el jazz, que influyeron sobre su estilo, fueron Bix Beiderbecke y después Rex Steward.
Proteico como nadie, funda en el mítico Saint-Germain-des-Prés de bohemios e intelectuales de París el New Orleans Club, que funcionará apenas unos días.
La personalidad de Vian es inabarcable. A nosotros nos cabe recordar aquí su condición de músico popular.
Pero no podemos obviar recordar que a partir de 1946, con apenas 26 años, se perfila el literato, que recibe el entusiasta apoyo de Jean-Paul Sartre, Jacques Prévert y Raymond Queneau, entre otros prestigiosos.
Esto coincide con el desgraciado destino de su grave enfermedad cardíaca que, amén de obligarlo a abandonar su querida trompeta, lo llevará a la muerte. Precisamente su nombre se inscribe entre los más significativos y prestigiosos de la literatura francesa.
Al frente de su orquesta él animará sesiones de jazz en una bodega llamada a transformarse en uno de los más prestigiosos lugares de Saint-Germain -Le Tabou-, frecuentado por el tout-Paris de la vanguardia literaria y artística que funcionará hasta 1948, año en que inaugurará el Club Saint-Germain.
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Vian dejará finalmente de lado sus intervenciones musicales a comienzos de la década del 50. Su desquite ya venía anunciándose hacia marzo de 1946, al convertirse en colaborador regular, hasta 1958, de la revista Jazz Hot, donde se manifiesta su magnífica, demoledora, inimitable pluma de crítico implacable, que pondrá en figurillas a quien sea.
Sus escritos de jazz se encontrarán igualmente en crónicas semanales que él entrega al diario Combat y a varias otras publicaciones, como Arts, Jazz News, Spectacles, Radio 49.
Alrededor de quince años había dedicado Boris Vian a escribir sobre su amado jazz. Polémico siempre, el músico intervino apasionadamente en la disputa entre las viejas y modernas concepciones, y en otras tantas polémicas que agitaban el mundo del jazz a mediados de los cuarenta.
Su inédito perfil de crítico de arte habremos de descubrirlo en una próxima entrega.
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