Arturo Maly murió en Córdoba, a los 62 años
"No quise ser sólo uno, sino muchos", solía decir Arturo Maly -que falleció ayer a los 62 años- sobre el reconocimiento que ganó, en forma paralela, por sus trabajos en el teatro, el cine y la televisión a lo largo de una trayectoria de casi cuatro décadas.
Actor versátil, dotado por igual para papeles de alto compromiso dramático e histriónicos personajes de comedia, Maly falleció ayer al mediodía a raíz de un paro cardíaco en la localidad de Morteros (en el nordeste de la provincia de Córdoba), donde iba a presentarse con el elenco de la obra teatral "Sinvergüenzas", que realizaba una gira nacional.
Por rara casualidad, su último trabajo para el cine se conoció el jueves último. En "La fuga", de Eduardo Mignogna, personificaba a un sinuoso escribano adicto al juego, heredero de los villanos con los que tanta repercusión ganó en la pantalla grande.
Maly sufrió una descompensación mientras se encontraba solo en su habitación del hotel. "Salió al pasillo y allí se desmoronó", relató Diego Díaz, uno de los integrantes del elenco de "Sinvergüenzas". Fue trasladado al sanatorio privado San Roque, de Morteros, donde ingresó ya sin vida.
Sólo los problemas de salud que Maly acusó recientemente (había sobrellevado una fugaz internación en esta capital hace unos meses y sufrido molestias días atrás en Santa Fe, durante esta gira) habían atenuado en los últimos tiempos una actitud que había caracterizado toda su carrera: la de acometer varios desafíos actorales en forma paralela. Había recibido autorización médica para retomar en el interior su actuación en "Sinvergüenzas", versión teatral del film "Todo o nada. El Full Monty", pero debió renunciar al elenco de la telenovela "Yago, pasión morena", que se emite actualmente por Telefé.
Maly, que en varias ocasiones se había dado el lujo de rechazar papeles sólo por razones profesionales, esta vez tuvo que hacerlo obligatoriamente. "Es que tuve bastante suerte, porque pocas veces tuve necesidad de trabajos paralelos a los de mi vocación", confesó hace un tiempo.
El apoyo de los padres
Así fueron siempre las cosas para el actor, que había nacido en 1939 como Arturo Francisco Maly y que solía agradecer a sus padres "porque en vez de oponerse a que estudiara teatro me apoyaron constantemente".
Maly egresó del Conservatorio Nacional de Arte Dramático en 1963, en tiempos en que la vocación teatral se compartía con otro tipo de compromisos. Pero aunque no ocultó en momentos complicados su afinidad política hacia el peronismo, tampoco abrazó el compromiso militante de muchos de sus colegas.
Su presencia en "Los hijos de Fierro", de Pino Solanas, como actor y (por única vez) como asistente de dirección fue su única conexión con el llamado cine político, mientras que desde el teatro, a juzgar por los papeles que interpretaba, parecía más interesado en la evolución del arte escénico que en sus connotaciones más ideologizadas.
Maly se sentía igualmente cómodo en escenarios y en rodajes. "Si me dan a elegir prefiero el cine, porque la cámara es un gran ojo que representa al público, pero me formé en el teatro y le debo todo lo que soy", ejemplificaba.
Tras egresar del Conservatorio, Maly se arriesgaba por lo general a papeles exigentes y casi siempre salía airoso. Lo hizo durante las décadas del 60 y del 70 en obras como "Zamora", "Israfel", "Atendiendo al señor Sloane", "America Hurra!", "El círculo de tiza caucasiano" y "El gran acuerdo del Tío Patilludo", entre muchas otras, hasta que en 1980, con "Marathon", dirigida por Ricardo Monti, llegó el premio Moliére por una actuación consagratoria y el interés por saber más de él. Pero, por esos años, el propio Maly decía que lo "empezaron a ver" a partir de su presencia en publicidad (fue el protagonista de una serie de varios episodios para Cinzano con una pareja que se conocía, se amaba y se casaba, dirigida por Pino Solanas) y en los films de Adolfo Aristarain.
"La parte del león", "La discoteca del amor", "Tiempo de revancha" y "Los últimos días de la víctima", entre 1978 y 1982, hicieron que el público se familiarizara con ese actor flaco, de amplia frente y gesto distraído, que desde una aparente normalidad sacaba a la superficie los personajes más sombríos.
Y aunque por lo general era convocado para encarnar papeles dramáticos o de villano, Maly lograba la misma convicción gracias a personajes de gesto desbordado y perfil histriónico ideales para historias vodevilescas con los que sabía hacer reír.
Tal vez esa voluntad de escapar a los encasillamientos, unida a su innegable talento, hizo que la presencia de Maly fuera permanente y su trabajo constante en las últimas dos décadas. Apareció con frecuencia en el cine ("Contar hasta diez", "Tacos altos", "La cruz invertida", "Momentos robados", "Operación Fangio", "Campo de sangre"), se lució en el teatro ("Cena de matrimonios", "Hotel", "Silvia") y comenzó con los especiales de José María Paolantonio y el ciclo histórico "Hombres en pugna" a ganarse un lugar en la pantalla chica.
Apasionado por la telenovela ("es uno de los grandes motores del trabajo de un actor", solía decir), se convirtió en uno de los malos más convincentes del género. "Nano", "El último verano", "Muñeca brava" y "Celeste", donde personificó al primer personaje de nuestra pantalla chica que murió de sida, así lo demostraron.
El incansable actor que sobresalió como villano tuvo en la comedia la despedida a una trayectoria en la que sumó prestigio y popularidad. Por eso, como tributo, sus compañeros de "Sinvergüenzas" (Esteban Prol, Diego Díaz, Fabián Vena, Toti Ciliberto y Juan Palomino) decidieron realizar la función prevista para anoche en Córdoba, y se esperaba, al cierre de esta edición, el traslado de sus restos a esta capital.
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