En el 85 era dj y se convirtió en uno de los primeros musicalizadores de Rock & Pop. Hoy es el gerente artístico de las radios del grupo.
Cuando entraste en Rock & Pop venías de trabajar en otras radios y de pasar música en boliches. ¿Cómo era todo en esos primeros tiempos?
Hacía unas catorce horas de laburo. Vivíamos en la radio. Almorzábamos y cenábamos en la radio, a veces también dormíamos ahí. Eramos cuatro musicalizadores y hacíamos un día entero de programación. Trescientas y pico de canciones, sin repetir y sin soplar. Eso nos dio un training bárbaro. Después de eso, todo fue una pelotudez.
La experiencia de edición pura, sin locución en vivo, no era habitual en ese momento, ¿no?
El formato lata-discos, que después fue habitual, lo empezamos nosotros. Era una radio muy cibernética. El resto del ambiente radiofónico lo veía con malos ojos, porque, si llegábamos a tener éxito, se les cagaba el laburo. Y fue lo que pasó. El locutor pasó a ser un segundón. Por eso nos hicieron tanto la batalla en aquella época. Nos forreaban, nos trataban como el orto, éramos el Anticristo.
Claro. Los gremios veían que atentaban contra su fuente de trabajo...
Los sindicatos imponían que, en una radio, tenía que haber un coordinador, un operador, un musicalizador, dos locutores, suplentes... Nosotros borramos a la mierda todo y con dos tipos hacíamos la radio. Se les cagaba el negocio a todos. Se la vieron venir, y nos querían liquidar. Pero la radio funcionaba, era lo que la gente quería: no había boludos que hablaran al pedo. Todo el rock nacional nos apoyaba: hasta Spinetta había hecho un jingle para la radio.
Después empezaron los programas y vos arrancaste en Bangkok...
Era a la mañana. No existía ese horario para fm. Al principio, el programa era una poronga. Nadie quería ir, todos teníamos sueño. Veníamos de pasar música en Bajo Harlem, en Paladium, esos bolichones, íbamos a hacer el programa dibujados. Estaba todo mal. Después de unos meses, hubo tres o cuatro días que se levantó el programa, porque no lo escuchaba nadie. El rock a la mañana no existía. Grinbank nos pidió que lo cubriéramos hasta fin de mes. Y ahí fue que empezamos a hacer cualquiera. Y explotó, boludo. Llegó Douglas [Vinci], que era amigo mío y hacía tapas de discos de Virus, de Los Abuelos. Y era muy gracioso. Un día vino la medición y éramos el boom de la temporada. Por momentos había 35 personas dentro del estudio.
Empezaron a darle mucho aire al oyente. ¿Cómo empezó eso?
Lo que pasa es que, en general, los que nos escuchaban eran amigos nuestros. Así que los sacábamos al aire. De repente el público empezó a tener una entidad que no tenía en otras radios. Porque nosotros veníamos de ahí: no veníamos del iser, ni del cosal ni de ninguna de esas mierdas. Veníamos de la calle, pero éramos pibes muy lúcidos. Eramos pendejos que habíamos sobrevivido a los militares. Porque todos hablan de los que tuvieron que irse, pero los que nos quedamos las pasamos putas también. Había que organizar una resistencia, y nosotros éramos parte. Y ahora teníamos la palabra. Era la época del Nunca más, la democracia era incipiente y débil. Muchos se hacían los boludos y habían estado con los militares. Había mucha paranoia. Ser joven era ser un perseguido.
¿En ese entonces sentían que era un momento de quiebre histórico?
Teníamos veintipico y éramos la voz de toda esa generación. Al haber prescindido de institutos formadores, por un lado estábamos mal vistos por los del medio por no tener formación técnica, y por el otro la gente nos entendía perfectamente. Nosotros decíamos las cosas como las habíamos escuchado la noche anterior en Paladium. Eso era Rock & Pop.
¿Y dónde quedó todo eso cuando se convirtió en una corporación?
Tiene que ver con el contexto político. Era la década menemista, había que corporativizarse. Nosotros tuvimos la suerte de que la empresa cie, de México, se metiera sólo en el negocio, no en la ideología. Pero porque compraron una radio que andaba. “Nosotros nos encargamos de las cuentas, ustedes encárguense de la artística”, nos dijeron.
¿Cómo fue la decisión de ascenderte a gerente, hace un par de años?
El plan a era hacerme gerente y el plan b era echarme. Esta empresa siempre se maneja así: o lo echamos o lo ascendemos. Y Quique [Prosen] me dijo: “No doy abasto, necesito alguien de confianza”. Quique y yo somos amigos. Me puso de gerente, y acá estoy. Trato de ser justo.
¿Por qué creés que Rock & Pop todavía es un lugar en el que muchos conductores quieren trabajar, más allá de los sueldos?
Acá se apoya mucho la carrera personal de la gente, y eso genera un bienestar. Nosotros sabemos que, cuanto más grande sea Mario, más grande va a ser Rock & Pop. Tenemos ofertas de otros medios semana por medio, pero ninguno piensa en irse. Nos cuidamos mucho la espalda. Yo puedo hablar mal de De la Puente, que es uno de mis mejores amigos, pero vos no hablés mal de De la Puente porque te pego un botellazo, ¿me entendés? Rock & Pop es muy gueto. Hay profesionales brillantes que pasaron por acá y se tuvieron que ir porque no tenían onda. Entre las cuatro paredes te podemos cagar a trompadas, pero de acá para afuera te cuidamos a morir, somos uno solo.
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