Boquitas pintadas II
La dupla Araiz-Schussheim y una nueva versión. Luego de alzarse con cuatro premios ACE, esta noche, en el teatro Avenida, se repone este trabajo sobre la novela de Manuel Puig. Los directores evocan sus vínculos con el autor.
Los ojos tan verdes le contrastan con el pelo tan rojo. Sentada en las escalinatas del teatro Avenida evoca al autor de "Boquitas pintadas", "El beso de la mujer araña", "Buenos Aires affaire"...
"No recuerdo en qué año conocí a Manuel -dice Renata Schussheim mientras se toca el pelo rojo fuego. Nunca recuerdo el año de nada. Pero lo vi por primera vez en Río, en una fiesta a la que fui con Antonio Gasalla. (Mira hacia el techo y saca cuentas.) Mi hijo era muy chiquito... ahora tiene 26 años y en ese momento debería tener 8 o 9, ahí hay que hacer el cálculo".
Otro viaje a Río de Janeiro fue el nexo de una relación definitiva. "Fui a trabajar con Jean François Casanovas en un espectáculo que se llamaba «No problem» y Manuel vino a ver el show. En la mitad del espectáculo sentí una mano que me apretaba y me decía: «Tenemos que hacer algo juntos». Tengo una foto mía con Manuel, en esa noche... El era muy fanático de lo musical y le había gustado mucho esa parte del show. Tenía muchas ideas acerca de cómo hacer participar la música dentro de los espectáculos. Entonces, cuando volví a Buenos Aires, vine a verlo a Lino Patalano -en ese momento no nos conocíamos-, y le dije que teníamos que hablar de un proyecto. Me acuerdo que Lino apareció con un balde con champagne y, de pronto, la botella estalló. «Esto es señal de muy buena suerte», dijo. Después fui con Lino a Brasil, se lo presenté a Manuel y hablamos de un espectáculo que Puig empezó a escribir para el grupo Caviar y que finalmente quedó trunco".
"Ahí comencé a conocer realmente a Manuel. Yo lo intuía. Pero el hecho de estar en Río y hacer una rutina diaria de trabajo fue lo que me hizo conocerlo de verdad. El otro día encontré un cuaderno en donde tenía todas las anotaciones de esa época."
"Manuel era un tipo muy, muy divertido. Aparte, cuando él contaba un proyecto, era fantástico. Era muy visual. O sea, lo que está en sus libros, pero mucho más gracioso. Por otra parte, aunque no se puede decir que fuera una persona reservada, tenía una estructura fuerte de intimidad. Era una personalidad extraña, era un personaje. Muy guapo, con una mirada profunda, una persona muy encantadora. Me caía fantástico."
"A mí me intimidaba un poco. Porque, con la gente que respeto por su trabajo, por más que llegue a tener una relación amistosa, siempre mantengo una distancia, que es el respeto y que no me gusta quebrar. Hay tan pocos por los que uno siente eso que, cuando se da, hay que aprovecharlo."
"Conocerlo me dio la posibilidad de percibir cuál era su historia, el perfume de todo lo que le pasaba, de todo lo que escribía y de todo lo que le importaba. (E inevitablemente, Renata cambia los verbos en pasado por el tiempo presente). Lo maravilloso de Manuel es la mirada que tiene sobre las cosas."
Pero la Schussheim recién pensó en hacer "Boquitas pintadas" después de la muerte de Manuel Puig. "Sentí que quería hacer algo de él. Con Oscar (Araiz) sentimos que esto era especialmente lo que queríamos hacer."
"Yo tengo una historia que, así como se rompió la botella de champagne con Lino y ahora volvemos a estar juntos en este proyecto, también me pasaron cosas muy raras cuando se filmaba «Boquitas...». Yo era admiradora de Torre Nilsson y lo iba a visitar. En ese momento quería comunicarme con Fellini y él me sugirió que lo hiciera por intermedio de Isabel Pissano. Entonces empecé a cartearme con Isabel Pissano, como en la película. No sé... hay algo muy mágico, parece una trama de Puig."
"En esta nueva versión de «Boquitas...», con Mausi Martínez, Pedro Segni, Inés Vernengo y Mario Filgueira, todo lo que se formó está elaborado con lo que el elenco anterior aportó. Me parece fantástico darme cuenta de lo que es realmente un actor: alguien inventa un gesto, lo recrea, eso ya queda, y sobre ese gesto van poniendo los demás. Es una arquitectura en conjunto."
Yo no lo conocí
Oscar Araiz, luego de ocuparse, con prolijidad de orfebre, de las modificaciones a la puesta de luces junto al premiado Roberto Traferri, hace un alto en la faena, respira profundo, se sonríe y cuenta lo suyo. "Nunca conocí personalmente a Manuel, sólo mediante su obra. Lo primero que leí de él fue, casualmente, «Boquitas pintadas». Mientras lo leía tenía la impresión de estar viendo una película, y después, cuando me enteré de sus antecedentes cinematográficos, me di cuenta de que estaba en lo cierto; lo que Manuel me estaba entregando era una película."
"Hace años que me interesa incorporar al teatro ciertas formas de la expresión cinematográfica. Me parece que esta producción es una conjunción de esa tentativa."
"Hace 30 años que soy amigo de Renata. La conocí en la época en que estaba haciendo un espectáculo en el Instituto Di Tella, que se llamaba «Crash». Ella había visto cosas mías y a mí me habían hablado de ella. Cuando nos conocimos fue como que ya teníamos que hacer algo juntos. Y así fue."
"De la primera versión de «Boquitas...» a esta segunda, ha habido una síntesis. Se redujeron los tiempos, se redujo también la cantidad de intérpretes a la mitad. No hay modificaciones en la imagen. Pero eso implica una estructura interna diferente: cada intérprete asume más responsabilidad."
"A esta altura «Boquitas...» es, para nosotros, un juego que nos da placer. Es, a la vez, una recuperación, tiene mucho que ver con nuestras infancias y con toda una Argentina que de alguna manera sigue existiendo: la culpa, la histeria, el pecado, los formulismos sociales y, sobre todo, este estudio que Manuel hace de los distintos estratos sociales. En este sentido me parece muy contemporánea."
Para ser comprendido por más gente
En la tercera novela de Manuel Puig,"Boquitas pintadas", la acción se desarrolla en un pueblo de la provincia de Buenos Aires, entre 1934 y 1947. Aunque el autor prefería no llamarla novela: "Yo la llamo folletín. Es una historia de amores contrariados y participa de los tres ingredientes del folletín: una estructura siempre sostenida por el interés de la intriga, el trazado aparentemente simple de los personajes y el ingrediente emotivo".
"En «Boquitas pintadas» todos los personajes aceptan las leyes de la sociedad en que viven. Son personajes muy simples, en general muy pasivos, muy descuidados con sus necesidades. Es un cuadro de una gran hipocresía general."
En ese anverso y reverso de la hipocresía y la envidea se delinea el espectáculo de Araiz-Schussheim.
"La escribí porque quiero acercarme a la literatura popular -decía Puig-. El folletín me gusta por su atención al interés narrativo, a la anécdota. Quiero llegar a un público más grande. Quiero ser comprendido por más gente. Quiero que el libro agarre al lector, no que el lector tenga que abordarlo como una tarea. Y pesada."
En 1974, la novela fue llevada al cine por el director Leopoldo Torre Nilsson.
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