Alvear

Un ciudadano del mundo anclado en la avenida Corrientes

Alguna vez Kevin Johansen definió como subtropicalistas a los músicos sudamericanos que ingresaron en el siglo xxi con un planisferio en su carpeta de partituras. Por filiación generacional, afinidad estética y portación de pasaporte, Fernando Samalea integra ese improbable movimiento junto con sus compañeros del Sexteto Irreal, Diego Frenkel y Jorge Drexler, entre otros. Desde su debut solista, El jardín suspendido (1998), conviven en su marmita los aromas del tango, la música del Medio Oriente, el jazz, el drum&bass y el trip hop, entre otros elixires. En Alvear, sin embargo, Samalea abandona por una noche su viaje a través del universo para anclar con su bandoneón en la avenida Corrientes. Registrado en vivo durante la presentación de Alhambra –editado hace apenas un par de meses–, la flamante entrega aparece como el disco más porteño de su catálogo personal. Dos temas nuevos, "Película dorada" y "Lapsus", funcionan como introducción y desenlace para una selección de canciones ya editadas, en las que se respiran aires de tango sacrílego con pulso cosmopolita y clima de festejo familiar. Hombre de múltiples lazos, Samalea cuenta en Alvear con una lista de invitados que van desde Tito Losavio e Hilda Lizarazu –que presta su "Camino real" para el cruce con "Morisco"– hasta Fernando Kabusacki, María Ezquiaga y Fernando Nalé. Y sobre el final, Charly García se monta sobre el escenario para desgranar amistosas versiones de "No soy un extraño" y "Anhedonia". El arte del disco recupera la costumbre de Samalea de acompañar su música con un relato, en este caso, en forma de fotonovela nacional en que los invitados juegan a protagonizar una película de encanto decadente en plena época de señal de ajuste.

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