Astor Piazzolla y Carlos Gardel: la historia detrás del inolvidable encuentro entre dos gigantes del tango
El bandoneonista tuvo una misión a los trece años en Nueva York, pero la decisión de su padre lo salvó de un trágico final
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Ástor Piazzolla es una personalidad necesaria para explicar la música argentina y su figura se agiganta aún más a 31 años de su muerte: su manera de expresar el tango hizo que se convierta en uno de los artistas nacionales más interpretados internacionalmente. Sin embargo, hubo un cantante que, con una curiosa anécdota, influyó mucho en sus primeros años de vida y que todo el mundo conocía como Carlos Gardel.
El encuentro entre dos gigantes del tango no fue en Argentina, fue en Nueva York, luego de que el Zorzal Criollo diera una serie de conciertos en Francia y arribara al país norteamericano. Su objetivo era filmar las películas que tenía arregladas con Paramount a finales de 1934 y principios de 1935, años en los que todavía no existía Hollywood tal como la conocemos, pero había una especial apuesta en talentos latinos.
Si bien Ástor Piazzolla nació en Mar del Plata en 1921, a los tres años la familia se mudó para Nueva York. Su padre, Vicente “Nonino” Piazzolla, a quien años después el músico le dedicaría su tango más emblemático “Adiós Nonino”, era escultor.
“Un día el padre le dice a Ástor que le lleve una escultura que él había hecho a un cantor argentino que estaba en Nueva York”, contó a LA NACIÓN, el guía y técnico nacional de turismo, Daniel Vega, quien dedica parte de su trabajo a divulgar la vida y obra de Carlos Gardel en visitas guiadas por la ciudad de Buenos Aires.
Aquella mañana prepararon el regalo con una tarjeta escrita y Ástor, de 13 años, arribó al departamento donde se hospedaba el tanguero en la Gran Manzana.
En la recepción preguntó por Carlos Gardel y el joven se encontró con un miembro del equipo, quien había salido a comprar para el desayuno, pero a la vuelta se topó con el departamento cerrado con llave y con Gardel y el letrista Alfredo Le Pera durmiendo.
Entonces, le pidió a Ástor que le hiciera un favor: que entrara por la escalera de emergencia, que suba hasta el departamento y entre por la ventana, ya que al ser pequeño podía lograrlo fácilmente.
“Ástor entró por la ventana y vio que había dos personas durmiendo. Dice ‘yo desperté a una’, pero no era Gardel, era Le Pera, que se enoja, aparentemente y se tapa. Piazzolla despierta a la otra persona y esa persona se levanta, lo mira y se va para el baño. Dice Piazzolla ‘y cuando salió ya era Gardel’. Ya salió engominado, bien vestido”, señala Vega.
Ese fue el comienzo de una gran amistad que duró el tiempo que Gardel estuvo en Estado Unidos. Ástor prácticamente no sabía nada del tango, había escuchado muy poco, pero Vicente le había regalado un bandoneón a los 8 años y lo tocaba como pasatiempo, atributo que sorprendió al Zorzal.
“Gardel le pidió que lo acompañe esos días. Como Ástor hablaba inglés y conocía el entorno, lo acompañó como guía y traductor. Ahí es cuando lo invitan a participar de la película El día que me quieras. Aparece Astor en un par de tomas como canillita”, continuó Daniel, en referencia a la película que se rodó en enero de 1935 en los estudios Asturias de Long Island y que se estrenó post morten el 16 de julio de aquel año.
En la película, Gardel interpreta a un joven, cuyo padre lo quiere casar con la hija de un empresario para que sea dueño de una fortuna; sin embargo, el personaje se rebela porque ama a otra mujer y decide escaparse junto a sus amigos.
Un policía lo detiene por sospechoso, pero cuando se dan cuenta de que es el hijo de Argüelles, los deja ir. En ese momento, aparece el pequeño Piazzolla, de diariero, y se emula la histórica foto en la que el bandoneonista señala un horizonte a estos tres amigos y el policía.
Fuera de las cámaras, Piazzolla le muestra a Gardel cómo toca su instrumento y en el libro de Abel Gilbert y Diego Fischerman, “Piazzolla. El malentendido”, se retrata el diálogo de los dos gigantes del tango.
“Vas a ser algo grande pibe, te lo digo yo, pero al tango lo tocás como un gallego”, vaticinó Gardel y Piazzolla le respondió: “El tango todavía no lo entiendo”. A lo que el cantante le contestó: “Cuando lo entiendas no lo vas a dejar”.
“Gardel le tomó mucho cariño y como no hablaba inglés, lo llevaba a las tiendas de ropa, a comer y a diferentes lugares. Era su guía. Gardel le pidió a los padres de Astor si lo dejaban ir con él en la gira, pero se negaron porque era muy chico”, manifestó Vega.
A mitad de aquel año, el tanguero tenía programados conciertos en Latinoamérica, los cuales comprendía países como Puerto Rico, Venezuela, Colombia, Brasil y Buenos Aires.
Gardel emprendió su gira sin saber que iba a ser la última. El avión que salió desde Bogotá tenía que hacer una parada técnica en Medellín para recargar combustible. Cuando la aeronave intenta despegar no alcanza a tomar vuelo, roza con otro avión y se produce el accidente que terminó con la vida de Carlos Gardel a los 44 años, en el pico de su carrera, un 24 de junio de 1935.
“Astor también hubiese estado en ese accidente y quién sabe qué hubiera pasado”, concluyó el guía. Estos días indudablemente marcaron a Astor Piazzolla, quien le dio su impronta al tango con guiños a la música clásica y al jazz, algo disruptivo para la época de los sesenta, en especial, para los tangueros tradicionales acostumbrados a los ritmos de los veinte. Sin embargo, aquel pequeño canillita de 13 años logró cumplir con la premisa de Carlos Gardel.
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