Beethoven para principiantes: conciertos, sinfonías, sonatas y más para descubrir en streaming
La posición histórica de la música de Ludwig van Beethoven, en esa especie de fiel de la balanza entre épocas distintas pero que se condicionan recíprocamente, depara una ramificación de dificultades estéticas y estilísticas. Es claro que Beethoven llevó a su consumación los principios del clasicismo vienés (hay que recordarlo, su faro fue siempre más Haydn que Mozart), pero a la vez podría sin demasiada audacia asegurarse que, desde el punto de vista de la filosofía del arte, lo que llamamos "música contemporánea" nace con él. Comprendió oscuramente que la sensata conservación y las exigencias de cambio no se anulaban entre sí. Se agrega a esto la explotación literaria de su figura, las tentativas de confiscación política y el anecdotario de la sordera y el infortunio sentimental del que el cine y la cultura popular se sirvieron con suerte variable y dudosa. En 2020, el mundo, en un paisaje impensado, celebra los 250 años del nacimiento de Beethoven, y lo mejor es el grado cero: sus piezas, todas disponibles en Spotify. La literatura, que contra lo que pensaba el poeta no es nunca "el resto", puede esperar.
Sinfonías
De las cuatro notas con las que empieza la Quinta sinfonía al movimiento coral de la Novena pasando por el "Allegretto" de la Séptima, resulta claro que las sinfonías fueron y siguen siendo la parte más popular de la invención beethoveniana. Que en un cuarto de siglo Beethoven compusiera nueve sinfonías contra las más de cien de Haydn y las 41 de Mozart revela una concentración mayor del lenguaje, y cada una de ellas no admite segmentación. De la primera era de las grabaciones, las versiones que Wilhelm Furtwängler registró al frente de Filarmónica de Viena a principios de la década de 1950 son una medida insuperada. Entre las integrales, es ineludible también la de Herbert von Karajan con la Filarmónica de Berlín de 1963. Tres excepciones: la Quinta y la Séptima que hizo Carlos Kleiber (Filarmónica de Viena) y la rugosa Tercera de Nikolaus Harnoncourt (The Chamber Orchestra of Europe).
Concierto para violín, opus 61
Entre sus piezas concertantes, el concierto para violín era una de las que Beethoven más quería. La relación de fuerzas entre el instrumento solista y la orquesta difiere de las piezas para violín, y el concierto entero está dominado por un pathos que, como siempre en Beethoven, no cede nunca al sentimentalismo. No se insistirá nunca lo suficiente en el aire de improvisación feliz del movimiento lento. La violinista Isabelle Faust logra admirablemente esa doble condición (la sobriedad y la aparente casualidad) Claro que la acompaña Claudio Abbado con la Orchestra Mozart.
Sonatas para piano
Hay un punto en que la ejecución del ciclo completo de sonatas para piano es equivalente a la audición. En ambas, hay dos solicitudes que parecen excluirse mutuamente. La causa de esta incongruencia resulta bastante simple y el pianista Charles Rosen la explicó con claridad: la variedad formal de las sonatas es tan asombrosa que da la impresión de que Beethoven encontró en cada pieza una estructura única puesta al servicio de un programa dramático diferente cada vez. A la vez, Beethoven era un arquitecto, en el sentido de su preocupación por la morfología, y la forma sonata está siempre ahí. No por nada Hector Berlioz pudo decir con razón que "las sonatas de Beethoven servirán para medir el desarrollo de nuestra inteligencia musical". Lo es sobre todo para los pianistas. Si hay que optar por integrales, la de Claudio Arrau es para mí la más querida. Su inicio de la Waldstein, por ejemplo, es el revés de la trama. La grabación que hizo entre 1966 y 1969 Daniel Barenboim, por su parte, es microscópica sin perder de vista el tendido continuo. A partir de ahí empiezan las singularidades: la "Appassionata", por Wilhelm Kempff (versión de la década de 1950), "La tempestad" por Glenn Gould, el inolvidable principio de la Patética en las manos de Paul Lewis; y la última, la opus 111, en las manos de András Schiff, o de Maria Grinberg, la joya más secreta.
Missa Solemnis
Una de las dos misas que compuso Beethoven y una de las tres obras de carácter religioso (si consideramos Cristo en el Monte de los Olivos), la Missa Solemnis es un caso extremo del estilo último del compositor. Para su escritura, Beethoven hizo un estudio deliberado de las formas antiguas de la música sacra, sobre todo Palestrina. Estimaba que esas formas se adaptaban a los textos religiosos mejor que el nuevo estilo. Escarpada, pétrea, inútil para la liturgia, la Missa solemnis es el testimonio de una lucha formal, en la que la belleza insobornable del "Benedictus" es tregua y reconciliación. La versión de Karl Böhm con la Filarmónica de Viena logra que la mansedumbre no disimule la aspereza.
Cuarteto opus 131, opus 135 y Gran fuga opus 133
La presunción de que el ciclo de 32 sonatas para piano fueron el "diario personal" de Beethoven podría ser legítima también para los cuartetos, una escritura que lo acompañó casi toda la vida. Beethoven tenía debilidad por el opus 131, y parece que fue la última música que Schubert quiso escuchar. Stravinsky, por su parte, tan poco proclive a la poética beethoveniana, admiró sin reticencias la Gran fuga. Realmente, es el Beethoven más radical de todos, aquél que logra que la música "hable" de algo que ya no es ella misma y no sabemos qué es. Sigue siendo imposible no rendirse ante las versiones de la década del 80 del ya extinto Alban Berg Quartett.
Concierto para piano n°5, "Emperador"
El último de los conciertos para piano de Beethoven es, con justicia, también el más celebrado. El "Emperador" (un alias que no decidió Beethoven) cierra el período que el biógrafo Maynard Solomon llamó "heroico" del compositor, y lo hace con una audacia formal (nunca un concierto para piano había empezado con semejante con el solista tan rápidamente en primer plano) que no desdeña la seducción. El concierto romántico estaba ya cabalmente prefigurado. Una versión reciente a la altura de cualquier otra es la de Mitsuko Uchida con Simon Rattle al frente de la Filarmónica de Berlín.
Sonata para violín y piano n° 9 opus 47, "Kreutzer"
La formación de violín y piano no volvería a ser la misma después de esta pieza publicada en 1802. Beethoven la definió, en su italiano defectuoso, como en "uno stilo molto concertante, quasi como d’un concerto". El primer movimiento, con su drama y su furor, bastan para probar la condición dramáticamente concertante. Pero toda la sonata (cuya parte para violín se juzgó "intocable" en su momento) se despliega por vuelcos de carácter. Entre la cantidad de registros disponibles, nos quedamos con el que Yehudi Menuhin y Wilhelm Kempff hicieron en 1970.
Variaciones Diabelli
Hace pocos días,en una entrevista para LA NACION, Daniel Barenboim observó que las Variaciones Diabelli eran "un universo en sí mismo, una antología de la música". Así es: a partir del vals indigente de Anton Diabelli, Beethoven hace una pieza de una invención monumental, plena de misterio y de humor. Muy pocos, casi nadie, conocen las Diabelli más en profundidad que Alfred Brendel, y fue él mismo quien las definió con una cita de Sobre el teatro de marionetas, de Heinrich von Kleist: "Cuando el conocimiento pasó a través del infinito se vuelve a encontrar también la gracia".
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