Bernardo Carey: “La dramaturgia y la dirección son dos oficios distintos y, a veces, opuestos”
Subió a escena Cosméticos, una de sus obras principales, en el Teatro del Pueblo
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Nacido en 1934, Bernardo Carey, se conecta vía Zoom, con su simpatía y alegría para comenzar la entrevista con LA NACION. “Me va bien”, dice sonriente uno de los dramaturgos más importantes del teatro argentino. Además de ser el primer docente de la carrera de Dramaturgia creada en 1993 en la Escuela Nacional de Arte Dramático, sigue ligado a Argentores; es integrante fundamental de la Fundación Carlos Somigliana, creada en 1990 para estimular la autoría nacional y que se ocupa además de velar la salud, la integridad y el futuro del Teatro del Pueblo.
En esa sala emblemática fundada en 1930 por Leónidas Barletta, subió a escena hace poquito Cosméticos, una obra de Carey estrenada por primera vez a mediados de 1979 con Lidia Catalano. En esta oportunidad vuelve para hablar también del presente, con Mariángeles Bonello, Julieta Ceolin, Cecilia Labourt y Roxana Randón.
La puesta estaba prácticamente lista justo antes de que el decreto aquel que quedará en la historia para siempre suspendieran todas las actividades y reclamase el encierro de la población. Así que Cosméticos esperó que la pandemia se calmase para poder ver su estreno. En el medio de la espera, su director Julio Ordano murió. Sin embargo, el elenco quiso continuar adelante porque así lo hubiese querido Ordano.
“Él estaba enfermo y llevaba una vida muy activa. Era muy vigoroso, una especie de atleta. Murió muy rápidamente, estuvo internado una semana. Fue muy abrupto. Y el elenco que estaba listo planteó hacerlo como homenaje a él y salió muy bien. Su asistente, Julieta Ceolin, persigue lo que dejó expresado Julio. Él tenía interés de que la obra se hiciera de todas maneras, era un laburante de teatro, con mucha producción, era imparable”, rememora con cariño y nostalgia Carey. Ordano dirigió seis obras de su autoría. El dramaturgo recuerda y no olvida que, incluso, es probable que se dedique al teatro gracias a Julio Ordano. Es que Carey trabajaba en la antigua Librería Santa Fe, en Santa Fe y Larrea, cerraba tarde y cuando la ciudad quedaba tranquila, después de las diez de la noche comenzaban a llegar intelectuales. “Había tiempo, ni qué hablar en invierno. Yo escribía narrativa por aquel entonces y comencé con algo que primero creí que se trataba de un ensayo histórico pero empezaron a surgir los diálogos como si tuvieran vida propia. Se ponían a hablar los locos. El asunto es que terminó siendo mi primera pieza teatral escrita El silicio de alivio”, repasa Carey. Esa obra, sin embargo, la estrenó muchos años después en el teatro San Martín Lorenzo Quinteros pero hizo que Julio Ordano llegase a la librería a conocer un poco más de este nuevo autor. Ordano se entusiasmó con dirigir la obra Cosméticos y así fue como Carey llegó a su estudio en Palermo, vio a Lidia Catalano y no tuvo dudas de que era la protagonista.
“Cosméticos se trata de un mundo sin hombres, de mujeres solas, los hombres son un adminiculo más que propicia la acción. Se trata de una abuela, que representa al pasado, una madre, que es el presente, la hija como el futuro y una especie de criada, un personaje marginal que es el correveidile. Durante la pieza, habrá permanentemente un choque de poder entre las tres” cuenta Carey que asegura que para cuando la escribió la cuestión de la femineidad no estaba en el espacio en el que se encuentra ahora y que, por eso, hoy se volvió más fresca y actual. “La titulé así porque de todo lo que habla, en realidad, está oculto por un manto que cubre la memoria, el recuerdo. No piensan lo mismo del pasado y el cosmético es lo que tienden utilizar para poder convivir, sobre todo la mayor, la abuela. Sin embargo, ni siquiera los cosméticos le pueden tapar las arrugas de la cara, que son la hija y la nieta. La vida misma que no puede ser olvidada ni cubierta con cosméticos”, concluye Carey que rememora aquellos tiempos y recuerda que con esta obra abandonó prácticamente la narrativa cuando sintió la vigorosidad de sus textos actuados y puestos en voz alta por actores y vividos por espectadores activos.
Bernardo Carey es de esos dramaturgos de oficio. Escribe todos los días, un poco a la mañana y otro poco a la tarde. “Antes escribía de noche pero ahora elijo hacerlo ni bien empieza el día, inmediatamente, para no estar contaminado”. En la actualidad escribe varios proyectos a la vez; uno de ellos gira en torno a la Guerra por las Malvinas. Cuando empezó a trabajarlo se había escrito muy poco sobre el tema, pero hoy en día es todo lo contrario. “Hay dos sujetos que se repiten en un hecho odioso de la política argentina: los aeronáuticos por un lado y los jóvenes por otro, en los famosos vuelos de la muerte que hubo. Trabajé con las dos imágenes: las Malvinas y los vuelos de la muerte. Generaciones parecidas. Dos planos que se unen. Es un tema muy doloroso. Y además, en la historia hay un amor no correspondido”, repasa Carey quien jamás dirigió una obra porque le parece que esta costumbre tan porteña y contemporánea de dirigir los textos propios a él no le sirve demasiado. “Siempre que veo mis obras en un escenario son mejores que lo que yo escribí. Tuve buenos directores de estreno, como Julio (Ordano), Manuel Iedvabni –ambos murieron en los últimos tiempos–, Lorenzo Quinteros, por ejemplo. El último que tuve fue Daniel Marcove que es un gran director también. Son todos de la misma escuela: iluminan la obra escrita, la convierten en otra cosa. Nunca pensé en dirigir mi obra. Me parece que sería repetir lo que ya he hecho, no podría. No me atrae personalmente como experiencia y tampoco como resultado porque no veo que sea excelente en todos los casos. Son dos oficios distintos y en algunos momentos opuestos: de alguna manera el autor está inventando de la nada y el director está inventando de la cosa, de lo existente”.
Para agendar:
Cosméticos, viernes a las 20 en Teatro del Pueblo, Lavalle 3636.
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