Barney, un muñeco con poca fantasía
"Barney el dinosaurio" ("Barney´s Great Adventure"/1999), producción norteamericana en colores presentada por 20th. Century Fox. Hablada en español. Guión: Stephen White, basado en una historia de Stephen White y Sheryl Leach. Fotografía: Sandi Sissel. Música: Jan Rhees. Intérpretes: George Hearn, Shirley Douglas, Trevor Morgan, Diana Ride, Kyla Pratt y otros. Dirección: Steve Gomer. Duración: 74 minutos. Calificación: apta para todo público. Nuestra opinión: regular.
Desde 1992, y con una audiencia de once millones de personas, siete nominaciones al premio Emmy y cuarenta y cinco millones de videos vendidos, las aventuras de Barney atraparon desde la televisión a niños de todo el mundo. Su traslado al cine, pues, se imponía, y ese dinosaurio color púrpura llegó a la pantalla grande para divertir a los pequeños espectadores.
El mensaje de esta serie pretende que los niños den rienda suelta a su imaginación y, fundamentalmente, logren entretenerse. Sin embargo, ambas pretensiones están bastante alejadas de esta muestra cinematográfica. Aquí dos hermanos -una chica y un varón- y una amiga de ambos llegan a la granja de los abuelos de los dos primeros. Entre los juguetes que llevan en el viaje está Barney, un dinosaurio de plush en el que las muchachas depositan todas las esperanzas de que se convierta en algo real. El hermano, sin embargo, no cree en esa suposición.
No hay que ser demasiado imaginativo para suponer que Barney cobra vida. Y así se inicia una fantasiosa fábula que abarca un huevo encantado, unos personajes algo insustanciales y corridas, escondidas y algun susto que salpimenta la historieta matizada con monótonas canciones, una coreografía con escaso ritmo y una escenografía abundante en colorido y desborde.
La primera parte del film es lánguida y demasiado dialogada, y la segunda intenta resaltar la bondad, la poesía y la solución de todos los problemas que dejó Barney en su travieso camino.
Intento fallido
No es fácil narrar desde la pantalla grande una trama que interese a los muy pequeños espectadores, y aqui el director Steve Gomer poco pudo hacer con un guión que careció de esa sustancial inocencia solicitada para entretener a un auditorio tan particular.
Si Barney fue un éxito desde la pantalla chica, su entrada al plano cinematográfico queda simplemente como un intento frustrado de rescatar a un personaje que los pequeños saboreaban con fruición desde sus casas. Así, el film pierde candor y queda como un producto anodino elevado, muy pocas veces, por algunos escenarios coloridos y por poquísimos gags de inmediato impacto.
El elenco apostó a la sinceridad, aunque todos sus integrantes no aportaron magia ni poesía, en tanto que los rubros técnicos cumplieron con simple rutina el encargo de ser fieles a la sutil imaginación.
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