Anita Ekberg: el adiós a la belleza sueca que amó Italia
"Marcello, ven aquí. Rápido." Con pocas palabras, un cuerpo de poses seductoras, ese vestido negro al borde del desborde y la dirección de Federico Fellini, a Anita Ekberg le bastaron unos pocos minutos metida en la Fontana di Trevi como la caprichosa diva Sylvia bajo la atenta mirada de aquel periodista hedonista interpretado por Marcello Mastroianni para convertirse en ícono eterno del cine.
La sirena de aquella Roma de 1960 falleció ayer en esa misma ciudad a la que llegó desde su Suecia natal con un paso previo por Hollywood. Claro que antes de emigrar a la meca del cine industrial para probar suerte en el sistema de estudios durante su época de gloria, Kerstin Anita Marianne Ekberg fue Miss Suecia, concurso al que llegó, según cuenta la leyenda, porque sus organizadores la vieron en la calle, a los 19 años .
Y así, en 1951, la hija de un estibador de la ciudad de Malmö sexta de ocho hijos, aprovechó el viaje a los Estados Unidos para competir en el concurso de Miss Universo (que no ganó) para intentar suerte en el cine. Contratada por los estudios Universal, Ekberg pasó sus primeros cinco años en Hollywood siendo más modelo Pin Up que actriz hasta que obtuvo su primer papel de peso en el film Callejón sangriento, de William Wellman, protagonizado por John Wayne y Lauren Bacall. Aquel papel, el de una aldeana china tratando de huir del régimen comunista, le consiguió su primer y último Globo de Oro en la categoría-que ya hace tiempo no existe- de revelación.
Luego llegaría La guerra y la paz de King Vidor, en la que compartiría elenco con Audrey Hepburn y Henry Fonda. Sin embargo, Ekberg no lograba escapar de su pasado de modelo y su figura trascendía más que sus interpretaciones.
Desde la tapa de la revista Life, los rumores sobre su cercanía con el excéntrico millonario Howard Hughes y el director de cine Russ Meyer o los chistes a su alrededor -Bob Hope dijo alguna vez que por la espectacularidad de las formas de Ekberg sus padres merecían el premio Nobel de arquitectura-, la carrera de la actriz en Hollywood no avanzaba demasiado y entonces aparecieron el cine italiano, Roma y Fellini.
"Fui yo la que hice a Fellini y no al revés", había dicho hace algunos años la actriz que, más allá de sus palabras, mantuvo una buena relación con el director que la hizo famosa y con el que volvería a trabajar en Boccaccio 70, el documental televisivo Los payasos Clowns, así como en el film La entrevista de 1987. Criticada por los medios de su país (donde nunca filmó una película), por su raro acento amasado por los años de vida entre los Estados Unidos e Italia, la Ekberg era para ellos "la Iceberg", mote con el que cargó mucho tiempo por su supuesto carácter distante.
"No fue muy agradable. Filmamos la escena en febrero. Mastroianni, borracho de vodka, no podía mantenerse en pie. Y ahí estaba yo, congelándome. Tuvieron que sacarme del agua porque no sentía las piernas", recordaba Ekberg hace unos años de la escena que le garantizó un lugar en la historia del cine. Y que claro, de tan impresionante e inolvidable también fue el hito más alto de una carrera que se llenó de decenas de films y ofertas de trabajo, pero que según contó la propia Ekberg cuando fue invitada en 2013 al Festival de Cine de Berlín, la mayor parte de las propuestas no eran más que copias de La Dolce Vita.
El éxito internacional de la película de Fellini también le consiguió el regreso a Hollywood, donde en 1963 protagonizó junto a Frank Sinatra, Dean Martin y Ursula Andress el western 4 por Texas, de Robert Aldrich.
De esa experiencia, Ekberg recordaba su flirteo con Sinatra y cómo podría haberse convertido en otra de las esposas del actor y cantante si hubiera aceptado su propuesta de casamiento. Sin embargo, no lo hizo aunque sí se casó con el actor británico Anthony Steel del que luego se divorció y también terminó así su matrimonio con el norteamericano Rik Van Nutter.
Alejada de la actuación desde 2002, aunque negándose al retiro definitivo "después de todo Bette Davis filmó hasta los 90 años", Ekberg decía que ya no podía mirar aquella escena que la volvió ícono sexual internacional. "La he visto algunas veces. Demasiadas, tal vez. Ya no soporto verla, pero era hermosa."