Berta Singerman, voz entre las voces
Como consecuencia de un paro cardiorrespiratorio falleció ayer, a las 7, a los 97 años, la recitadora de poemas y actriz Berta Singerman. Según anticipó su nieta Silvia Gvirtzman, el desenlace fue precipitado por un problema renal y se produjo mientras dormía, en la residencia geriátrica Ugarteche, del barrio de Palermo, donde vivió sus últimos años.
Los restos de la actriz son velados en el teatro Cervantes y serán inhumados hoy, a las 13, en el Cementerio Israelita de Liniers.
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Berta Singerman llegó a las masas sin la ayuda de la radio ni de la televisión. Su nombre, su figura, su perfil, su voz, sus ademanes, su capacidad histriónica fueron facultades que conocieron y aplaudieron multitudes en teatros, cinematógrafos, estadios de fútbol y plazas de toros. Fue un fenómeno de características absolutamente personales, sin antecesores ni herederos.
Berta Singerman, recitadora, no dejó continuadores. Para dar al lector moderno una idea de la personalidad artística de esta mujer, habría que hacer con ella un parangón simbólico con la creación del mundo.
Ella ordenó el caos poético y creó el mensaje lírico con tono personal y el acento de quienes se acercan al público para brindarle el arte de los más grandes poetas de todos los tiempos, sin diferencias de religiones, ni de idioma, ni de métrica, ni de ritmo, ni de rima. Ella tomaba la poesía y la transformaba, hacía del poema un todo diferente, un mensaje capaz de ser comprendido por los públicos de todo el mundo, aunque no entendieran nuestro idioma.
Su voz y su maravillosa garganta eran el hilo conductor a través del cual llegaba con exactitud al público que la escuchaba.
Durante cuarenta años de su actividad artística, Berta Singerman viajó constantemente de América a Europa y de Europa a América para responder a los compromisos con pueblos lejanos y, en muchos sentidos, extraños a nuestra cultura.
Pertenecía a una generación de "monstruos sagrados" en el orden artístico. Ser mujer y ser admirada era mucho más importante que pasar por la mente del público como una buena actriz, una excepcional recitadora, una recreadora de la poesía. Ella no descendía de su pedestal para acercarse al público. El público la admiraba como a una especie de ser mágico capaz de devolverle a sus poetas nacionales reconocibles y cercanos a su sensibilidad humana. Fue imitada por cientos de mujeres y de hombres en el área de nuestro idioma y todos quedaron en recitadoras y en recitadores.
Ella era la reencarnación de la poesía que decía frente al público, y cuanto más público tenía más poderosa aparecía en los estrados.
Su nombre fue sinónimo de fuerza creadora, de arte en el decir, de encarnación admirable del genio de los poetas que pasaban, a través de su voz, hacia la sensibilidad de las gentes más heterogéneas en todas las ciudades.
Todas las voces
El Cantar de los Cantares, del Antiguo Testamento y el Sermón de la Montaña, el más célebre mensaje de Jesús, del Nuevo Testamento, fueron piezas que ella divulgó al público mediante su enorme capacidad de transformarse de lectora en intérprete y de intérprete en mensajera.
Judía de nacimiento y de religión, Berta Singerman demostraba así a quien quisiera juzgarla que la voz del amor más sublime entre los amores y el juicio más severo para el "hombre nuevo" del cristianismo eran piezas igualmente válidas para ser oídas y comprendidas por el público de su tiempo. En todo cuanto decía había arte personal, además del arte que cada poeta había puesto en su obra.
Su voz tenía todos los matices y lo mismo hacía un viejo que pide limosna que una adolescente que imagina su primer diálogo con el amor.
El idioma era en ella un vehículo de poderosa comunicación con el público. Shakespeare, Calderón, Moliére, Lope de Vega, Racine, Whitman, León Felipe, Guillermo Valencia, Carlos Pellicer, José Hernández, Leopoldo Lugones, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Alfonsina Storni, García Lorca, fray Luis de León, Goethe, Georg Kaiser, Gabriela Mistral, etcétera, son sólo algunos de los grandes nombres que ella hizo accesibles a todos los públicos.
Existen fotos suyas en diversas ciudades y escenarios del mundo, rodeada siempre por multitudes. Sabía lucir, además de una voz incomparable, el ademán justo que cada poema le exigía. Fue recibida y agasajada por reyes (Alfonso XIII de España), presidentes de repúblicas, autoridades eclesiásticas, y recibió las más dispares y codiciadas condecoraciones, llaves simbólicas de ciudades, recepciones académicas, etcétera.
Los más grandes poetas de nuestra lengua le dedicaron poemas especialmente escritos para exaltar su talento y su personalidad artística. Hizo diversas temporadas teatrales en nuestro país y siempre se mostró dueña de su capacidad de intérprete.
Empeñosa voluntad
Berta Singerman había nacido en Minsk (Rusia) en 1901 y era una niña cuando vino a la Argentina con sus padres. Estudió siempre con la empeñosa voluntad característica de muchos inmigrantes y desde muy joven sobresalió en el arte que después paseó por el mundo. Se casó con Rubén Stolek, quien fue hasta su muerte su marido y su empresario.
Berta Singerman también hizo algunas películas. En su juventud alguien le había dicho: "Haz un voto, entiérralo profundamente, siembra belleza y cosecharás fama". Ella grabó estas palabras en la parte interior del sello de su anillo preferido y nunca se desprendió de ellas.
Fueron proféticas para su destino de artista.
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