A lo largo de la carrera de casi 25 años de Beck, sus momentos más altos –hits de hip-hop extravagante como “Loser” y “Where It’s At”, la comedia funk de Midnite Vultures, de 1999, el folk-rock oscuro de Morning Phase, de 2014– mezclaban indagaciones musicales sinceras con guiños de autoconsciencia. Es un equilibrio que fácilmente puede caer en la parodia barata, y si bien muchos artistas siguieron su camino (Father John Misty es el ejemplo reciente más prominente), pocos lo hicieron con la amplitud, el ingenio o la sensibilidad de Beck. Es por eso que Colors es una buena noticia. Se trata de un intento brillante de reflexionar sobre el pop moderno, y el resultado es el disco más directamente divertido de Beck desde los 90.
Las primeras señales de su nuevo proyecto emergieron en 2015 con la reluciente “Dreams”: una guitarra rítmica cromada y funky con voces variopintas –falsete, cambios de tono salvajes– rebotando como luces contra una bola de espejos, entre arreglos de electropop de los 80 y rock de estadios de los 70. Con melodías explosivas, nuestro héroe se declara “a un año luz de la realidad”, y festeja a una chica que lo está haciendo sentir drogado. En el single “Wow”, de 2016, seguía sintiéndose así, con una base de trap fumón y un caleidoscopio de silbidos, sobre los que rimaba “jujitsu” con “una chica con un Shih Tzu” con un flow de la vieja escuela. Era la zapada marihuanera más graciosa en mucho tiempo, muy lejos del lunático Morning Phase, pero no menos conmovedor.
Ambas canciones se destacan en Colors, y lo mismo pasa con casi todos los temas, en términos de destreza pop retorcida. La canción que da título al disco conjuga una melodía de ocarina con aplausos de cyborgs y voces aparentemente robadas de “White Lines”, de Melle Mel. Con un piano de music hall, “Dear Life” es un guiño tanto a los Beatles como al fallecido virtuoso del indie-folk Elliott Smith. Es un recordatorio de la tradición de la que viene Beck, al igual que “I’m So Free”, cuyo título pronuncia como para que parezca “soy tan falso”, mientras unos cambios de acordes brillantemente agresivos recuerdan a Nirvana.
Una prueba del respeto del que disfruta Beck es que su colaborador en Colors sea Greg Kurstin, el productor y compositor superestrella que ayudó a Adele a crear “Hello”, probablemente el mayor éxito de pop del siglo XXI. (Ambos, además, tienen una historia: Kurstin fue tecladista de la gira de Sea Change de Beck, en 2002.) Juntos, cargan todas las canciones de ideas sónicas, incluso cuando se enfocan en la simplicidad más pop.
El título de la extrañamente cautivante “Fix Me” remite a la balada grandilocuente de Coldplay, probablemente no por accidente. Con adornos de campanas, su estrofa más destacada dice: “Te deseo, te deseo, te deseo, oh, te deseo”. ¿Trillado? Probablemente. Pero los clichés son clichés por una razón. Y en las manos de la persona adecuada, lo cotidiano puede sonar absolutamente fresco y esencial. Es exactamente lo que pasa acá.
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