Brilló en la TV, fue el villano más buscado del cine y hoy enseña karate en Córdoba: la nueva vida de “El Dragón”
Néstor Varzé se consagró en los ‘80 en los programas de Gerardo Sofovich; luego se puso en la piel del “jefe de los malos” en Los Extermineitors; mudado a un pueblo de Córdoba, cuenta cómo son sus días lejos de la ciudad
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Aunque la gran mayoría lo recuerda como “El Dragón”, el temible villano de Los Extermineitors y Brigada Cola, Néstor Varzé (64) es mucho más que un actor de cine y televisión. Octavo dan de karate-do, tiene el récord mundial en rotura de barras de hielo. Además, es el único hacedor de yoroi (armadura samurái) de Occidente y, como si fuera poco, fundó un centro sanmartiniano en su Avellaneda natal y escribió un libro sobre el General San Martín, uno de sus grandes héroes. Sin embargo, hace casi dos años, su vida dio un vuelco radical.
Cansado del encierro de la pandemia, y de la “locura de la Ciudad”, Néstor aprovechó una de las primeras aperturas de la cuarentena, sacó un pasaje y se instaló en Villa Las Rosas, un pueblito de 4000 habitantes ubicado en Traslasierra, Córdoba. Allí lo esperaban su hija, Karina, y su yerno, Leonardo, un alumno suyo de karate de toda la vida, cinturón negro de su escuela. Ahora, el artista marcial alquila una casa con un patio que da a las Sierras y desayuna todos las mañanas mirando el imponente paisaje.
“Cuarenta y ocho años viví en Avellaneda. Me vine de vacaciones acá y me enamoré del lugar, tengo a 200 metros todas las sierras”, dice Varzé en diálogo con LA NACION. “En Buenos Aires me agarró la pandemia, me quedé solo encerrado con mi perro. En cuanto se abrió, me rajé para acá y no volví nunca más”, sentencia. Y revela que a pesar de que tenía todo cerrado para actuar en una serie que comenzó a rodarse este año, a último momento decidió bajarse del proyecto y priorizar su salud.
Néstor Varzé, el “Dragón”
Néstor Varzé se convirtió en el recordado personaje de villano de Los Extermineitors por una circunstancia fortuita. A finales de la década del ‘80, el karateca era uno de los números fijos en los exitosísimos programa de Gerardo Sofovich, La Noche del Domingo y La Noche del Sábado. Lo invitaban a romper barras de hielo y hacer otro tipo de exhibiciones, y con esas apariciones empezó a hacerse conocido. En aquel entonces trabajaba en un gimnasio ubicado en Maipú y Avenida Córdoba, en pleno centro porteño, y en su caminata a Canal 2 pasaba sin saberlo por las oficinas del estudio cinematográfico Argentina Sono Film.
“Me iba caminando por Lavalle a la tardecita, cruzaba la 9 de Julio, Callao, ¡y yo ni sabía que pasaba por la puerta de Argentina Sono Film! Un día estaba en el gimnasio, me llamaron por teléfono y eran ellos. Me citaron, querían charlar conmigo. Fui al otro día y me senté a hablar con Carlos Mentasti, el dueño, y me cuenta que me veía en el programa con Gerardo, y que también me veía pasar por la vereda de enfrente de la oficina. Me veía y le decía a su socio: ‘Ese muchacho que va ahí es el que rompe las barras de hielo en lo de Gerardo, ese muchacho tiene que ser el villano de nuestras películas’”, recuerda Néstor.
Varzé recuerda su paso por Los Extermineitors, y luego por Brigada Cola, con una sonrisa, pero nunca había tomado conciencia de lo que representaron esas películas -y su personaje en particular- en un montón de personas. Hasta que hace unos 15 años atrás, cuando abrió la Escuela de Karate en su casa, lo obligaron a amigarse con la tecnología y por fin puso Internet. “Me empezaron a caer cientos de mensajes al día”, recuerda. Hoy utiliza su perfil de Facebook para interactuar con sus fans y con sus alumnos de karate. Sube videos entrenando en medio de su nuevo patio y comparte recuerdos de su personaje.
“Yo soy El Dragón, lo que ves en la pantalla es lo que soy. No me costó mucho hacer el personaje, lo único que tuve que hacer es de villano... Todos me dicen que soy el villano más querido, porque saben que no soy así. Pero cuando me ves peleando, caminando, no estoy haciendo un personaje, soy así. Es más, si pasara algo y realmente yo tuviera que comandar un ejército, creo que sería tal cual como me ves en la película”, dice entre risas.
A 33 años de la primera entrega de Los Extermineitors, Néstor dice que se ve “igual”, aunque admite que ahora no ve la larga cabellera que ostentaba en aquel entonces. “Es como que no pasó el tiempo para mí. Estoy en estado y entrenando, sigo haciendo las mismas cosas. Sigo dando las mismas clases de gimnasia, de karate, hago más récords que en esa época”, asegura.
En 2007, rompió 52 barras de hielo en el Luna Park, en lo que se llamó El Golpe del Dragón. En 2012, rompió 60 para las cámaras de History Channel, en el programa Super Humanos. Luego, en 2018, rompió 100, en el estadio José María Gatica de Avellaneda. Siempre fue rompiendo sus propios récords y, según dice, sigue recibiendo propuestas para ir por más. Su próximo desafío, adelanta, será romper 300 barras de hielo en homenaje a los 300 espartanos del general Leónidas.
La nueva vida del “Dragón”
Néstor conoció Córdoba en unas vacaciones cuando tenía 17 años y enseguida sintió que era su “lugar en el mundo”. Al volver a Buenos Aires, se prometió que algún día iba a vivir en esa provincia. “Tardé unos cuantos años, pero bueno, acá estoy”, dice desde su flamante hogar y remata el comentario con su típica risa.
Villa Las Rosas son cinco manzanas a la redonda, precisa el karateca, y dice que los fines de semana se llena de turistas. Sin embargo, durante la semana, la vida de los habitantes del pequeño pueblo es completamente distinta. “La gente tiene caballos, ovejas, vacas, es todo campo. A veces me levanto a la mañana y tengo liebres en el jardín”, cuenta Néstor, maravillado por la vida lejos de la gran ciudad. “Te hablan todos, te saludan todos. Salís a la calle, te cruzás con 40 personas y las 40 te saludan, ¡y vos no sabés ni quiénes son!”, dice.
La gran responsable de este cambio radical fue Karina, su hija, que siempre le mandaba mensajes para tratar de convencerlo de dar el paso. “Cuando se dieron cuenta del apellido enseguida la asociaron. ‘¿Vos sos la hija del Dragón?’, le preguntaban. Cuando se empezó a correr la bola le consultaban por qué yo no estaba acá. Me escribía diciendo que si venía iba a tener trabajo. Y fue así, llegué y ya tenía 7 u 8 personas que querían ser alumnos míos”, cuenta Varzé.
Los ciudadanos de Villa Las Rosas no tardaron demasiado en descubrir su presencia. Aunque al principio no se daban cuenta de que se trataba del famoso villano de las películas, el cajero del supermercado del pueblo fue uno de los primeros relacionar su cara con el personaje. “Un día entré al supermercado, el cajero me miró y me dijo: ‘Yo te tengo a vos de algún lado’. Listo, donde me sacó, ya está. Se corrió la bola y para todo el mundo ya soy el Dragón”, asegura.
“El personaje me superó a mí, a Néstor Varzé, como maestro de karate. Todo el mundo me dice Dragón; Néstor por ahí me dicen los conocidos. Acá encima me agregaron algo.. ¡Me dicen ‘Don Dragón’! Mirá cómo suena... ‘Don Dragón’. Por dentro me causa una gracia terrible”, admite y dice que está contento en Córdoba más allá de lo mucho que extraña a sus amigos de Buenos Aires.
En diciembre pasado, ratificó su decisión de quedarse en Villa Las Rosas luego de contagiarse de coronavirus. “Me agarró bastante fuerte la primera semana, la segunda y la tercera estuve bien, pero me dio mucho que pensar. Acá se te abre mucho la cabeza con otras cosas”, reflexiona Varzé, que se había comprometido a viajar en enero a Buenos Aires para rodar una serie en la que iba a hacer de sí mismo. Pero cuando llegó el momento de meterse en la ruta, se echó para atrás.
“Les dije que no viajaba. Que les agradecía, pero que no quería viajar. Y no lo hice. Me quedé reponiéndome con el aire de acá, con toda la naturaleza. Lo entendieron, se portaron re bien. No quise salir de acá”, dice el “Dragón”. Y explica: “Hice la cuenta, era muy buena guita, pero puse primero la salud. En abril cumplí 64 años, entreno todos los días, las clases las hago con todos mis alumnos. Cuando puse todo en la balanza dije: ‘Yo vine acá para estar sano, no me voy a ir a arriesgar a Buenos Aires para filmar una serie de televisión, no es el momento’, pensé”.
Actualmente, reparte sus días entre las clases de karate que da ahí mismo, en su patio rodeado de sierras, y el tiempo que dedica a disfrutar de la compañía de su hija y su yerno. Además, es la cara del Refugio Tulka, que se ocupa de rescata animales judicializados. Si bien sabe que en cualquier momento le va a picar el bichito y va a querer volver a montar un espectáculo de artes marciales, por ahora está tranquilo. “Acá es otra historia, vivís con dos mangos y olvidate de la inseguridad. La gente deja las puertas y las tranqueras abiertas, es otro planeta”, asegura Néstor.
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