Amor y Gelato: el secreto culinario que revelan en la película y causó furor entre los usuarios
La historia de amor que es tendencia en Netflix sucede en Roma y tiene a la comida como protagonista
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Dicen que todos los caminos conducen a Roma y que es la ciudad del amor, de la pasta y del helado, mejor conocido en Italia como el gelato. Aseguran también que es la Ciudad Eterna por los monumentos que tiene y porque pervive desde el antiguo Imperio romano. Se habla mucho, pero hay una que no la sabe nadie, salvo Greta, la dueña de una pastelería secreta. Amor y Gelato es una película romántica que lidera los rankings de Netflix. Está basada en una novela de Jenna Evans Welch y cuenta la historia de una joven estadounidense y su madre. Lina debe cumplir el último deseo de la mujer: pasar un verano en esa ciudad europea antes de empezar la universidad.
Para Lina el viaje es una aventura en todo sentido, porque no solo conoce los lugares mágicos de la ciudad, sino también le sirve para redescubrirse a ella misma. Y en ese proceso, también de enamorarse y aventurarse, aparecen los famosos maritozzi, los bollitos más famosos de Roma. Algo así como una medialuna rellena de crema en tamaño extra large.
Lorenzo, uno de los amores de Lina durante la película, la lleva una madrugada hasta una calle un poco oscura con una puerta que casi pasa desapercibida. Ante la pregunta de la joven de qué hacían ahí a esa hora, él le contesta: “Muchos restaurantes en Roma no hacen pastelería, la compran de sitios que tienen licencia para vender, como este. Es una pastelería secreta”.
En ese momento entra en escena Greta, una mujer italiana que conoce a Lorenzo y que, ante su pedido, le da dos maritozzi recién salidos del horno. Cuando Lina lo prueba, no puede disimular el asombro de lo rico que está y la felicidad que le genera. Es ahí, en ese instante, que el hombre le revela el ingrediente mágico y desconocido.
“El secreto de Greta son las manos frías. Mete los dedos en cubos de hielo antes de trabajar la masa”, explica Lorenzo. Lina lo interrumpe con la boca llena y la nariz repleta de crema para acotar: “Me doy cuenta, amo las manos frías de Greta”. Ambos sonríen y con una melodía instrumental de fondo, disfrutan de los maritozzi en un rincón especial de la ciudad.
A lo largo de la película aparecen varias veces los maritozzi. Sobre todo en momentos de mucha alegría o tristeza. Son como un sostén emocional que no solo llena la panza de los personajes, sino que también les hace un mimo al corazón. “Necesito una dosis de sus pasteles”, le dice otra noche Lina a Greta, justo después de haberse peleado con su novio. “Sus pasteles no mienten, por eso los necesito”, le argumentó insistente y así logró su cometido: que le diera una bolsa llena para que pudiera ahogar sus penas en esa exquisita factura.
Al secreto de las manos frías de Greta, que no son fáciles de conseguir, hay también otros ingredientes que se necesitan para hacer un maritozzi. Lo principal, según las recetas de quienes más saben, es harina, huevos, miel y manteca. Un combo explosivo.
El nombre de maritozzi tiene un origen divertido y acorde a lo que le pasa a la protagonista de la película cuando lo prueba. En la época católica se decía que era el único dulce que se permitía durante el ayuno de la Cuaresma. Los llamaban “er sacro maritozzo” y eran algo así como un pequeño capricho. El futuro marido (maritozzi en italiano) le regalaba a su novia este dulce en señal de su amor y en algunas ocasiones le escondían dentro de la crema, en medio del relleno, algún regalo: un anillo, una joya...una sorpresa.
Lina en la película no encuentra tal cosa, pero sí el secreto mejor guardado y nunca sabido de las manos frías de Greta.
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