El colectivo liderado por Gustavo Santaolalla propone una rave rioplatense con ambiciones sinfónicas (Sony Masterworks)
Empecemos por esa vieja obsesión de Gustavo Santaolalla desde los inicios de su carrera, en los tempranos 70, con el grupo Arco Iris: la identidad. Es un eje conceptual que, desde entonces, aplicó a buena parte de sus producciones artísticas y que, en el caso de Bajofondo, indaga en las traducciones musicales, culturales y estéticas del Río de la Plata, pero desde una perspectiva universal. La obra y el discurso del compositor vanguardista Heitor Villa-Lobos (1887-1959), autor de las célebres "Bachianas brasileiras", es un posible antecedente estético e ideológico que viene a cuenta no sólo por la obsesión compartida (Villa-Lobos ponderaba la creación de una conciencia musical brasileña), sino porque Presente ostenta una auspiciosa ambición sinfónica.
En un principio, Bajofondo fue un colectivo artístico, una suerte de réplica criolla de los Asian Dub Foundation, cuyo debut (Bajofondo Tango Club, 2002) se basaba en el incipiente tango electrónico, con sampleos de Roberto Goyeneche y Jaime Roos, y un plantel que incluía a Didi Gutman, Adrián Iaies, Pablo Mainetti y a los uruguayos Fernando Cabrera y Alejandro Balbis, entre otros. Pero el hueso creativo de Bajofondo siempre fue el tridente integrado por Santaolalla, junto a los productores de la Banda Oriental, Juan Campodónico y Luciano Supervielle. Para Mar Dulce (2007), ya se había consolidado como un octeto electrónico (la referencia piazzolliana no es casual), con notables solistas como Martín Ferrés (bandoneón) y Javier Casalla (violín), una sólida base con el tándem Gabriel Casacuberta (bajo) y Adrián Sosa (batería) y Verónica Loza, en su rol de VJ y vocalista eventual. El eje, sin embargo, eran los feats. de Elvis Costello, La Mala Rodríguez, Nelly Furtado y Gustavo Cerati, entre otros.
En Presente aquel concepto "colectivo", se resignifica en un proceso creativo que prescinde de voces invitadas y se centra en la potente sinergia del grupo. Predominan los tracks instrumentales, que se magnifican con la ambición sinfónica de los arreglos orquestales escritos y dirigidos por Alejandro Terán (La Portuaria, Sexteto Irreal, Orquesta Hypnofon), socio creativo en esta etapa. Sin descuidar el plano bailable, varios pasajes del álbum poseen una impronta cinematográfica, que disparan imágenes a veces bucólicas y otras grandilocuentes.
"Código de barra" y la milonga "Segundos afuera" son dos piezas que citan al compositor y bandoneonista de avant-garde Eduardo Rovira (1925-1980), contemporáneo de Piazzolla y renovador del tango en los 60, pero tienen destino de dancefloor, intrínseco de Bajofondo. La potente base funk de "Pide piso" nos transporta a la new wave de Charly García circa Clics modernos, pero con sampleos de un tango añejo de Atilio Supparo y Salvador Merico.
Hay una notable búsqueda de preciosismo en los arreglos vocales del disco, que alcanza un momento de notable intensidad y sensibilidad tanto en "Oigo voces", un romántico doo-wop rioplatense a capella, como en los aires de milonga abolerada de "Circular", escrita por Roberto Musso (El Cuarteto de Nos) y Martín Rivero, con sonido vintage y R&B del Rhodes de Supervielle podría musicalizar una de Jim Jarmusch. Y hay incursiones rockeras, como "Pena en mi corazón" y "La trufa y el sifón".
El canto de cancha que irrumpe en "Olvidate", una rave telúrica y sinfónica, es descriptivo y compadrito: "Escuchen todos el colectivo Bajofondo, que del Río de la Plata ya llegó, toca candombe y hip-hop, toca tango y rock & roll, y cuando arranca no para (…) Los que nos quieren imitar no nos pueden igualar, les faltan huevos a la hora de tocar". Toda una declaración de principios que indica un eventual derrotero del grupo, de la rave al Colón, y del Colón al tablón.
Por Humphrey Inzillo | Ilustración de Fabian Mezquita
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