Atiana Sánchez-Gijón, una chica de mundo
Después de filmar con tres directores argentinos y hacerse un lugar en Hollywood, donde trabajó junto a Keanu Reeves, la actriz española se instaló en Buenos Aires para rodar "Doble o nada".
La española Aitana Sánchez-Gijón es la estrella más internacional entre las que hablan nuestro idioma. Es también una de las más bellas y bien formadas y, por lo que se advierte, no se queda corta en materia de inteligencia y rapidez para responder.
Aitana se halla en Buenos Aires para encabezar el lado femenino de "Doble o nada", el film que vino a rodar Jaime Chávarri y que gira alrededor de la figura mítica de Carlos Gardel.
Lo primero que le sale a la actriz de "Un paseo por las nubes" (Alfonso Arau) es un elogio para Buenos Aires: "Tan grande, tan acogedora y con una hospitalidad muy conocida en el mundo".
-¿Es difícil ser tan internacional en el trabajo?
-Tuve la oportunidad de trabajar más allá de las propias fronteras, en un tiempo donde, dado que la industria española es tan pequeña, dar un paso fuera es muy difícil.
-¿No temes perder la raíz española?
-No, porque no tengo intención de renunciar a mi país ni a mi idioma, que nadie me podrá quitar. Soy fruto de una madre italiana y de un padre español y de haber vivido en un ambiente libre y tolerante.
-¿Dónde naciste?
-En Roma. Me llevaron a Madrid cuando tenía un año. Mis padres estaban comprometidos políticamente contra el régimen de Franco. Mi padre se marchó de España después de haber estado en la cárcel. Eso te marca a fuego y, sobre todo, haber tenido unos padres inteligentes y respetuosos de lo que decidí ser.
-¿Qué hacen tus padres?
-Mi padre es catedrático de historia y traductor del italiano. Mi madre es profesora de ciencias en el Liceo Italiano de Madrid.
-¿Y tú, actriz, con tanta vida cultural en casa?
-¿Por qué? ¿Es que la profesión de actor es de inculto? No sé de dónde sale la idea de ser actriz, pero me recuerdo siempre queriendo serlo. Mis padres me pidieron que me lo tomara en serio.
-¿Cuándo comenzaste?
-A los ocho o nueve años, acudía ya a talleres de teatro, a los doce formé parte de una compañía en la que estaba de mascota y a los dieciséis empecé de manera profesional. Compaginé primero con los estudios universitarios, pero los dejé y opté por mi vocación.
-¿Has tenido modelos de actuación?
-No, aunque me gustan actrices y actores pero no como modelos. Me deslumbran Bette Davis, Katharine Hepburn, Marilyn Monroe, Meryl Streep, Jessica Lange. No para competir con ellas. Todas con una gran personalidad y fuerza.
-¿Cómo se forma la personalidad de una actriz?
-En mi caso, fue importante siempre compaginar el cine y el teatro, con una carrera muy equilibrada entre uno y otro medio, hasta crear, hace cinco años, mi propia compañía. La formación teatral me fue importante. Mi primera función la hice con José Luis Alonso, uno de los grandes directores españoles; trabajé con Miguel Narros, en "La malquerida" y "A puerta cerrada", con mi compañía, con Adolfo Marsillach en la nacional de teatro clásico, con Emilio Hernández, y la última experiencia fue "La gata sobre el tejado de cinc caliente", dirigida por Mario Gas, con mi agrupación.
-¿Los primeros maestros?
-Alicia Hermida, una actriz en el estilo de Julieta Serrano y Berta Riaza. A los trece años fue mi maestra y luego me uní a su compañía teatral La Barraca e hicimos giras por España con obras de García Lorca. Yo era muy pequeña y sólo hacía pasacalles y bailaba. Alicia me inyectó mi primer amor por el teatro.
-¿Y la primera película?
-Lo primero fue una serie de TV, "Segunda enseñanza", con Pedro Masó. Luego, la película "Romanza final", de José María Forqué, sobre la vida del tenor Julián Gayarre, que interpretó José Carreras.
-¿Y la primera que te satisfizo?
-"Viento de cólera", con Juan Echanove, en la que hacía de una mujer de la tierra que procura salvar su lugar del arrebato del invasor. "Bajarse al moro" fue otra. De "Remando al viento", donde hice un papel muy breve, la novia de Lord Byron, recuerdo mi trabajo con el realizador Gonzalo Suárez.
-Suárez es uno de los grandes directores españoles.
-Maravilloso, con una inteligencia privilegiada y un mundo muy particular reflejado en sus películas. Suele ser difícil sintonizar su universo tan sofisticado de pensamiento y de humor, que es complicado estar a su altura. A mí me estimula. Es un escritor que filma.
-Como tu padre, es un intelectual.
-Mi padre no tiene esa vena artística, aunque pinta soldaditos de plomo.
-Naciste en Roma, pero te hiciste en Madrid. ¿Cómo es Madrid?
-Muy placentera, muy fácil. Tuve una infancia feliz, sin traumas. Puede abrumarme la ciudad, con su caos, pero, aun a altas horas de la noche nunca le tuve miedo a Madrid. Me gusta pasear por las calles.
-¿Te reconocen?
-Sobre todo, desde hace dos años. Se dan vuelta para mirarme, cuchichean entre ellos, y cuando viajo en el metro, la gente no comprende que un actor vaya allí, y se dice: "Mira qué parecida a Aitana", porque debe viajar en limousine o en algo así.
-¿Cómo te llevaste con Keanu Reeves en "Un paseo por las nubes"?
-Es un actor muy profesional, con la gran responsabilidad de ser tan joven y tener que ser una gran estrella. De los actores dependen el éxito o el fracaso de una película. Se le nota que lleva ese peso y no podía estar tan relajado trabajando, como yo, que iba tan feliz. No tiene arrebato de estrella, es tímido y amable.
-Es "un suave".
-Sí, por timidez se retrae mucho. Rechazó hacer "Máxima velocidad II" por seguir tocando con su grupo y eso es muy sano. Después de "Un paseo por las nubes", se fue a Canadá para interpretar "Hamlet", con dos semanas y media de ensayos y escasos medios. Es un hombre poco metido en los mecanismos de Hollywood. Tiene una mirada conmovedora y extraña.
La mano de los argentinos
-Has trabajado con tres directores argentinos: Beda Docampo Feijóo ("El marido perfecto"), con Adolfo Aristarain ("La ley de la frontera") y con Juan José Campanella ("Love Walks In"), que filma en los Estados Unidos. ¿Hablamos sobre este último film?
-La historia se basa en "Ni el tiro del final", de José Pablo Feinmann, pero está trasladada a los Estados Unidos. Mi personaje no estaba escrito para una actriz latina ni una extranjera, sino que se trata de un personaje más, entre los "americanos". Con Ricardo Freixá, delegado del productor Jorge Estrada Mora (la película es de Columbia), había trabajado en el "El marido perfecto" y a Campanella lo había conocido en el festival de Valladolid cuando estrenó "El niño que gritó puta". Imaginamos que algún día podíamos trabajar juntos y así fue. Me ofrecieron el personaje y me fui de cabeza. Es cine negro en el día de hoy, con el encanto de las películas de los años cuarenta, donde no hay buenos ni malos, sino el encuentro de un trío entre Terence Stamp, Dennis Leary y yo, que hago una cantante de piano bar. Se rodó en inglés y va al mercado mundial.
-¿En qué sitios la rodaron?
-En Nueva York, en Long Island y en Nueva Jersey.
-¿Y Aristarain?
-Muy bien, aunque nos tenía atemorizados, en el buen sentido. Es un hombre encantador, siempre está trabajando, concentrado, siempre maquinando. Fue cambiando el guión de arriba a abajo, mientras filmábamos. Se nos venía a la mañana con dos folios de diálogos nuevos que había que memorizar en el momento. Es un encanto. Cuando me dijeron que iba a trabajar con Aristarain, a ojos cerrados dije que sí. Además estaba Federico Luppi, que en "Un lugar en el mundo" se parece a mi padre.
-¿A tu padre?
-El tipo de hombre que procura mantener hasta último momento sus ideales con coherencia. Luppi es uno de los mejores actores del planeta y uno de los hombres más guapos y atractivos. Lo tiene todo. Mi padre y él se hicieron amigos. Además, es modesto, adorable, tierno. Se comporta como si no fuera el ser sobrehumano que es.
-¿No te crea inseguridades la aparición de gran cantidad de estrellitas jóvenes, en estos días, en España?
-Es sano que surjan actores y directores jóvenes y le dan impulso a nuestra cinematografía. Yo tengo mi lugar, en el teatro y en el cine. Mi carrera está encaminada.
-¿Cómo es la "galleguita" de "Doble o nada"?
-Juanita. Juanita es una inmigrante que, como todos los de aquella época, venía con la esperanza de encontrar algo mejor de lo que dejó. Y no lo encuentra. La vida era difícil, porque llegaban sin nada. Juanita trabaja de modista en un taller y, como es una gran soñadora, toma la figura de Gardel como centro de sus obsesiones. Tanta mitomanía se debe a una incapacidad para aceptar su propia realidad o se niega a aceptarla y proyecta en sueños.
-Y ahí conoce a Darío Grandinetti.
- Claro. El es un cantor de medio pelo y, como se parece a Gardel, Juanita trata de modificarlo para que se parezca más. Lo único que no consigue quitarle es el bigote.
-¿Cómo elaboras el personaje?
-Mezcla de todo: la lectura del guión, consejos de Jaime Chávarri y conversaciones con Grandinetti.
-¿Cómo te llevas con tu cuerpo, que se ve muy bien?
-No me llevo muy bien con él. Las mujeres nunca estamos contentas con lo que tenemos, aunque me siento bastante privilegiada porque sé que mi físico me apoya y me ayuda, pero me fue dado. No tengo mérito en ello. Cuido mi físico. Los actores actuamos con nuestro cuerpo, con nuestra alma, con nuestros ojos, nuestra piel, nuestros sentimientos y nuestra experiencia. Es una de las armas de trabajo. Estoy intentando comer ensaladas y cuidarme antes de empezar a filmar, porque me gusta comer más que nada en el mundo, me apasiona. Soy una gordita en potencia. Ya verás: dentro de diez o quince años seré una hermosa gorda.
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