Llegó al mundo de la alta costura por un hecho casual y se convirtió en una de las mannequin más personales y exóticas; hoy apuesta por cultivar su vida interior, pero no desatiende el cuidado del físico y su maquillaje cotidiano para verse bien; historia de una mujer que se construyó a sí misma
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“Tengo épocas de más y de menos optimismo”. La charla con Mora Furtado no comienza a desarrollarse con temas vinculados a lo último de la alta costura presentado en París. Aunque ama su metier y sigue muy activa en lo suyo -hace poco desfiló para su amigo Gino Bogani en el MALBA en el cierre de la Semana de la Moda de la Alta Costura-, lo cierto es que la situación social del país ocupa sus pensamientos en una cotidianeidad con los pies en la tierra, algo que no se contrapone con su estirpe de diva.
“No soy una mujer alejada de lo que sucede con la política argentina, aunque no es lo único que me preocupa”, sostiene esta mujer que recibe a LA NACION en su coqueto departamento en el corazón de Las Cañitas. Esbelta a más no poder, vestida con elegancia y sobriedad extremas, abre ella misma la puerta de calle del palier de planta baja sobre una callecita arbolada coqueta y simpática. A tono con su estampa.
Impacta su porte. Nada indicaría que le faltan tres años para cumplir los 80. Su voz, distintiva, personal y profunda, son su otro sello. Mora Furtado tiene ganas de hablar, de pensarse en voz alta. Enhorabuena.
-¿Qué otros temas de la realidad te preocupan?
-Me tiene con mucha angustia ver lo que pasa, todos los días, con el planeta. Hablemos de la guerra desesperante de Rusia y Ucrania; Sudán atraviesa una guerra brutal; los chinos avanzan de una manera que da miedo; millones de personas en el mundo escapan de sus países; no puedo estar ajena a todo eso. Me preocupa lo que se tira a la atmósfera permanentemente, ¿qué significa eso a nivel ecológico?
De fondo suena una bella melodía de jazz. Sobre la mesa ratona, dispuso el té y el café, acompañado por exquisitos chocolates. “Servite, son riquísimos”, ofrece, mientras ella misma prepara una lágrima invertida. El living balconea a un pulmón de manzana que deja ver la Avenida del Libertador y permite el ingreso de la luz de un día diáfano. “Por eso me mudé acá”. Hay objetos en exceso, pero todo dispuesto con estilo y buen gusto. Se trata de esos livings muy acogedores que invitan a la charla. “Estamos en otoño, pero abrí la ventana y siento que volvimos al verano, lo que sucede con el medio ambiente es grave. La preocupación no es por mí, estoy regia y viviré el tiempo que Tata Dios quiera que viva, pero tengo hijos y nietos, y ese es el mundo que les voy a dejar”.
Confiesa que le gusta estar informada, pero que “uno no sabe a quién creerle”. “Trato de escuchar y ver todo para sacar mis propias conclusiones. Hay mucha gente que no sabe nada de historia del siglo XX en nuestro país, ni cómo se incentivó a la gente a odiarse”, apunta.
-Está claro que estás muy conectada a la realidad.
-Al vivir sola, estoy con la televisión o la radio encendida constantemente.
Le gusta viajar, aunque hace un tiempo que no cruza el Atlántico. “París es una ciudad que emociona y fortalece”.
-Trabajaste allí.
-Sí, fui modelo de Nina Ricci, pero decidí no quedarme radicada en Francia y, después de un tiempo, regresé a la Argentina.
Hasta antes de la pandemia, Furtado recorría el país presentando desfiles. “Siempre fui una mujer real y creo que eso es lo que le atrae a la gente”, sostiene, tratando de justificar a ese público que llenaba teatros y espacios multitudinarios para disfrutar de la moda con ella como protagonista. “Quiero volver a hacer todo eso”.
Al igual que otras colegas, alguna vez ha trocado las pasarelas por la conducción televisiva, presentando los temas referidos a la moda en un programa dirigido a las amas de casa. Hoy no siente empatía con el medio: “No me gusta meterme en la vida de las personas ni en los escándalos, así que no veo que haya lugar para hacer algo que tenga cierto peso cultural. La televisión no me quiere a mí”.
-¿Cómo ves a la televisión actual?
-Demasiado ocupada en los secretos de alcoba.
-Nunca fuiste material para ese tipo de temáticas, conservaste muy resguardada tu vida privada.
-Más allá de que tuve una separación y un reencuentro con quien fue mi segundo marido, y eso se publicó, no pertenezco al mundo de los medios. Mi vida privada, mi historia familiar, no es algo que me guste ponerla en boca de gente que no me conoce ni sabe quién soy.
A pesar de su discreción, se sabe que su primer matrimonio fue con Luis Rusconi, de quien se divorció. Fruto de esa relación nació María, su hija mayor. Luego se casó con Raúl Peralta Ramos, de quien se separó luego de una segunda reentré y hoy mantiene una muy buena relación: “Él formó otra pareja, pero tenemos hijos y nietos en común que nos unen. Conozco a su mujer, el vínculo es cordial, porque soy muy respetuosa de la vida de mi exmarido, que no es mi vida, lo fue durante muchísimos años”. Furtado y Peralta Ramos tuvieron tres hijos: Mora, Raúl, ya fallecido, y Juan.
De a dos
-¿Tenés pareja?
-Estoy sola, pero no sabemos qué destino tiene preparado Dios para el futuro.
-¿Te interesa formar una relación?
-Sí, claro, me encanta vivir de a dos, la vida es de a dos, es muy lindo poder compartir, más allá de lo emocional y de lo sexual. Es importante tener un intercambio de la energía masculina con la femenina, compartir cine y teatro, viajar sería ideal. En algún momento, me llegará, y si no…
-Si no sucede, lo has vivido.
-Lo he vivido, pero podría repetirlo feliz de la vida.
-Sos una mujer que no pasa inadvertida, desde su porte hasta su carácter, esas características ¿espantan al hombre?
-Me parece que no sería correcto sostener eso, pero sí es cierto que el hombre que esté a mi lado tiene que tener una seguridad en sí mismo.
-¿Qué tipo de hombre te interesa?
-Un par, no podría estar con alguien al que tuviera que explicarle ciertas cosas.
-¿A qué te referís?
-No puedo estar con alguien ajeno a la historia, a la cultura, que no sea informado. Si voy al cine con un compañero, a la salida tengo que poder discutir de igual a igual sobre lo que vimos.
Su biblioteca es nutrida, atiborrada, al punto tal de que varios volúmenes descansan sobre un shen long, “es donde me recuesto a leer, mi lugar preferido”. Su hija volteó paredes y convirtió el departamento en un loft íntimo con la habitación integrada, con la cama de dos plazas impecablemente estirada, aunque prefiere no tomarse fotografías allí.
No practica yoga ni meditación, pero, a su modo, cultiva el espíritu: “Me gusta mucho estar en casa, leer todo lo que puedo, y me interesa el buen cine. También soy fanática de los canales de documentales e historia, que me hacen darme cuenta de que no sé nada, por eso siempre tengo algo nuevo para aprender”.
De su amigo Hernán Franier, fallecido hace poco, heredó algunos libros sobre moda, que hoy forman parte de su campo de interés. Una cómoda con un espejo enorme enmarca una de las paredes. Sillones, sillitas decorativas y pequeños objetos sembrados aquí y allá. Sobre las ventanas, plantas y flores. Calidez pura la del style Furtado. Dan ganas de quedarse.
Trascendencia
“Sin ser una persona de ir a misa, aunque soy católica y he bautizado a mis chicos, creo en Dios, en un hacedor universal. Existe algo intangible, ese otro plano que es donde estaré cuando parta. Eso me lleva a una dimensión distinta, pero no necesariamente me gusta lo que pasa con la Iglesia Católica Apostólica Romana”.
-¿Creés en Dios o en una fuerza superior?
-La figura de Dios es la que conocemos de artistas como Michelangelo, el famoso barba, pero no lo considero así, siento que tiene que ver con un espíritu, con algo no tangible.
-¿Se puede hablar de otra vida?
-Sí, pero no física.
-¿Qué no te gusta de la Iglesia católica?
-Soy de las que tienen la suerte de haber conocido el Vaticano, conozco el mundo y mi país, y vi el increíble boato de la Iglesia, sus oros, todo lo que ha significado eso. No me gusta, aunque lo admiro como obra artística. Jesucristo no tuvo nada que ver con eso.
-¿Rezás?
-Rezo mucho, creo en el ser milagroso, madre del universo, que puede llevar el nombre de Lourdes, Luján o Guadalupe, pero es lo mismo, con distinto manto.
Corría 1983 y la entonces cotizada modelo padeció una de las tragedias más duras que pueda atravesar un ser humano. Acaso fue la espiritualidad la que le permitió atravesar la muerte de su hijo Raúl, de casi cuatro años. “Es inexplicable lo que te pasa ante eso, ahí entendés qué es el vacío”.
Hace una pausa, intentando buscar alguna imagen para describir aquello, pero vuelve sobre sus pasos y remarca: “Es el vacío…”. Cuando aconteció la muerte de Raúl, Mora también era madre de María y Morita. Luego del fallecimiento, llegó Juan, el menor de sus hijos. “El vacío que viví es muy difícil de explicar. Me fui conectando muy de a poco, tuve mis tiempos. No se puede decir ´ya pasó´. Hasta el día de hoy no puedo decir eso, está dentro de mi vida”.
-Y lo hace inexplicable porque tiene que ver con la alteración del orden natural que marca primero la partida de los padres.
-Es así, aquello fue una desgracia horrible, no le puedo transmitir a nadie lo que se siente, cuando me encuentro con alguien que vivió lo mismo que yo, no media una sola palabra, nos miramos y ya sabemos qué significa y qué significará para siempre.
-¿Por qué falleció?
-Fue en el campo, como consecuencia de un accidente doméstico, de esos que uno jamás imagina, pero no quiero entrar en eso.
Los ojos se humedecen. Se levanta y apaga la música que acompañó hasta este momento la charla. Muy pocas veces, una partitura molesta. Esta es una de ellas.
-Sos una mujer resiliente y, luego de la muerte de tu hijo, volviste a trabajar gracias a Gino Bogani.
-Me llamó Gino, que tenía muy claro cómo estaba yo, para participar de un desfile en Cuba, que se abría al mundo occidental y ofrecía su mercado del algodón, en un momento donde Rusia había dejado de ayudar al país. De aquel evento también participó la diseñadora Silvia Miccio y Bogani hizo el gran show, que fue memorable.
Instrumento
-Cuando el físico fue el instrumento de trabajo, ¿cómo se afronta el paso del tiempo?
-Sigo haciendo desfiles…
-A buen entendedor…
-Desde ya, paso ropa para señoras de mi edad, así que sigo vigente para ciertos grupos. Creo en los ritos…
-¿A qué te referís?
-Cuando me despierto a la mañana, además de desayunar y darme un baño, me maquillo, no excesivamente, me arreglo, tengo el pelo siempre impecable y estoy perfumada aún para estar en mi casa, me hace sentir bien. Salgo a caminar o andar en bicicleta, pero nunca desarreglada, siempre estoy armada. Todos los días, me aplico mi crema protectora, me pinto los ojos con negro y me pongo mi labial natural. Nadie al verme puede decir “no se cuidó”. No lo hago por si me encuentro a alguien en mis caminatas, sino por mí. Me gusto a mí misma, no tengo el mismo cuerpo que en otra edad, pero no estoy mal.
Regularmente, camina una hora alrededor del lago Regatas en Palermo, siempre acompañada por El reloj de arena de Jorge Luis Borges, o utiliza los senderos de la zona para andar en bicicleta, buenas excusas que la llevaron a comprar su departamento ubicado a metros del mayor pulmón verde de la ciudad.
-Es importante pensar en uno mismo.
-Tengo una gran autoestima. Cuando las mujeres me consultan, les sugiero que se miren al espejo y que, si desean cambiar algo, pongan manos a la obra. Carolina Herrera decía que el espejo es el mejor amigo de los seres humanos, porque devuelve exactamente lo que uno es, ahí no hay mentira. Si uno se ve bien, está bien.
-Lo mismo aplica en el hombre.
-Un caballero desalineado no me gusta. Hombres y mujeres, con muy poco, pueden estar bien. No hablo de belleza, sino de estar cuidado, en generar un aura que atraiga al otro y no que rechace. Creo mucho en el aura de la gente.
-El aura es como el espejo.
-Claro, hay gente que tiene un alma vieja y se nota, más allá de la salud de cada uno.
-¿Comés de todo?
-Sí, pero no me gustan las carnes rojas. Y mi perdición es el chocolate, el dulce de leche y los helados. No me privo, pero todo lo consumo en su medida justa.
-¿Siempre con un libro de Borges?
-Leyendo y releyendo para aprender un poco más sobre él. Era tan claro en ciertos conceptos políticos que mucha gente no le tiene amor.
Aquellos tiempos
“Fui mannequin de todos los grandes”, dice la mujer de padres uruguayos que pasó su infancia en el barrio de Palermo: “Vivíamos por Malabia, frente al Botánico”. A Gino Bogani lo ubica entre sus afectos. “Dice que soy una de sus musas, junto con Nequi Galotti, Teresita Garbesi, Mariana Arias, Andrea Frigerio, Delfina Frers, Ada Mazo, Mónica Labari, Carmen Yazalde y Evelyn Scheidl”.
Nombra a Nequi Galotti, quien también fue pareja de Luis Rusconi, el primer marido de Furtado, pero eso no incidió en la relación de ambas: “Somos amigas y compañeras de pasarela. Mi hija María es hermana, por parte de su padre, de Luis y Miguel, hijos de Nequi. La vida hizo que estuviéramos conectadas. Nos queremos y respetamos mucho, no hay competencia ni vereda de enfrente, todo lo contrario”.
-¿Cuándo tomaste conciencia de que eras una mujer bella?
-Nunca.
-La falsa modestia no es una virtud.
-Nunca me consideré eso, pero sí sé que tengo un estilo.
-Un gran estilo y muy personal.
-Cuando comencé a trabajar, a mis 18 años recién cumplidos, era diferente.
-¿Soñabas con el mundo de las modelos o ingresaste por casualidad?
-Como era alta y flaca, mis amigas me decían que podía ser una modelo, pero no era algo que tenía en cuenta.
-Entonces, ¿no te sentís bella?
-No era el prototipo de la época, sino exótica. Era achinada y explotaba esos rasgos con el maquillaje. Mi madre era rubia y de ojos azules, nada que ver, pero sí muy bella y destacada por su distinción y elegancia innata. Vestía muy bien.
-Heredaste eso.
-Herencia innata.
-Entonces, ¿cómo ingresaste al mundo de la moda?
-Se dio porque tenía una amiga, ya fallecida, cuya madre era la famosa Vivi Etcheto, creadora de Modas en TV, el ciclo que llevó la moda a la televisión. En una oportunidad, mi amiga nos invitó a participar, a instancias de su madre, de un desfile internacional, ya que no había presupuesto para pagarles a las modelos profesionales.
Aquella casa para la que desfiló era nada menos que una de las principales tiendas francesas más exclusivas de la época. “Allí comencé y no paré más”. La chica de rasgos exóticos dejó su empleo en una inmobiliaria y se metió de lleno en un universo que la convertiría en una figura destacada. Rápidamente, casas como Marilú, la convirtieron en una de sus mannequin exclusivas.
-De ayudar a la madre de una amiga a una carrera consagratoria.
-Adoré mi trabajo, recorrí el país, desfilé en el exterior. Lejos de sentir una cosificación, me enorgullezco de mi oficio, como es el de una escultora, una médica o una docente. En mi caso, tenía un porte y una actitud para mostrarle a la gente que lo que tenía puesto era para comprarlo.
-Y fomentar una industria.
-La moda no es sólo la modelo que caminó, detrás de eso hay una industria con miles de puestos de trabajo.
-¿Es cierto que la casa Hermés te rechazó en París?
-No es así, hubo una mentira que se tejió en torno a eso, pero fue en Buenos Aires.
A Furtado se la acusó de robar una pulsera. Sin embargo, en el juicio que se llevó a cabo, demostró que tal cosa no ocurrió. “Nunca supe quién dijo eso, pero gané la instancia legal. Incluso, quienes representaban a Hermés en Argentina, reconocieron que jamás había sucedido nada. En el juicio quise saber quién había echado a rodar tal cosa, pero no me lo dijeron. Todo salió en una revista que era un pasquín y que hoy no circula más”.
-¿Fue hace mucho?
-Hace veinte años.
-No hace tanto.
-Ya me había olvidado del tema… fue muy desagradable.
Mañana
-¿Qué te entristece?
-La pobreza, los niños y jóvenes que no pueden acceder a una educación. Ver a gente pidiendo en la calle con niños en brazos hace que pierda el optimismo.
-¿Puede haber algún cambio en nuestro país?
-Tiene, debe haber un cambio, pero, lo que espero es que la gente pueda comenzar a razonar. Tenemos un país con un potencial enorme.
-¿Cómo ves a la mujer?
-La mujer siempre ha sido luchadora, no sabemos bajar los brazos. Somos la columna vertebral de una familia y de una sociedad.
-¿Cómo mirás tu propio futuro?
-Soy muy independiente, por lo tanto, espero que Tata Dios tenga la bondad de llevarme en el momento en el que aún esté bien y no internada en un geriátrico, enferma o decrépita. Se lo he pedido muchas veces a Dios. Quiero vivir y no hacer supervivencia.
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