Amistades peligrosas deja de lado la sátira licenciosa de Choderlos de Laclos para creer en un amor pop en el Ancien Régime
Con Alice Englert y Nicholas Denton como los amantes decididos a todo, incluso a destruirse mutuamente, para avanzar a la alta sociedad parisina del Ancien Regime, esta nueva adaptación de la célebre novela epistolar es tan poco fiel a la historia como a la filosofía de sus protagonistas
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Amistades peligrosas (Dangerous Liasons, Estados Unidos, 2022). Creadora: Harriet Warner. Elenco: Alice Englert, Nicholas Denton, Carice van Houten, Hakeem Kae-Kazim, Paloma Faith, Michael McElhatton, Hilton Pelser, Lesley Manville. Disponible en: Lionsgate+ . Nuestra opinión: buena.
La novela epistolar Relaciones peligrosas, escrita por Pierre Choderlos de Laclos a fines del siglo XVIII, ha tenido varias adaptaciones al cine: la de Stephen Frears en 1988, con Glenn Close, Michelle Pfeiffer y John Malkovich podría pensarse como la más justa en el tono y fiel con el universo de los acontecimientos literarios; aunque sin duda Juegos sexuales (1999) persiste como la más pop, la que supo identificar la mirada crítica sobre la decadencia del ancien régime y trasladarla al final del milenio. Amistades peligrosas, la nueva serie de Lionsgate+ -reconversión de la plataforma Starz Play, disponible también vía DirecTV Go- realiza una operación arriesgada que asume sus altibajos: suntuosa en su apuesta visual, equívoca en su lectura de la perspectiva literaria, resulta un entretenimiento romántico antes que una sátira licenciosa.
Creada por Harriet Warner (Call the Midwife, Tell Me Your Secrets) bajo la forma de un preludio, la serie sostiene la ambientación en la París de 1783 –en el final del reinado de Luis XVI y María Antonieta, monarcas que se llevarían consigo los dedos acusadores que el propio Choderlos de Laclos había sostenido sobre la doble moral de su tiempo-, pero elige reinventar el entramado de personajes y con ello reformular sus principales motivaciones. Por ello, mientras la marquesa de Merteuil y el vizconde de Valmont literarios eran ejemplos de ese clima pecaminoso que subsistía gracias a secretos y extorsiones, motivados por el ego y la frivolidad, los nuevos protagonistas de estas relaciones peligrosas son los desfavorecidos, los desheredados, los repudiados por la sociedad que buscan reconocimiento y venganza: para su sexo, para su clase, para su imaginada posteridad.
La nueva marquesa de Merteuil, Geneviève (interpretada por la genial Lesley Manville, de breve participación), casada e insatisfecha, apenas mitiga su soledad en los encuentros apasionados con el joven Valmont (Nicholas Denton). Desheredado por su madrastra y con problemas no resueltos con su padre ya fallecido, Pascal Valmont trabaja como hacedor de mapas pero aspira a recuperar su título y su fortuna extorsionando a las señoras que comparten su cama y que cometen la infidencia de plasmar en sus cartas sus sentimientos más apasionados. Pero Valmont tiene un amor y allí radica su redención: una joven a la que espera rescatar de la casa de tolerancia donde aún purga su mala crianza. Camille (Alice Englert) es la verdadera protagonista de esta historia. Alejada del cinismo de la original Marteuil y convertida en la protegida de la pobre Geneviève, será la vengadora de los desamores y las maldiciones de todas las mujeres de esa Francia absolutista.
Los melodramas reales de Starz, desde la saga de la Guerra de las Rosas –The White Queen, The White Princess, The Spanish Princess- hasta la reciente The Serpent Queen, combinan el retrato del empoderamiento femenino con una pizca de autoconciencia y comicidad, elemento que la nueva Amistades peligrosas esquiva en virtud de un decidido sentimentalismo. Pero lo que sí comparten esas ficciones es la idea de repensar a los ‘villanos’ de la Historia –en este caso de la literatura- ofreciendo una nueva mirada que nos permite comprender sus decisiones, por inmorales que nos parezcan. En el caso de Catalina de Médicis, la llamada reina serpiente, la toma del poder, con la libertad que conlleva para una mujer humillada desde su infancia, exige la disculpa por los métodos para conseguirlo. Aquí, el nombre Merteuil abandona su costado malvado, el uso de esa hipocresía coyuntural en su beneficio para disfrutar del sexo y las adulaciones como supo exponer Glenn Close en la versión de Frears, y convierte el ascenso social de una cortesana en el golpe de gracia de su sexo contra años de ostracismo.
Además, Camille es el nombre de la trágica heroína de La dama de las camelias, víctima consumida por los hombres y maldecida por la sociedad. Esta nueva Camille está dispuesta a todo: a extorsionar al marqués de Merteuil para introducirse en los círculos más exclusivos de París, a liberarse de las ataduras de los hombres que quieren comprarla, y a convertir a su amado Valmont en el precioso peón de su juego. La estratagema de arruinar a una mujer virtuosa, que en la novela tenía como blanco a la cándida Madame de Tourvel, aquí es sustituida por la devota Jacqueline de Montrachet (Carice van Houten), una altiva mojigata que humilló a Camille en el pasado y que también va a pagar su deuda.
En ese retorcido juego de transformaciones, la nueva Amistades peligrosas asume otro rostro, menos jugoso que el que mostraron otras de las ficciones de la antigua Starz, novelescas sin pudor, irresponsables en el rigor histórico, divertidas sin culpa. Los aires pop de esta versión se combinan con un exagerado romanticismo y con la búsqueda de una persistente justificación para todos los insidiosos caprichos que fueron la esencia de la sátira de Pierre Choderlos de Laclos.
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