Back to Black es un convincente acercamiento poético y musical a la vida de Amy Winehouse
La extraordinaria cantante británica, fallecida trágicamente a los 27 años, aparece personificada de manera brillante por Marisa Abela, toda una revelación como actriz y cantante
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Back To Black (Estados Unidos-Reino Unido-Francia/2024). Dirección: Sam Taylor-Johnson. Guión: Matt Greenhalgh. Fotografía: Polly Morgan. Música: Nick Cave y Warren Ellis. Edición: Laurence Johnson y Martin Walsh. Elenco: Marisa Abela, Jack O’Connell, Eddie Marsan, Lesley Manville, Sam Buchanan. Distribuidora: UIP. Duración: 123 minutos. Calificación: solo apta para mayores de 16 años. Nuestra opinión: buena.
“No hago diez éxitos para el almuerzo. Necesito vivir mis canciones”, dice en un momento una muy joven Amy Winehouse, mucho antes de alcanzar el estrellato mundial y convertirse en la cantante número uno del mundo. La frase no solo es premonitoria en relación con todo lo que vendrá para el resto de la breve y convulsionada vida de la cantante, cuyo trágico final a los 27 años conocemos todos.
Además de eso, describe a la perfección cómo funciona esta película, que reivindica a las biografías musicales, un género cinematográfico castigado con justicia en los últimos tiempos por los magros resultados de varios proyectos muy ambiciosos. Buena parte de lo que faltaba en las biopics de Aretha Franklin (Respect), Freddie Mercury (Bohemian Rhapsody), Whitney Houston (Quiero bailar con alguien) y Bob Marley (La leyenda) está presente aquí.
Back to Black, es cierto, está lejos de ser una obra consumada. El vínculo de Amy con sus padres, por ejemplo, queda expuesto aquí de manera bastante errática y la película toma algunas decisiones por lo menos curiosas, como la de mostrar a la estrella cuando ingresa voluntariamente en una clínica para el tratamiento de las adicciones, inmediatamente antes de la secuencia en la que canta, casi completo, uno de sus grandes éxitos, “Rehab”, en cuya letra se proclama exactamente lo contrario.
Es un tropiezo, seguramente el más llamativo y curioso, de un relato que se apoya todo el tiempo en las letras de algunas de las mejores canciones de Winehouse para contar su historia. No tendremos desde esta perspectiva una biopic convencional, pero sí la feliz posibilidad de capturar y entender buena parte de la trágica peripecia de la artista. No solo con su propia voz (como se sugiere desde el prólogo mismo) sino a partir de la poesía de sus palabras y esa alquimia única e inigualable entre estilos, que la identificó para siempre.
El combustible que pone en movimiento toda esta maquinaria tiene nombre y apellido. Marisa Abela es una de las razones que justifican con creces asomarse a esta historia. A través de una personificación que levanta vuelo en cada canción (hay muchas en la película y por suerte interpretadas de manera casi completa), Abela primero captura el temperamento de Winehouse (aguerrido, fogoso y tierno a la vez) y una vez asumido lo pone en movimiento. Esta suma tiene momentos extraordinarios: sobre todo la larga y notable secuencia en la que conoce a Blake Fielder-Civil (un muy convincente Jack O’Connell), el hombre del que se enamora y junto al cual caerá en un interminable precipicio autodestructivo. Cada uno de sus pasos se convertirá en adelanto del prematuro y cruel desenlace de su vida, en julio de 2011.
Back to Black es el acercamiento poético y musical, desde la conciencia de esa tragedia, a una vida de sueños frustrados y de talento desperdiciado en el camino hacia la inmolación. La directora, Sam Taylor-Johnson, con el ojo siempre atento para el registro de ese calvario y también para la captura de esos pocos y hermosos momentos en los que Winehouse parece recuperar el rumbo, juega sin énfasis con los contrastes para armar el retrato afectivo de la artista.
De un lado vemos el entrañable y amoroso vínculo que Amy comparte con la abuela Cynthia (la siempre exquisita Lesley Manville), que también era cantante y le legó un amor incondicional por el jazz y sus grandes divas (Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan), y del otro, la dañina relación con Blake, el personaje que no tarda en convertirse en el villano de la historia. En el medio de ambos, la película tiene una postura más bien indulgente con el padre de Amy, Mitchell Winehouse (otra impecable creación de Eddie Marsan), a quien algunas biografías castigan por lo que hizo (y sobre todo lo que no hizo) en los años finales de la cantante.
Con todos sus desniveles, Back to Black funciona como un sincero y sensible acercamiento a la vida de Amy Winehouse, entendida sobre todo en términos poéticos y musicales. Lo mejor de la película pasa por allí, respaldada en un espléndido trabajo de producción artística en términos sonoros, y también por la impecable recreación de los escenarios londinense (sobre todo el barrio de Camden) en los que Amy y su mundo se mueven.
Abela canta de manera espléndida algunos de los grandes éxitos de Winehouse, el soundtrack incluye además, junto con los títulos finales, una hermosa balada que Nick Cave y Warren Ellis (responsables de la música incidental) le dedicaron a una voz inmensamente talentosa que nos dejó demasiado pronto.
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