Alvaro Henríquez
En plan solista, el ex Tres se anticipa a las revistas del corazón
Decir que este disco –el primero estrictamente solista de Alvaro Henríquez— se vislumbra como el más íntimo y transparente de lo que va de su carrera, a estas alturas no sólo es un lugar común, sino también una afirmación incompleta, si no imprecisa. Como líder, cantante y compositor de Los Tres y Pettinellis, impuso sus criterios musicales casi sin contrapeso, y a través de las canciones se las arregló para hablar de sus asuntos personales sin que parecieran personales. Tan así es que tuvo que salir Enrique Symns con una biografía autorizada de Los Tres, luego desautorizada por el mismo grupo, para que los fans se enteraran de un dato sensible que se coló entre la vorágine de chismes inútiles: "Jarabe" era el apodo que el compositor había encontrado para su novia de entonces, Javiera Parra, lo que permitía deducir a quién estaban dirigidos los versos de "Jarabe para la tos, una cucharada alivia el dolor".
Ahora, adelantándose a las revistas del corazón, Henríquez titula una hermosa canción instrumental con el nombre de su nuevo amor ("Raffaella"), y desliza de paso una pequeña pero significativa señal: este disco es más suyo que cualquiera de los otros. Ya sea en solitario o asociado con una banda, el músico persiste con obsesión y fe talibán en la construcción de una identidad que suma referentes y se retroalimenta de su propio pasado.
Por eso, al escuchar una canción como "Marcas en el alma", la memoria auditiva de un fan medio evocará "No hables tanto". Algo similar ocurre con "Sirviente y no patrona", la más filosa de este nuevo inventario, que remite a la versión que el mismo músico hizo de "Arriba quemando el sol", de Violeta Parra. Pero el link a la patrona del folclore chileno es más amplio.
El dolor tiene matices insospechados una vez que se desata, matices muy sensibles para la piel de las radios que se ocupan de los asuntos del corazón. Por eso, una canción como "Amada" puede consagrarse como todo lo opuesto de un hit radial: desencantado, ambiguo, con el estribillo puesto donde debe ir la estrofa y un sonido mono que descolocaría hasta a una estación am.
Podrán quedar deudas o sobras de este debut solista. Podrá reclamarse más humor e irreverencia. Pero estas canciones del ahora formalmente solista Alvaro Henríquez siguen el mismo hilo que conduce, casi sin fisuras ni nudos, del único disco de Pettinellis al primer disco de Los Tres. Y eso, para no pocos músicos consagrados que acostumbran a dar giros estilísticos y a descubrir una conciencia social dormida, ya es bastante.