Borderliner: laberíntico y asfixiante policial noir
Borderline (noruega, 2018) / Creadora: Meghan Gallagher / Elenco: Tobias Santelmann, Ellen Dorrit Petersen, Benjamin Helstad, Frode Winther, Eivind Sander / Disponible en Netflix / Nuestra opinión: buena
Un accidente ocurre fuera de campo en una fría noche llena de niebla y silencio. La frontera entre Suecia y Noruega, entre bosques de coníferas y un humo blanquecino que denota las bajas temperaturas, es el escenario de dos muertes, los restos de un contrabando de cocaína y el inicio de una telaraña de intrigas y secretos que envuelve a toda la serie. Borderliner (en referencia a una zona fronteriza tanto geográfica como moralmente) es parte del reinado del thriller nórdico en clave noir que ya lleva varios años y ha sido mérito de escritores y realizadores de Escandinavia, conscientes de cómo aquellos gélidos paisajes resultaban ideales para tejer misterios y complicidades, crímenes y delaciones.
Borderliner juega con dos ejes temporales. En el presente, el investigador Nikolai Andreassen (Tobias Santelmann) llega a la casa de su familia para alejarse de Oslo, donde el revuelo por su denuncia de crimen y corrupción a un prestigio compañero del Servicio Nacional de Investigaciones aún lo rodea. Su llegada está marcada por el alegre reencuentro con sus sobrinos, por la tensa relación con el exalcohólico de su padre, y por la sospechosa muerte de un lugareño en la que su hermano, oficial de la policía local, resulta involucrado. En el pasado -aquel accidente ocurrido tan solo tres semanas atrás-, se encuentran las raíces de este reciente crimen, indicios que revelan e iluminan el progresivo espiral de encubrimiento en el que Nikolai se hunde a cada paso.
Filmada con las azules tonalidades de los policiales europeos de los 60 (influencia que se hace extensa al omnipresente homoerotismo y a la opacidad moral de algunos personajes), Borderliner sustituye las húmedas veredas de la urbanidad del noir por una geografía natural tan laberíntica y asfixiante como la propia conciencia de Nikolai. Las tensiones internas se desplazan al espacio, y el rojo infernal del bar del pueblo se combina con los colores fríos de la naturaleza invernal.
Si bien algunos excesos formales -como los insistentes ralentis y uso de la cámara circular para resolver situaciones cuya inquietud hubiera ganado con mayor sequedad- empantanan algunas escenas, Borderliner logra darle una vuelta de tuerca a las relaciones entre los investigadores del caso: la sospecha y el secretismo define la dinámica entre la eficiente y responsable Anniken (Ellen Dorrit Petersen) y el atormentado Nikolai. El implacable movimiento de ella encuentra eco en el lento hundimiento de él, como el peligroso juego entre un gato y un ratón que llevan su disputa a un terreno tan farragoso como las arenas movedizas.
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