Cine
El fin de una era. Pensamos que era lo peor que podía pasarle a Hollywood. Que un error en los premios Oscar, nada menos que a la hora de entregar el galardón a la mejor película, sería el punto más bajo del año para la industria del cine norteamericana, que solía ser la más aceitada y precisa máquina del mundo del entretenimiento. Hasta que dejó de serlo, y ya no por una torpeza de los contadores encargados de entregar los sobres en los premios de la Academia. Esa confusión, que hizo que por un algunos minutos La La Land le usurpara el lugar de la mejor película del año a Luz de luna, pareció una tragedia ¡Cuánta ingenuidad!
Con la perspectiva que dan el paso del tiempo y el completo derrumbe de la pátina de brillo y glamour de Hollywood, ahora se sabe que el verdadero punto de inflexión llegaría en octubre, cuando The New York Times publicó una investigación periodística que reveló los abusos y acosos sexuales cometidos por el productor Harvey Weinstein a lo largo de varias décadas. En pocos días, el muro de silencio empezó a resquebrajarse, cuando las esquirlas de las denuncias lo impactaron con una contundencia directamente proporcional a los años en que fueron acalladas, descartadas y escondidas bajo las mullidas alfombras rojas.
Entre las víctimas del otrora poderoso productor estaban empleadas, aspirantes a actrices y muchas intérpretes ya reconocidas como Rose McGowan , Gwyneth Paltrow, Angelina Jolie, Ashley Judd, Asia Argento, Mira Sorvino y Daryl Hannah. A Weinstein se sumó en el escarnio público Kevin Spacey , acusación que demostró tener consecuencias inmediatas y muy visibles. Ante la publicación de una entrevista con el actor Anthony Rapp en la que contaba que Spacey lo había acosado sexualmente cuando era un adolescente, Netflix decidió que House of Cardsse quedara sin su protagonista/símbolo y el director Ridley Scott lo borró de su película Todo el dinero del mundo.
Serían las primeras reacciones ante una situación que muy rápidamente demostraría tener un alcance mucho más amplio y profundo de lo que se imaginaba. O de lo que muchos se animaban a admitir. Es que por todos los casos denunciados también aparecieron quienes durante años fueron cómplices de las prácticas de abusos y manipulación.
Desde George Clooney, Quentin Tarantino hasta Meryl Streep , todos debieron referirse al tema y explicar que sus décadas de silencio y de pública amistad con Weinstein se debían al desconocimiento sobre sus conductas y no a la complicidad. Una defensa que en muchos casos fue desmentida por las involucradas y que en otros sonaba más a un sálvese quien pueda que a verdadera autorreflexión. Un instinto de supervivencia provocado por el inesperado y necesario cambio de paradigma, un quiebre del estado de las cosas tan radical que aún es imposible calcular qué formas asumirá a la larga, aunque la lista de proyectos cancelados o reimaginados al ser tocados por el escándalo sigue creciendo día a día.
Hollywood tiene una historia repleta de quiebres internos, pero ni el final del cine mudo, ni la caída del sistema de estudios o el ascenso de la TV pueden compararse con el cataclismo que enfrenta por estos días. Este año será recordado en Hollywood como aquel que comenzó con un papelón que quedó apenas en anécdota, después de que el secreto a voces de la misoginia en la industria cultural con más influencia del planeta se transformara en un grito, en miles. En un movimiento sin vuelta atrás.
Doce meses marcados por la concurrencia de la taquilla.El año se cierra de manera muy distinta a lo que la mayoría imaginó después de las excelentes cifras alcanzadas durante el primer trimestre. Después de marzo, el mercado desbordaba de optimismo y hasta algunos creían que se “pulverizaría” el récord de 50 millones de entradas vendidas en todo el país alcanzado en 2015, la mejor marca de las últimas tres décadas.
Nada de esto ocurrió y el final, en cambio, dejó un sabor agridulce. A la hora del balance, 2017 concluye con algo más de 47,3 millones de entradas vendidas, menos de las 48,3 millones de 2016 (otro año marcado por el camino de la expectativa a la desilusión), pero superior en taquilla a cualquiera de los otros ejercicios de la última década.
No hay un solo factor que explique esta nueva frustración. Más bien, una suma de ellos: el rendimiento por debajo de lo esperado de varios de los estrenos más esperados (tanques como Transformers: el último caballero, Cars 3, Liga de la Justicia y Piratas del Caribe: la venganza de Salazar), algunas decisiones erróneas en la elección de la fecha de estreno por parte de las distribuidoras locales (que derivaron, por ejemplo, en la estrepitosa caída en junio del 43% de la concurrencia respecto del año anterior) y, sobre todo, la concentración en la oferta de títulos. Al acaparar algunos de ellos en su fecha de estreno casi la mitad del escaso millar de pantallas disponibles en el país y rendir por debajo de lo esperado, muchas otras películas con gran potencial no pudieron estrenarse o lo hicieron en condiciones muy desventajosas. Una fotografía se repitió, sobre todo en la segunda mitad del año: complejos multipantalla acaparados por un solo tanque de menor respuesta quea lo esperado, y detrás, casi inadvertida, una multitud de novedades que apareció y desapareció sin que nadie se diese cuenta.
En este panorama, Mi villano favorito 3 resultó la más vista del año (aunque con un millón de espectadores menos que la película de los Minions, puntal del récord de 2015);el terror triunfó con It (Eso), del argentino Andy Muschietti (cuarta entre las más vistas del año), y Mamá se fue de viaje, quinta en esa lista, se convirtió por amplio margen en el título argentino del año. Su director, Ariel Winograd, se consagró como el rey de la comedia local, y su protagonista, Diego Peretti, llevó esta vez más gente al cine que Ricardo Darín y Guillermo Francella .
Reclamos, debates y un fuerte cambio en la cúpula del Incaa. Termina un 2017 agitado para el debate político ligado al cine y marcado por el despido, a mediados de abril, del productor Alejandro Cacetta como presidente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) y su reemplazo por quien fuera su vicepresidente, Ralph Haiek , un hombre formado en el mundo de la TV paga con llegada directa a la Casa Rosada.
Con el recambio, el Gobierno anunció, en palabras de Haiek, que quiere transformar eal Incaa en un organismo “moderno, ágil y transparente” , llevó a la Oficina Anticorrupción reclamos por irregularidades que atribuyó a resabios de la gestión kirchnerista, garantizó reiteradamente los fondos del plan de fomento fijados por la Ley de Cine para la producción local y buscó abrir puentes y consensos con el sector audiovisual a partir de la designación del abogado y crítico Fernando Juan Lima como vicepresidente.
Varias entidades del sector, sin embargo, desconfiaron de la palabra oficial y encararon varias movilizaciones que prometen repetir en 2018. El año que se cierra dejó también un cambio de mando en el Festival de Mar del Plata (que tuvo por primera vez un director artístico extranjero, el norteamericano Peter Scarlet ) y la muy bien recibida reapertura del Museo del Cine.
Televisión/Series
Las maratones de series nos quitaron el sueño y nos volvieron especialistas. "Terminé con Stranger Things , ¿qué veo?” Lo que antes era un clásico de las reuniones para el crítico especializado, que repartía recomendaciones para propios y ajenos, se volvió universal en 2017. Entre muchas otras cosas, este fue el año en que nos obsesionamos con las series. Y en que cada espectador fue un crítico.
Gracias a la masificación del consumo on demand –del streaming de Netflix y Amazon , pero también de las apps de HBO , Fox, el sistema Flow y más–, que impulsó el crecimiento exponencial y la diversificación de la oferta, ver series se convirtió en el pasatiempo más popular en el globo, precisamente porque es una experiencia que puede ejercerse socialmente, pero con reglas individuales.
Algunos espectadores se mantuvieron fieles al ejercicio propuesto de la maratón, perdiendo días enteros de sueño sumergidos en algunas de las grandes historias que descubrimos este año (las que nuestros críticos celebraron particularmente pueden encontrarse aquí), pero otros “televidentes” prefirieron evadir spoilers y dosificar el consumo al ritmo de sus obligaciones cotidianas y las demandas que ejercía la propuesta en el espectador.
Ese, sin ir más lejos, fue el caso de Twin Peaks: The Return , la serie, que aquí emitió semanalmente Netflix , con la que David Lynch arrasó con los pocos preconceptos que aún quedaban en pie acerca de qué podía hacerse en TV (hasta el punto de causar una minipolémica al ser seleccionada como una de las mejores “películas” del año por varias publicaciones extranjeras). Su memorable, hipnótico e irreductible capítulo 8, centrado en una posible génesis atómica del mal, será seguramente sujeto de incontables tesis, ensayos periodísticos y teorías filosóficas en los años venideros.
Pero, silenciosamente, habrá hecho algo más: ampliar el paladar estético y dramático de un público masivo e internacional que difícilmente se hubiese acercado a otras obras de Lynch en el cine (o a la de otros artistas que se han mudado a la TV este año), pero que sí se animó a descubrir –sacando partido de la posibilidad de elegir cuándo y dónde ingresar en su particular universo– si Twin Peaks: The Return “era para tanto”. Al librarse de la tiranía de la programación day and date, de las series que desaparecen del aire justo en el momento en que recordamos que querríamos verlas, los catálogos infinitos del streaming y el OD también alargan la vida y ensanchan el público de las ficciones, desde las más experimentales hasta las más convencionales. Construyen audiencia que, hecho el trabajo de “ponerse al día”, se incorporan a la masa de fanáticos que esperan el anuncio de su regreso contando los días. Sólo quizá Game of Thrones , el último gran tanque televisivo, logró reunir una hora a la semana a millones frente al televisor.
Para el resto, el poder del boca en boca –que ha tenido como foco ficciones de procedencias inusuales para el público local, desde la islandesa Trapped hasta la alemana Dark–, de la recomendación desinteresada para llenar una tarde de lluvia con una obra maestra (o con una propuesta fallida a pesar de los pergaminos o la insistencia del algoritmo) también hizo que les pidiéramos más a las historias y personajes con los que pasamos nuestros ratos libres, exigencia que ya provocó cambios en nuestra pantalla (ver aparte). El consumo exponencial de ficciones sólo puede sostenerse con una oferta diversa y de calidad, y estos doce meses entregaron más títulos que horas del día para disfrutarlos. Por suerte.
Hubo ficciones argentinas para ver en casa y en el extranjero. El hecho no es nuevo, pero en 2017 se afirmó. Hablamos de la producción de ficciones realizadas en el país, con vistas a conquistar público fronteras afuera. Las series más destacadas que se vieron en el prime time de los canales líderes de la TV abierta se replicaron en señales internacionales de la TV paga. El caso de éxito fue Un gallo para Esculapio, que mostró un excelente trabajo en el guioón, en la realización y en la labor actoral de varios integrantes del elenco. La propuesta tuvo espacio en Telefé y en TNT Series. Lo mismo pasó con La fragilidad de los cuerpos, basada en la novela del mismo nombre de Sergio Olguín, y con El maestro , que protagonizaron Julio Chávez e Inés Estévez. Ambas pudieron verse por Eltrece y también por TNT (en el caso de El maestro, se sumó Flow).
Pero la tendencia no se limitó a estos casos. Por un lado, luego de varios años de haberse realizado las dos temporadas de Epitafios, HBO volvió a encargar a una productora local una de sus ficciones originales para la región. Se trató de El jardín de bronce, la historia basada en la novela de Gustavo Malajovich, que protagonizó Joaquín Furriel.
Los estrenos plasmados en pantalla se suman a los anuncios, con los planes de Netflix de producir en la Argentina varios programas que seguramente marcarán 2018 . En ficción, el proyecto más importante es la serie Edha, que realiza la plataforma de streaming con la dirección de Daniel Burman. El otro proyecto de series de ficción es el de Go! Vive a tu manera, una historia juvenil en la línea de programas como Chiquititas y Violetta, sobre una adolescente con talento musical y una situación familiar dramática que ingresará a una prestigiosa academia artística.
En el caso de Fanny, la fan , la intención de hacer un producto familiar que sirviera fronteras adentro y afuera no funcionó: levantado prematuramente del aire en Telefé, culminó su carrera en streaming. En el otro extremo estilístico estuvo el éxito de Las Estrellas , tira de Pol-ka que Eltrece emite en el horario tradicionalmente ocupado por tiras costumbristas. Mostró, por el contrario, una ficción contemporánea y adulta, en un escenario con costumbres de un mundo globalizado –hubo hasta festejo del Día de Acción de Gracias–, donde se impuso por sobre los nombres más reconocidos del elenco la historia de amor que interpretaron Violeta Urtizberea y Julieta Nair Calvo.
El año en que ShowMatch estuvo muy cerca de colapsar. Una vez más, Marcelo Tinelli protagonizó el triunfo del año. Su programa tuvo un rating promedio de 17,8 y fue el más visto de toda la TV abierta de 2017. Pero también le pertenecen la paradoja y el conflicto del año. Porque el desarrollo del exitoso ShowMatch, en especial durante el tramo final del año, estuvo a punto de colapsar por los problemas del grupo Indalo, propietario de Ideas del Sur. Los problemas empezaron en julio y obligaron a la cancelación del Aquadance, el más vistoso de los segmentos del “Bailando”, pero se agravaron cerca del cierre del ciclo. Hubo jornadas de noviembre y diciembre en las que la salida al aire del “Bailando” corrió serio peligro por todo tipo de deudas, desde sueldos y honorarios artísticos hasta taxis y pagos a proveedores, debido a la precaria situación del holding de Cristóbal López y Fabián de Sousa, hoy detenidos por no pagarles al fisco unos 8000 millones de pesos en concepto de impuestos a los combustibles. El propio Tinelli, que debió pagar de su bolsillo algunas de las deudas para garantizar la salida al aire,llegó a acusar a los dueños de Indalo de “estafa” e “insolvencia fraudulenta”. El conductor había vendido a Indalo la totalidad de Ideas del Sur y permanecía contratado por ese grupo como conductor y director artístico, pero acordó su desvinculación y quedó en libertad para encarar en 2018 la continuidad del “Bailando” con una productora propia, mucho más pequeña. El cierre de la temporada 2017 de ShowMatch fue todo un símbolo del complicado cuadro: se emitió en la noche del lunes 18 de diciembre, jornada que se recordará por los gravísimos episodios de violencia frente al Congreso cuando estaba por debatirse la reforma previsional.
Música
Las giras más convocantes pasaron por Buenos Aires. De las diez giras mundiales que más recaudaron esta temporada, seis pasaron por la Argentina, una vino en 2016 ( The Rolling Stones , que lidera el ranking) y una vendrá en 2018 ( Roger Waters ). Las seis que vimos y disfrutamos son las de U2 , Coldplay , Bruno Mars , Guns’N Roses (con The Who), Ed Sheeran y Ariana Grande quienes, según la consultora Pollstar, se ubicaron este año en los puestos dos, tres, cinco, seis, nueve y diez, respectivamente. Los únicos que no vinieron del top ten son Lady Gaga y Dead & Company (la banda que ex miembros de Grateful Dead formaron con John Mayer, quien sí vino a Buenos Aires).
La gran oferta de shows internacionales a cielo abierto no sólo fue la marca de la temporada que se va sino que también dejará un surco importante en la que está por venir. A esta altura ya hay confirmados y con entradas a la venta –incluso con tickets agotados, en algunos casos– visitas de Foo Fighters, Rod Stewart, Katy Perry, Phil Collins, Radiohead y Depeche Mode (N° 11 en la lista de tours más recaudadores de 2017).
Las particularidades de esta temporada giran alrededor de estos grandes shows que se convirtieron en experiencias intensas, en recitales a los que todos quisieron ir. U2 volvió a La Plata con una gira construida alrededor de su álbum icónico, The Joshua Tree, cumplió con la expectativa y dejó una anécdota para el recuerdo: permitió que su público viera primero el partido entre Ecuador y Argentina que definió la clasificación de nuestra Selección al Mundial de Rusia.
El Único de La Plata confirmó su rol de “nuevo Monumental”. Por allí pasaron y brillaron Ed Sheeran, Bruno Mars, Coldplay, que cerró la gira mundial que allí mismo había empezado en 2016, y Guns N’Roses con The Who. La banda de Roger Daltrey y Pete Townshend pagó su deuda con el público argentino con un show notable. En cuanto a los festivales, Lollapalooza marcó un nuevo hito al convocar más de 90 mil personas por noche. De hecho, The Strokes, que cerró la segunda jornada, al día siguiente le contó al mundo que había brindado el show más convocante de su carrera. El BUE, con Arcade Fire y Gorillaz , consolidó su regreso y el Sónar , con Sigur Rós, se mantuvo como exponente único de una oferta que incluye a la electrónica y a las nuevas tendencias. Del regreso de Los Ratones Paranoicos al show con butacas de Sting, el Hipódromo de Palermo se estableció como un “venue” muy interesante para la Ciudad de Buenos Aires.
El Mató y Los Espíritus, las voces de una nueva generación independiente. En la medianoche fría del viernes 23 de junio,Él Mató a un Policía Motorizado acababa de cerrar uno de los cinco shows con entradas agotadas con los que presentó su álbum La síntesis O’Konor y un grupo de jóvenes se reagrupaba a la salida de Niceto Club luego de dos horas de celebración sin respiro. “Y mañana todos a Flores, ¿no?”. La respuesta fue unánime: “Obvio”. Al día siguiente, en El Teatro de Flores, Los Espíritus presentaban su flamante disco Agua ardiente, con dos shows también con entradas totalmente agotadas.
Con la salida casi simultánea de sus discos, Él Mató... y Los Espíritus confirmaron su gran momento creativo y se instalaron como “las bandas que hay que ir a ver” para toda una nueva generación que, a principios de este mes y en la misma noche (¿casualidad?), mostró su poder de convocatoria y colmó la Ciudad Cultural Konex y el estadio Malvinas Argentinas, en los shows despedida de este 2017 consagratorio para ambos grupos. Con un plan de autogestión que marcó a fuego tanto a sus colegas compañeros de ruta como a sus más jóvenes sucesores (sus conciertos están repletos de músicos amateurs que sueñan imitarlos algún día), las dos bandas construyeron un camino estético bien definido que se hizo carne en sus seguidores.
Repitiendo una tradición que el rock argentino instaló en la década del 80, Él Mató... y Los Espíritus no sólo conquistaron nuevo público local, sino que también cruzaron fronteras y este año llevaron su música a toda América latina y España, con dos extensas y exitosas giras que afianzaron aún más su sonido en vivo.
Más allá de pertenecer a la misma generación que dio los primeros pasos en el under en los albores del nuevo milenio, con la crisis de 2001 sobre sus espaldas y la tragedia de Cromagnon por venir, a las dos bandas también las une cierta búsqueda de la belleza a través de lo simple, apoyándose en la economización de elementos (sonoros y líricos), pero expuestos en su máxima expresión.
Él Mató... y Los Espíritus se convirtieron definitivamente en este 2017 en referentes de una movida que se dio a conocer como “rock indie”, pero que ya sobrepasa la etiqueta y los eleva al estatus de indispensables para comprender el sonido del rock argentino de estos tiempos. Y no sólo lo son desde la refrescada musical que le dieron al género en el país, justo en el año en el que se celebraba el medio siglo de “La balsa”, sino también creando universos poéticos que reflejan el sentir de una época.
Ahí está Santiago Motorizado con sus heroínas “bellas y fuertes” en días en los que las mujeres se ubicaron en el centro de un cambio cultural global, y un poco más allá está la poesía psicodélica-urbana de Maxi Prietto, que en vez de arrastrarse en el asfalto caliente pide por “pobrecita la madre tierra, pudrimos los mares, pudrimos los ríos, pudrimos las aguas que beben los niños”. Signo de los tiempos, que le dicen.
¿Cuál fue la clave de esta expansión creativa que alumbra la escena en la actualidad? La voz de Él Mató... intenta una respuesta: “Lo que veo como característica generacional de muchas bandas con las que nos cruzamos en todos estos años es que hay una entrega total para con el arte. Todos entendimos que la independencia nos permite esa exploración, libre para con las canciones y el arte que hay alrededor. Y este compromiso para con su arte, esta nueva camada de músicos, además busca tener su personalidad bien marcada y no colgarse a cierto sonido que está de moda”.
Música popular: artistas al calor de las masas. El miércoles 2 de agosto, La Renga iniciaba su serie de seis shows en el estadio de Huracán después de una década sin poder tocar en la ciudad de Buenos Aires. Las correctas medidas de seguridad tomadas por la producción de Rock & Reggae junto al productor asociado José Palazzo borraron todos los malos pronósticos sobre otros conciertos masivos del grupo de Mataderos y tras los trágicos sucesos en el show del Indio en Olavarría, donde murieron dos personas. Más de 230.000 personas vieron a La Renga en el estadio de Huracán, con una puesta y un sonido acordes con la banda. Los incidentes fueron mínimos y La Renga demostró que es una de las bandas de rock más convocantes de la actualidad, tanto como el Indio Solari .
Por su parte, Abel Pintos ,convertido ya en una estrella del pop local, fue el primer artista surgido del género folklórico en llenar dos River Plate y convocar 80.000 personas en sus conciertos de diciembre. El crecimiento del cantante, que se había convertido en un artista de estadios tras su show en el Único de La Plata en 2014, aceleró su crecimiento popular con su disco 11.
En un año de crisis para el sector local, Abel Pintos siguió liderando los rankings de ventas en la Argentina. En la última entrega de los Premios Gardel se quedó con tres estatuillas, incluido el Gardel de Oro.
Clásica
András Schiff, el único. Hay obras de arte paradigmáticas que permanecen milagrosas, intactas, magistrales y eternas. Así son, entre algunas otras más, el David, Don Quijote, El ciudadano y la Catedral de Notre Dame. Y seguirán estrictamente igual por los siglos de los siglos. Pero, a diferencia de lo que acontece con las artes plásticas, la literatura, el cine o la arquitectura, la música es un arte performático que tiene vida mientras sucede. Y si la Sinfonía nº 9, de Beethoven, y Tristán e Isolda tienen el mismo nivel de excelencia y magnificencia que esas maravillas antes mencionadas, la música, silente y escrita, necesita del intérprete que la extraiga de la partitura. Y esos instantes, cuando la música suena en vivo, para bien o para mal, son únicos e irrepetibles. Este año, András Schiff interpretó, en piano, el primer libro de El clave bien temperado, de Bach, y construyó un concierto que debería estar en los anales de los acontecimientos más intensos y notables de la historia del Teatro Colón.
En absoluta soledad y sin intervalos, Schiff ofició una ceremonia musical en la que elevó su ofrenda a la memoria de Bach al tiempo que regalaba un presente único que quedará imborrable en la memoria (o en el alma) de quienes tuvieron la fortuna de estar allí. Este pianista húngaro es, posiblemente, el más completo y versátil de todos los que habitan el planeta. De Bach a Bartók, de Schubert a Janácek, o de Beethoven a Schumann, como solista, como músico de cámara o junto a orquestas, Schiff deslumbra por sus modos de aproximación a las obras que interpreta. En todos los repertorios en los que se inmiscuye, Schiff estudia, observa y analiza hasta que, en función de esas indagaciones, llega a lecturas tan personales como inobjetables y novedosas. Pero además, lejos de cualquier enciclopedismo de la interpretación, Schiff es, por sobre todo, un artista sensible, un músico de una elocuencia emocional superior.
Su presencia en el Colón y su interpretación de esa obra descomunal concitaron tanta aceptación y tantas admiraciones que, este año, prácticamente, no hubo ninguna duda sobre quién fue la gran figura musical. Hubo muy buenas orquestas, óperas más que dignas y músicos y cantantes que ofrecieron recitales y conciertos fantásticos. Pero, ese día, Schiff hizo magia. La música de Bach fluyó por senderos desconocidos y los preludios y las fugas de El clave bien temperado fueron presentados en toda su complejidad, en toda su genialidad. El clave… es considerado, unánimemente, una obra teórica. Sin embargo, desde sus manos y desde esa mente brillante, la colección de veinticuatro preludios y fugas se transformó en una serie de dípticos extraordinariamente bellos. Lejos de la reiteración de algún patrón aplicable mecánicamente a todos los preludios y las fugas, Schiff entendió las intimidades de cada uno y, desde ese convencimiento, supo elaborar y darles el trato exacto. Así, trabajando, se hacen los milagros.
A varios meses de aquel lunes de gloria, en el momento de escoger a la figura del año, Schiff emerge inapelable y victorioso aunque este último adjetivo, tan vinculado a lo deportivo, parezca tal vez inadecuado para un músico como él, un pianista insuperable, un artista excepcional que se especializa en la construcción de momentos inolvidables.
in vain, de Haas, un misterio para el ojo y para el oído. Después de escuchar y ver la pieza de Georg Friedrich Haas (la obra es también para el ojo), el crítico Alex Ross escribió en la revista The New Yorker un artículo bastante extenso que concluía con acentos de canonización: “in vain es una obra maestra que transforma la sala de concierto en el lugar de un misterio estremecedor”. Ya antes, el director Simon Rattle había dicho, en la misma línea, que in vain era “una de las primeras obras maestras del siglo XXI”. Corría 2010 cuando salió esa nota de Ross. La pieza de Haas es de 2000 y su estreno argentino (y latinoamericano), con la presencia además del compositor austríaco, se hizo esperar. Pero esa espera valió la pena. Nadie que haya asistido a la única función, parte del ciclo Colón Contemporáneo, hace apenas un mes, a fin de noviembre, habrá salido igual que cuando entró. in vain, escrita para 24 instrumentos, es de esas piezas que se escriben y se escuchan muy de tanto en tanto. La dirección magistral de Erik Oña duplicó esa condición excepcional.
La vanidad a la que alude el título admite una interpretación más general. “Todas las cosas están gastadas, más de lo que se puede expresar./ ¿No se sacia el ojo de ver/ y el oído no se cansa de escuchar?” Haas convierte esos versos del Eclesiastés en una verdadera fuerza artística. Rattle, para citarlo una vez más, compara la superficie de in vain con la de las pinturas de Mark Rothko: habría en ambas una idéntica fijeza que se vuelve dinámica a fuerza de una contemplación obstinada. Hay algo indudablemente visual en esta pieza, que Haas explota teatralmente con el uso de la iluminación de la sala: pasajes de media luz, pasajes de oscuridad total y otros de brusca alternancia y luz y tiniebla.
Pero aquello que vuelve inolvidable in vain no es solamente esta singular espectacularidad ni la minuciosidad de su escritura. No. Es algo menos banal y muy poco técnico: la melancolía radical, su tristeza sin atenuantes. Lo dijo Haas apenas llegado a Buenos Aires: “La música es capaz de transformar la tristeza y la desesperación en belleza”
La ópera volvió a ser una de las protagonistas de 2017. Lo fue con sus altos y con sus bajos y, como siempre, tuvo al Colón como punto de irradiación. Los cambios que sufrió la temporada lírica terminaron siendo la noticia extramusical del año.Todo empezó con la confusa visita de Angela Gheorghiu y la abrupta cancelación (con mensaje de Facebook incluido) para actuar en Adriana Lecouvreur. El teatro explicó después que las condiciones contractuales de la diva eran inaceptable. Hubo más. La Traviata se quedó sin Sofia Coppola, y Andrea Chénier perdió a Lucrecia Martel (cierto que por problemas de salud), a Marcelo Álvarez y al director musical Donato Renzetti. El título, finalmente, logró salir a flote. También desertó la soprano Jessye Norman. En cambio, El caballero de la rosa, de Richard Strauss, resultó el highlight de la temporada, con la estilizada puesta de Robert Carsen y la exacta dirección musical de Alejo Pérez.
Pero la actividad lírica de Buenos Aires tuvo en 2017 otras sorpresas. Hace pocas semanas, dos noticias off Colón mantuvieron esa misma alternancia de luces y de sombras. Por un lado, Buenos Aires Lírica anunció la suspensión de sus actividades para 2018. Por el otro, se lanzó Magna Lírica, una nueva asociación que presentará cuatro títulos en el Teatro Avenida, entre ellos Lulu, de Alban Berg, en el que Darío Lopérfido hará su debut como régisseur. Pero ésta será otra historia, de otro año.
Danza
Ballet y récord de taquilla. Con Paloma Herrera se terminó el mito del Patito Feo. Había una vez –en verdad, varias ocasiones– un argumento esgrimido con soltura y aparente seguridad para justificar la magra cantidad de funciones dedicadas a la danza en el Teatro Colón. “El ballet no tiene público: no vende”. Poco más que fanáticos, ¡lunáticos!, parecían los defensores del Estable frente a esa máxima esgrimida sin sonrojos. Pero resulta que al Patito Feo, acostumbrado a medirse con la ópera, a mendigar funciones y anudar pilatos para quebrar su mala fama, le llegó la hora de convertirse en cisne: en 2017, con la incorporación de Paloma Herrera como directora, el Ballet duplicó la cantidad de funciones, agotó todas ellas y le ganó al mito.
Sólo por contabilizar las presentaciones en el escenario de la sala con boletería, este año se vendieron 51.115 tickets para cinco espectáculos versus los 28.938 de 2016 con cuatro títulos. Por eso, la temporada que terminará mañana quedará en los registros con una luz verde de superávit. (La otra cara de la moneda la aportó el Ballet del Teatro Argentino, que en su anti-festejo 70 aniversario presentó sólo tres funciones).
Herrera fue clara ya en el día uno con sus condiciones para asumir el cargo; también desde el principio fue evidente el apoyo que le daría la directora general María Victoria Alcaraz. Heredado en enero un plan con 22 funciones en el teatro, enseguida se convirtieron en 32, para terminar con 46 (el total incluye 14 espectáculos del ciclo Vamos al Colón para chicos de escuelas y giras por el interior). Pero, atención: si el Colón quiere darle al ballet la envergadura que tiene en los grandes teatros del mundo no puede más que considerar este pequeño récord como un trampolín para seguir creciendo. En este sentido, en 2018 superará las 50 actuaciones.
Sería incompleta la lectura del año si se enfocara exclusivamente el éxito matemático de la compañía; por lo menos otros tres méritos se divisan claros: un cambio en la cultura de trabajo, la promoción de nuevas figuras y la elección de los títulos e invitados.
Lo primero tiene relación con un perfil de profesionalismo que esta conducción quiere pulir hasta el brillo: mantener a los bailarines trabajando en más de una obra a la vez los pone no sólo en training y con avidez para su crecimiento artístico, sino que los habilita a alternar presentaciones de títulos del abono con salidas a otros escenarios con programas técnicamente portátiles, pero valiosos. Así, por ejemplo, presentaron Alicia en el País de las Maravillas (que un mes y medio antes ya estaba sold out) mientras ensayaban las piezas de Noche clásica y contemporánea y empezaban a montar La bella durmiente del bosque.
Herrera no concibe eal Estable como marco decorativo para que se luzcan figuras invitadas. Al contrario, respecto de la elección de los títulos y los roles protagónicos, aun con los celos internos que pudo generar, habilitó a jóvenes bailarinas por primera vez para roles cruciales: Ayelén Sánchez fue Odette-Odile y Camila Bocca, Aurora, dos revelaciones para aplaudir. En la misma línea de realzar el equipo propio, suspendió las galas de estrellas internacionales y convocó únicamente a Isabella Boylston, del ABT, y Marianela Núñez , del Royal Ballet de Londres, para funciones puntuales, dejando un gran margen a los bailarines de la casa. Fortalecer su equipo para ir por más: primera meta cumplida.
El territorio expansivo de los creadores independientes. Sea por necesidad, por urgencia y/o por búsquedas expresivas que definen los tiempos actuales, los coreógrafos contemporáneos de la escena independiente consolidan cada vez más los puentes con otras disciplinas. En ese tránsito construyen otras vecindades posibles en el mapa de las artes del movimiento.En Caravana, de Juan Onofri Barbato y Amparo González Sola, el desplazamiento de esos cuerpos eran tan protagonista como la materia y las resonancias sonoras interpretadas en vivo. En la performance Lugar monstruo, el socio de Iván Haidar era la tecnología casera al servicio de una propuesta que se transforma todo el tiempo.En Saliva y ritmo, Andrea Severa y el Combinado Argentino de Danza copaban la terraza de un teatro para armar una fiesta urbana en la que la poesías de Mariano Blatt, leídas por él mismo, definían los movimientos y los silencios de los performers. En Hemos abandonado nuestra carrera de campeones, de Eugenia Estévez y Diego Velázquez, los textos de la poeta Juana Bignozzi se convertían en uno de los tantos planos de la obra.
Así como en esta serie de desplazamientos, en Proyecto mosquito Daniel Molina llevó el lenguaje del básquet hacia el campo del juego de lo escénico; en Daimón, Luis Garay convocó a una levantadora de pesas y a una boxeadora. En otra ruta de este mapa, Diana Szeinblum, en una nueva versión de Adentro!, incursionó en el lenguaje folklórico y sus ritos en una propuesta coreográfica que tenía algo de reflexión sobre la identidad nacional (línea que sobrevoló El baile, de la francesa Mathilde Monnier). Radicalmente, la identidad de género fue uno de los planos que expuso Leticia Mazur en Los huesos.
Hay un desplazamiento que sigue pendiente, pero que no depende de ellos: que estos notables coreógrafos tengan mayor protagonismo en la escena pública.
Teatro
Una calle Corrientes poco profunda, con grandes figuras. Esta no fue una temporada brillante en lo que respecta a la escena comercial. En 2016 la cantidad de espectadores había disminuido con respecto a 2015. Este año, en el que los productores llenaron las marquesinas de nombres propios con mucho peso, con sólo un 30 por ciento de crecimiento, podría decirse que hubo un “empate técnico” con respecto a 2016. Eso no es muy alentador para 2018 si se tiene en cuenta que en una misma temporada confluyeron Ricardo Darín, Adrián Suar, Julio Chávez, Guillermo Francella, Miguel Ángel Solá, Griselda Siciliani, Enrique Pinti, Diego Peretti, Florencia Peña, Les Luthiers, Midachi, Nicolás Cabré, Facundo Arana y tantos otros. El gran éxito lo tuvo Séptimo, la creación del Cirque du Soleil, que agotó funciones prácticamente antes de su estreno. En tanto, la comedia musical Sugar, con producción de dos pesos pesados como Susana Giménez y Gustavo Yankelevich, encabezó la taquilla durante gran parte del año. Muy cerca estuvieron la imbatible Toc-Toc (séptimo año); Un rato con él, comedia que tiene a Julio Chávez y Adrián Suar como protagonistas; el music hall Bossi Master Show; la propuesta infantil de Diego Topa y Disney Junior; el retorno de Midachi, Les Luthiers, y las comedias Los vecinos de arriba, Como el culo y La puerta de al lado. Y por supuesto, un tanque que viene de 2016: El otro lado de la cama. La tendencia que se ve en la calle Corrientes es: comedias, diversión garantizada, poca inversión (Sugar y American Idiot fueron la excepción) y la mayor cantidad posible de actores famosos que den cierta garantía de éxito. La calidad absoluta la dieron Doble o nada, interesantísimo contrapunto entre Miguel Ángel Solá y Paula Cancio; Todas las rayuelas, inteligente comedia dramática con Hugo Arana y Esteban Meloni a la cabeza; El pequeño pony y Mirjana, dos dramas por los que apostó el productor Sebastián Blutrach.
Escenarios oficiales, con festivales y algunos aciertos. Este año fue el último en el que el Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA) se desarrolló en pleno período de elecciones y en medio de la temporada teatral oficial. Su director artístico, Federico Irazábal, logró que en 2019 se desarrolle en febrero, mes menos “conflictivo” en su logística. Cabe recordar que en esta oportunidad el gobierno porteño le escatimó todo tipo de promoción y publicidad; por lo tanto, se enteraron de su existencia sólo los que pasaban por la puerta del Teatro San Martín o quienes leen los diarios o consultan las redes sociales. En el marco de este festival se destacaron montajes internacionales como Tiger Lillies perform Hamlet;la intensa y fascinante In Spite of Wishing and Wanting, de Wim Vandekeybus; la perturbadora Five Easy Pieces; la sensible Aqueles Dois; la interminable 2666, y la conmovedora He nacido para verte sonreír.
En materia de programación los teatros oficiales tuvieron aciertos y desaciertos. En el Complejo Teatral de Buenos Aires cabe destacar los impactantes montajes de La farsa de los ausentes (Pompeyo Audivert) y El inspector (Daniel Veronese), así como la exitosa y jovial puesta que Corina Fiorillo hizo de El avaro y el gran trabajo del elenco de Relojero, según Susana Toscano, en el Regio; además del poético montaje de Stolkiner y García Mendy de El bosque de leche, en el San Martín, yArde brillante en los bosques de la noche, de Mariano Pensotti, en el Sarmiento. En el Teatro Nacional Cervantes, son indiscutibles el éxito y la calidad de La terquedad, de Rafael Spregelburd, gran trabajo con que el que se inauguró la nueva gestión de Tantanian. Y merecen destacarse La savia (Ignacio Sánchez Mestre) y La madre del desierto (Ignacio Bartolone).
Entretanto, el Cultural San Martín (muy alicaído en lo edilicio) demuestra una buena gestión de Diego Pimentel, quien apuesta a los títulos, a los directores y buenos actores, sin dejar de lado la experimentación y evitando rostros famosos, que no garantizan calidad. Pieza plástica, Christiane, El emperador Gynt, Paraty, Asesinato para dos, Proyecto Sade, La guiada y Todo tendría sentido si no existiera la muerte, además del ciclo Invocaciones, de Matías Feldman. En tanto, el Centro Cultural Recoleta, al mando de Luciana Blasco, también demostró este año su mejor faceta de experimentación, sobre todo en lo que genera, propone y provoca la Bienal de Arte Joven, una maratón de más de 180 actividades gratuitas de primer nivel.
Radio
Del Moro fue el gran ganador y el share bailó a su ritmo. El gran pase de 2016 a 2017 en FM fue sin lugar a dudas el de Santiago del Moro , que había dejado Pop Radio 101.5, donde conducía dos ciclos diarios (Mañanas campestres y Tardes campestres) con altos niveles de share, sobre todo por las mañanas, donde llegó a superar el 27% todos los meses. Pero decidió migrar a La 100 FM 99.9 para conducir El club del Moro, con el que, en las primeras mediciones de 2017, pudo notarse el cambio a favor de la FM del Grupo Clarín ante su competidor directo Pop Radio. De la mano de Santiago Del Moro, La 100 pasó a liderar en enero, con 12,08%, seguida por Pop Radio, con 9,90%, y Aspen, que cerró el podio, con 9,78 por ciento.
El club del Moro pasó a liderar la primera mañana de las FM, con 18,10 por ciento. Segundo empezó a quedar Diego Korol (reemplazante de Del Moro en Pop Radio), con 15,03%, y tercero apareció Martín Ciccioli en Mega, con 8,70 por ciento. Rápidos de reflejos y luego de varias charlas, Elizabeth Vernaci y Radio Con Vos (FM 89.9) le cedieron a Pop Radio “compartir” a la locutora y animadora, para sumarla como la nueva figura de la emisora comandando el horario de 16 a 19, aunque no dejó su ciclo matutino en Radio Con Vos.
Radio Con Vos, que este año subió algunos puntos pero no significativos, tenía en 2017 el desafío de hacer una FM periodística ya que agregó a periodistas como Reynaldo Sietecase (que se fue de Vorterix) y María O’Donnell (un pase de Continental), sumado al ciclo de Ernesto Tenembaum y Tamara Pettinato, que ya eran parte de esta radio que está al aire desde 2015.
Por el lado de las AM, no hubo grandes pases significativos, sino regresos como Oscar González Oro a Radio Rivadavia (no hacía radio desde mediados de 2015, cuando se fue de Radio 10 al observar que su amigo Daniel Scioli no sería presidente) y el de Viviana Canosa, que luego de ser madre volvió a estar frente a un micrófono en Radio Belgrano AM 950.
En el caso de Radio 10, ya había relanzado su programación en octubre de 2016 con el periodista Gustavo Sylvestre (durante cuatro años en AM 1030 Del Plata) y su ciclo Mañana Sylvestre, de 6 a 9, y que luego le daba paso a Roberto Navarro con su programa El destape. La gran sorpresa fue que a principios de este año, luego de unos meses fuera del dial tras dejar La Red AM 910, todos esperaban el regreso a la ex radio de Daniel Hadad del periodista Jorge Rial, supuestamente para hacerse cargo del espacio de 18 a 21. Pero eso nunca sucedió y la AM del ahora Grupo Ceibo se mantuvo segunda durante 2017.
Radio Mitre mantuvo a sus figuras y sumó para el regreso a Pablo Rossi (19 a 20), que desembarcó de Cadena 3, y cierra el año con un aumento cada vez mayor de audiencia con números significativos: Cada mañana, el programa de Marcelo Longobardi, en su horario de lunes a viernes, de 6 a 10, se impone, con 49,7 puntos, mientras que Lanata sin filtro aparece en su horario en la cima de las mediciones, con 45,6 puntos. Le doy mi palabra, con Alfredo Leuco, sigue primero de 17 a 20, con 43,5. El lugar que había dejado Gustavo Sylvestre en Del Plata lo ocupó Roberto Caballero, que estaba a cargo de la noche de la emisora. En su lugar estuvo Carlos Barragán, que llegó a la radio con Todos en cuero en Panamá. Pero no se supo cómo le fue a la radio de Electroingeniería ya que dejaron de medir en Ibope.
Radio Nacional tuvo en mente un enroque de horarios. Romina Manguel dejó el horario de 7 a 9 para pasar de 18 a 20 a Román Lejman. La gran incorporación de la AM estatal fue María Laura Santillán, quien conduce Plato Fuerte, de 13 a 15. Continental tuvo un solo cambio significativo: Maxi Montenegro dejó FM Latina para hacerse cargo de la segunda mañana (9 a 13) en la AM del ex Grupo Prisa, pero no fue un buen cambio a nivel audiencia y aún hoy la radio busca una figura para esa franja.
Por último la gran desilusión de 2017 fue Radio Rivadavia AM 630, ya que luego de años de estar en bancarrota un nuevo grupo rosarino llegó para “salvarla”, con grandes figuras como Fabián Doman (nunca debutó) y Oscar González Oro, que por problemas de salud dejó a los pocos meses; se convocó al Rifle Varela para hacer los mediodías (en lugar de Rosario Lufrano, que se pasó a la primera mañana), a Luis Ventura y a Germán Paoloski, entre otros. Pero a mediados de octubre último aparecieron problemas y en noviembre la radio terminó en manos de un síndico judicial.
Crisis entre colegas y reacomodamientos. En la ceremonia de la entrega de los Premios Martín Fierro a la radio en noviembre salieron a la superficie dos conflictos que contaminaron la práctica profesional este año. Por un lado, la crisis comercial y financiera de ciertas emisoras que fueron a la quiebra y la de otras que tuvieron que realizar ajustes y achiques de personal. La expresión de este conflicto en la ceremonia sacó a relucir otro problema que recorre el ámbito laboral del medio: la división ideológica entre colegas que defienden la gestión del gobierno anterior y los que la critican a rajatabla. Diego Leuco defendiendo a su padre, Alfredo, ante los insultos de un productor que no acordaba con lo que sostenía el periodista cordobés acerca del manejo de los medios en la gestión kirchnerista fue la expresión de esa división, que va mucho más allá de ese lamentable episodio.
El que termina fue un año de reacomodamientos en el medio radial, con profesionales que tuvieron que buscar nuevos horizontes frente a la desaparición de sus fuentes de trabajo y, por otro lado, el afianzamiento de un grupo de periodistas que acertadamente buscan recuperar un estado de equilibrio y ecuanimidad indispensable para ejercer el oficio.
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