Bello trabajo para los más chiquitos
El viaje de Azul / Idea: El Nudo Compañía Teatral / Dramaturgia: Marina Trajtenberg / Intérpretes: Julieta Grisnspan, Daniel Scarpitto, Telma Skocznadek, Mariana Trajtenberg, Claudia Villalba / Diseño de objetos y de títeres: Alejandra Alonso / Luces: Sebastián Ochoa / Realización de títeres y objetos: El Nudo, Alejandra Alonso / Animación: El Nudo, A. Alonso, Lorena Sagiryán / Música: Federico Palmero, José Ríos / Sala: Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543 / Funciones: sábados, a las 16, y domingos, a las 15.30; en vacaciones de invierno, de martes a domingos.
Nuestra opinión: Muy buena
Azul no quiere terminar de despertarse. Las obligaciones tiran, el reloj insiste, la ciudad apremia, pero dormir es más lindo. Tal vez, soñar sea el verdadero deseo de Azul. Sin embargo descubrirá prontamente que puede seguir soñando fuera de su cama y de su cuarto. Al fin y al cabo, emprender un viaje es un modo de soñar.
El viaje de Azul está pensado para los más pequeños: argumento, tema, personajes, textura de los títeres. Éstos y el universo que los rodea son textiles, tanto personajes como espacios y objetos. Y eso crea un sistema profundamente cálido, reafirmado además por los colores que ponen en juego.
La historia es simple, se conjuga de pequeños actos cotidianos: despertarse del sueño, olvidarse un cuaderno, buscar una media, andar entre las hojas secas. Pero los recursos que ponen en juego no son ni pocos ni sencillos. Al fin y al cabo, los niños están acostumbrados a la pronta mutación.
Entonces se proponen cambios de lugares de ficción, multiplicidad de tamaños, canciones divinas, la oscilación/amalgama entre lo cotidiano y lo definitivamente fantástico. Ahí es donde conviven el momento de despertarse con un insistente reloj y un gato (que luego elige volver a dormirse), la escuela, el cuaderno con los viajes de sueños, el vuelo, el crecer y el achicar a los personajes siguiendo la receta de una Alicia en algún país de maravillas. Una mención a la música, que a diferencia de otras obras para niños está "trabajada" con sumo respeto para los pequeños oídos.
El diseño de los objetos es de una belleza a toda prueba, pero no eligen la prolijidad: la lana de Azul está deshilachada, como de quien anda y pone el cuerpo en lo que hace (un cuerpo humano se verá fatigado, acá la materialidad denota ese andar, ¿un engancharse, rasparse con las cosas?), y quedan en él las marcas.
Ese trabajo con la transformación constante, las mesas que hacen circular y el cambio de focalización están acompañados por un ritmo inmensamente adecuado. Tienen un tempo ideal porque los títeres no manejan la misma temporalidad que los actores y la gente de El Nudo lo sabe muy bien.
Se trata de un hermoso espectáculo, cuidado, preciso, que está destinado a los más chicos y que disfruta todo aquel que sepa observar las cosas bellas.
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