Annie Girardot, la antidiva
Annie Girardot, que fue la actriz más popular de Francia en los años setenta (y también la mejor remunerada), nunca fue una estrella. Lejos de cualquier glamour (aunque en la escena o en la imagen podía derrochar la más inquietante sensualidad), jamás se hubiera instalado en ese paraíso inalcanzable donde se refugian las diosas de la pantalla cuando la proyección concluye; tampoco le habría puesto su nombre a una marca de perfume ni habría calculado, al aceptar un trabajo, si éste favorecería o no su imagen pública. No había, en todo caso, una imagen que cuidar. Era tal como se la veía, una mujer como cualquier otra. "He sido jueza, abogada, taxista, policía, cirujana" -resumía en el libro en el que volcó algunas de sus memorias antes de que la enfermedad se las arrebatara por completo-; sabía que la gente no esperaba encontrarse con una bella vamp irreal, sino con una mujer con la cual le sería fácil identificarse, una que llevaba en los ojos cierta tristeza antigua, en la voz de fumadora empedernida la firmeza de un temperamento apasionado y en la sonrisa -a veces pícara, a veces irónica, siempre seductora- cierta mezcla de decisión y vulnerabilidad. En ese rostro -que Visconti embelleció hasta sorprenderla a ella misma- vio el gran artista milanés a la desesperada heroína de Rocco y sus hermanos , la prostituta que por amor se entregaba al sacrificio, y la hizo eterna en imágenes que forman parte de la historia del cine: el reencuentro con Rocco en el puerto; la separación en el Duomo, la entrega al hombre que por celos la acuchilla.
Puede decirse que a ese film y a ese personaje, la gran actriz francesa fallecida hace una semana les debió el reconocimiento internacional, si bien ya había aparecido en varias películas en su país y gozaba de prestigio como actriz de teatro. Nacida en 1931, en París, tuvo una infancia desdichada (no conoció a su padre y pasó tres años en maternidades y hospitales, a la espera de que su madre pudiera hacerse cargo de su crianza. "A ella le debo todo", decía). Fue la primera que le vio condiciones de actriz. Egresada del conservatorio, integró la Comédie Française, y recibió otros dos espaldarazos. Jean Cocteau la declaró "el más bello temperamento dramático de la posguerra" y la dirigió en La máquina de escribir. Visconti la unió a Jean Marais para representar Dos en el subibaja , y después peleó con los productores para imponerla en Rocco, donde conoció a Renato Salvatori, que sería su marido y padre de su única hija.
* * *
No trabajó para los grandes de la nouvelle vague (estaba en Italia en esos años), pero en su filmografía extensa y llena de altibajos (llegó a rodar cuatro films por año) figuran otros cineastas de renombre: de Marco Ferreri ( La mujer mono ), Mario Monicelli ( Los compañeros ), los hermanos Taviani ( Fuera de la ley del matrimonio ) y Giuseppe Patroni Griffi ( Cena para amantes ) a sus compatriotas Claude Lelouch ( Vivir por vivir, Los miserables ), Philippe de Broca ( Ella sí, yo también ), Jean Louis Bertucelli ( Historia de una doctora ). Melodramas y comedias multiplicaron su popularidad en los setenta, incluso entre nosotros. ¿Quién no recuerda a la camarera embrollona de Ella no bebe, no fuma, no se droga, pero? (Michel Audiard) o a la profesora cuya escandalosa relación con un alumno deriva en la tragedia de Morir de amor (André Cayatte)?
La dedicación al teatro primero y la enfermedad después la alejaron del cine, no obstante lo cual dejó un último personaje memorable (y terrible) en La profesora de piano , de Michael Haneke.
No habrá reemplazo.
lanacionarMás leídas de Espectáculos
"No soy linda y nada más". Patricia Sarán: de su trabajo como modelo y secretaria de Gerardo Sofovich a los grandes amores que la marcaron
En Netflix. La serie italiana que lanzó su segunda temporada de 5 capítulos y que no te dejará levantar del sillón
"Estoy muy feliz". Paul McCartney: el momento más emotivo, la canción que tocó por primera vez y la sentida dedicatoria a su esposa Nancy