Antonio Grimau, sobre Sandro de América: "Si este fuera mi último trabajo, sería el mejor broche de oro"
Sandro de América , la miniserie de Telefe dirigida por Israeal Adrián Caetano y adaptada por un grupo de autores comandado por Esther Feldman - quienes traspolaron la biografía del músico escrita por Graciela Guiñazú -, se convirtió en un verdadero suceso. El público acompaña de lunes a jueves a la producción que muestra toda la vida de Roberto Sánchez , personificado por Agustín Sullivan, Marco Antonio Caponi y Antonio Grimau , quienes representan diferentes etapas del Gitano. En una charla con LA NACION, Grimau habló sobre lo que significa para él ponerse en la piel del hombre - y no del ídolo -, su estrecha colaboración con Caetano y cómo fue el día que vio a Sandro por primera vez.
-¿Cómo fue trabajar con Adrián Caetano y cuáles fueron sus directivas para abordar a Sandro?
-Con Adrián, con quien no había trabajado nunca pero siempre quise, tuvimos un encuentro por demás feliz porque me encontré con un señor que tenía clarísima la manera de abordar la semblanza, la historia de vida de Sandro. Yo estaba muy preocupado porque después de la convocatoria no encontraba demasiado parecido físico, sobre todo en la cara, no veía que tuviera su nariz o su boca. Cuando llegué al primer contacto con Adrián le planteé mis dudas, mis cuestionamientos, y él me tranquilizó y me dijo: 'Mirá, Antonio, yo no estoy buscando una caricatura ni mucho menos un imitador, lo que yo busco es transitar con la mayor verdad las situaciones por las cuales él pasó'". A mí me tocó la etapa de la enfermedad, de su amor por Olga [Garaventa], interpretada maravillosamente por Muriel Santa Ana, con quien tuvimos muy buena química. Ésa fue la idea: acercarnos al personaje. Un acercamiento. Esa fue la palabra que usó Caetano. Si transitábamos con verdad la gente iba a comprar el Sandro que nosotros le diéramos, más allá del parecido físico. Sin dudas fue muy acertada su idea porque es lo que está sucediendo.
-Marco Antonio [Caponi] también señaló que la idea era acercarse al personaje como si fuera cualquier otro.
-Sí, el objetivo era mostrar al ser humano, ésa era la manera más concreta de atraparlo y poder reflejarlo, olvidándonos de toda la mitología que hay alrededor de su persona.
-¿Qué significó para vos, desde lo personal, interpretarlo?
-Podría hablarte largamente del tema porque es una persona, un artista que descubrí siendo muy joven, vendiendo gaseosa en la cancha de fútbol de Nueva Chicago, y de quien me impactó muchísimo su voz, su carisma, la llegada que tenía al público y el manejo de ese público, el despliegue tremendo que hacía en el escenario. A partir de allí fue una influencia muy grande porque intentaba imitarlo, me dejaba las patillas como él, y quería vestirme parecido a como él lo hacía. James Dean y Sandro fueron quienes marcaron fuertemente mi actitud, mi conducta, mi manera de moverme. En cuanto a ídolos de esa época, Sandro fue el mayor, el más importante. Dejó una marca muy grande entonces y la sigue dejando hoy. Sus canciones son un placer y me traen recuerdos muy hermosos.
He transitado los dos meses de grabación en carne viva. Se lo dije una mañana a Cateano: 'Estoy viniendo a trabajar en estado de gracia'
-¿Tuviste el privilegio de conocerlo personalmente?
-Sí. Muchos años más tarde de lo que te comentaba, ya siendo actor, estaba por comenzar una tira en coproducción con Puerto Rico, La cruz de papel. En el momento de la reunión del equipo, aparece Sandro en el hotel con champagne y una torta, a darles la bienvenida él también ya que a algunos de los actores los había conocido. Allí tuve un pequeño diálogo con él que me hubiese gustado que fuera más largo y fluido. Tengo ciertos rasgos de introversión y timidez que no me permitieron acercarme al astro que me había seducido en mi juventud. Fue un encuentro superficial, pero yo lo miraba de lejos con total admiración. Tiempo más tarde, me acerco a uno de sus shows en el Gran Rex y él, sabiendo que estaba en la platea, tuvo la deferencia de decir "hoy aquí entre nosotros hay un atorrante del sur igual que yo", dado que él era de Valentín Alsina y yo de Lanús Oeste, de modo que bajé al camarín a agradecerle y allí también tuvimos un breve diálogo. Ahora me toca el enorme privilegio y la enorme responsabilidad de interpretarlo. Si éste fuera mi último trabajo en mi trayectoria como actor, sería el mejor corolario, sería el mejor broche de oro que podría tener mi carrera el haber interpretado a este hombre que marcó tanto mi juventud.
-Según tu perspectiva, ¿cuáles son las razones del éxito de la miniserie?
-Es un éxito que superó las expectativas y entiendo que tiene que ver con la figura de Sandro y todo lo que despierta una mirada a su vida. Hay un interés internacional incluso, porque yo he recibido llamadas de Puerto Rico, de Colombia, más la presentación aquí, que ha sido muy grande, había una expectativa fantástica. En principio, creo que la figura ha sido lo convocante, pero después el nombre de Adrián Caetano, un hombre muy reconocido por sus trabajos cinematográficos, el elenco del que forman parte grandes actores y actrices que han querido estar, aunque sea en un solo episodio, para poder homenajearlo. También el éxito se debe a nuestra idiosincrasia, a nuestros conflictos, a lo popular, y éso es lo que la gente pide también: historias en las que se vean reflejados, con las que se puedan identificar. Esta es una de ellas, porque les habla desde la popularidad de un ídolo, pero también de ellos como sociedad. Son varios factores que confluyen.
-¿Qué sentiste cuando te convocaron para el proyecto?
-Recibí el llamado de mi representante un mediodía diciéndome: "Te quieren para Sandro" y creí que era una broma. Cuando me cayó la ficha de que era verdad, ahí empezaron las preocupaciones. Por un lado, sentí el halago y el privilegio de tener que interpretar a alguien tan cercano a mi vida, de tantas maneras. Por el otro, me generó preocupación la enorme responsabilidad que significaba y las dificultades. Por la altura del personaje, se vuelve prácticamente inalcanzable, y además la gente tiene de él un perfil muy definido. Entonces, dar con ese perfil universal y colmar las expectativas se me volvieron tareas titánicas y casi imposibles, considerando también la falta de parecido físico que te mencionaba antes. La palabra de Caetano me tranquilizó y ésa fue la llave para descubrir y encontrar la manera de acercarnos a un personaje real con las aristas que puede tener cualquier otro personaje de ficción.
-¿Cuál fue la escena que más te conmovió interpretar?
-He transitado los dos meses de grabación en carne viva. Se lo dije una mañana a Cateano: "Estoy viniendo a trabajar en estado de gracia". Esas tres noches que pisé el escenario del Gran Rex, donde él cosechó tanta gloria realmente fueron para mí como una mezcla de milagro, de regalo enorme e inesperado. Encima de todo sentí una gran emoción cuando conocí a Olga, el placer de escuchar de su boca que entendía que el personaje estaba en buenas manos fue un voto de confianza enorme. Dos horas después de eso, treinta "nenas" auténticas con quienes creí que iba a haber conflicto producto del fanatismo, me dieron su apoyo con palabras de aliento, dos de ellas se descompusieron al verme, y Olga también se impresionó muchísimo. Todos esos pequeños pasos que fui dando me dieron tranquilidad. En cuanto a las escenas, hubo muchas, pero hubo una en particular: cuando Sandro, ya muy deteriorado de salud, intenta salir al escenario y el médico y la misma Olga se lo impiden. Siento que esa escena tuvo mucha intensidad, es conmovedor ver cómo él, casi como un niño con desesperación, pide por favor que lo dejen saludar a sus nenas y cantarles por última vez. Ese momento, junto con otros, fueron de alto voltaje emocional, porque su conflicto con la salud estaba atravesado por el amor.
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