Argentina, 1985 perdió el Oscar a la mejor película internacional: se lo llevó Sin novedad en el frente
La representante de Alemania, una producción original de Netflix basada en la novela antibélica de Erich Maria Remarque, se quedó con la estatuilla para la que era la máxima favorita
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LOS ANGELES.- Quienes soñaban aquí con un triunfo argentino en el Oscar de connotaciones futbolísticas debieron resignarse en la noche más importante del año para la industria del cine al reconocimiento de una derrota frente al poder del gran favorito. La película alemana Sin novedad en el frente confirmó la casi unánime sensación que venían anticipando casi todos los pronósticos y conquistó finalmente el Oscar a la mejor película internacional en la ceremonia número 95 de los premios de la Academia de Hollywood, celebrada este domingo en el Teatro Dolby de Hollywood.
Hasta el momento del anuncio del ganador se mantuvieron intactas las esperanzas de Argentina, 1985. La inmensa mayoría de los expertos que vaticinaron este triunfo reconocieron al mismo tiempo en las semanas previas a esta ceremonia de no haber tenido un adversario de tanta envergadura (nominado en total a nueve premios, entre ellos el de mejor película), nuestra representante se encontraba en inmejorables condiciones de aspirar a “la tercera”, referencia futbolera a la similitud entre lo ocurrido en el último Mundial de Qatar con nuestra selección y el Oscar para el cine nacional.
A propósito también del fútbol, algunos habrán recordado en el momento del anuncio los intensos y constantes duelos mundialistas entre argentinos y alemanes, sobre todo en el decisivo momento de una final. Esta vez le tocó festejar a los europeos, representados por la película de Edward Berger, que se apoyó en una generalizada corriente de simpatía y apoyo por parte de diferentes sectores de la industria (no fueron casuales sus nominaciones en rubros como guion adaptado, fotografía, música original, dirección de arte, sonido y efectos visuales) y sobre todo en el poderoso respaldo logístico de Netflix. Desde hace algunos años el gigante del streaming aspira a llevarse la mayor cantidad de premios en la fiesta del Oscar y esta vez apostó todo con éxito a las chances de Sin novedad en el frente. Lejos quedaron las otras tres películas nominadas: Close (Bélgica), EO (Polonia) y The Quiet Girl (Irlanda).
Pero el cine no es fútbol, como le dijo Santiago Mitre a LA NACION en la víspera de la ceremonia. La delegación argentina permaneció confiada hasta el final en sus posibilidades, respaldadas por la extraordinaria carrera local e internacional de la película. Un triunfo como mejor película extranjera en los Globo de Oro, otro como mejor film iberoamericano en los Goya, y nominaciones tan valiosas como las que obtuvo en los Critics Choice y el Bafta, el equivalente británico del Oscar, respaldaron hasta último momento el anhelo de una victoria en el Oscar tan relevante como las que conquistaron La historia oficial (justamente en 1985) y El secreto de sus ojos en 2010.
Lo ocurrido aquí en el domingo del Oscar no opaca de ninguna manera el notable recorrido previo que hizo la película este año durante la temporada alta de premios de Hollywood. Todo lo contrario. Lo dijo este sábado el propio Santiago Mitre al conversar con LA NACION sobre cómo vivieron los argentinos las horas previas a la ceremonia. “Haber llegado hasta acá, con el reconocimiento enorme que tuvo la película, nos llena de alegría. Este domingo, suceda lo que suceda, no nos importa. Lo que más nos enorgullece es el recorrido que tuvo la película y la manera en que logró comunicarse con públicos de todo el mundo”, dijo el realizador.
La delegación argentina se repartió por distintos lugares del inmenso auditorio del Oscar (3400 butacas en total) para seguir la ceremonia. Allí estuvieron presentes Mitre (en compañía de su pareja, Dolores Fonzi), Ricardo Darín (junto a su esposa, Florencia Bas), Peter Lanzani y los productores Agustina Llambí Campbell, Victoria Alonso, Axel Kuschevatzky, Santiago Carabante y Federico Posternak.
Por suerte para la fiesta, a la hora de la llegada de los invitados a la flamante “alfombra champagne” había vuelto el sol después de dos jornadas inclementes marcadas por una lluvia constante y registros muy bajos de temperatura, sobre todo en la jornada del viernes 10. En ese momento el termómetro llegó a acariciar los 20 grados, algo que parecía imprevisto en los días y las horas previas.
El calor, sin embargo, fue la tendencia dominante a cierta distancia de Hollywood, donde otros argentinos seguían con atención y expectativa lo que ocurría en la ceremonia conducida por Jimmy Kimmel. La “otra sede” del Oscar para el equipo de Argentina, 1985 fue el exclusivo restaurante Tatel de Beverly Hills, un espacio dedicado a la comida mediterránea que tiene entre sus dueños al tenista español Rafael Nadal y a su compatriota Pau Gasol, estrella del básquet en el equipo local de los Lakers y protagonista de la temporada de la NBA.
Antes de empezar la ceremonia el lugar ya era un hervidero de gente, invitados que hablaban español de todos los acentos, incluyendo por supuesto el argentino. El bullicio fue creciendo de a poco hasta que llegó el momento del anuncio de la mejor película internacional, lo que todos vinieron a ver. Se colocaron pantallas de TV en lugares estratégicos y la delegación argentina eligió un rincón abierto muy coqueto, denominado Patio, que a pesar de su nombre contaba con una especie de techo de bambú.
Allí se acomodaron varios nombres destacados del equipo técnico y artístico de Argentina, 1985: el director de fotografía Javier Juliá, el editor Andrés Pepe Estrada, la directora de arte Micaela Saiegh, la directora de casting Mariana Mitre (hermana de Santiago) y el músico Pedro Osuna, que llegó más tarde, muy cerca del anuncio que involucraba a la película.
Los acompañaban el productor y representante de artistas Javier Braier y la directora Constanza Novick. El entusiasmo del ambiente y de los invitados dispuestos desde el vamos a respaldar las chances de Argentina, 1985 (había afiches de la película en distintos lugares del restaurante) se detuvo cuando Jimmy Kimmel anunció la entrada en escena de Antonio Banderas y Salma Hayek. Todos supieron de inmediato que el momento decisivo había llegado y dejaron las conversaciones para prestar atención excluyente a la pantalla.
Hubo un cosquilleo que se convirtió de inmediato en una sensación muy favorable. Todos imaginaron como una especie de augurio que dos figuras de habla hispana tan importantes en Hollywood anunciaran el premio internacional. Confiaban que de ellos perfectamente podría surgir la proclamación como ganadora de la única película hispanoparlante de las cinco en competencia.
Hubo una ovación espontánea cuando Hayek, al nombrar a los países nominados, mencionó al nuestro con un énfasis especial y un gesto preferencial. Y otra en el momento en que apareció Argentina, 1985 durante la mención de los cinco largometrajes candidatos al premio.
Pero cuando Banderas y Hayek dijeron que el Oscar era para la película alemana Sin novedad en el frente la sensación que se extendió de inmediato fue otra. No hubo gestos de decepción entre los argentinos, que en silencio sabían que la película había logrado ampliamente su propósito de ser reconocida en nuestro país y en el mundo de la mejor manera, pero sí un silencio que se extendió de inmediato a todos nuestros compatriotas, junto al escaso interés por seguir de allí en adelante lo que mostraban las pantallas. Muy pronto el lugar que ocupaban los argentinos quedó vacío.
Más allá del inevitable momento de desilusión por el veredicto de la Academia de Hollywood, los argentinos mostraron en todo momento el gesto inequívoco de conformidad plena por el deber cumplido. Después de la extraordinaria repercusión local y de un impecable camino internacional, para Argentina, 1985 la nominación también significó un triunfo.
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