Alto Bondi: un colectivo tanguero cargado de psicopatías urbanas
La banda participó en el encuentro Facaff y esta tarde se presenta enel ciclo Transformador del tradicional Festival Tango Buenos Aires
"Alto Bondi es una banda de tango con influencia rockera." Sintética y de forma taxativa, la cantante Natalia Lagos define a este quinteto de tango feroz. Con dos discos editados -Bajo presión (2013) y Lymbo (2017)-, el grupo se transformó en una de las revelaciones de la nueva escena del tango. "El grupo es muy del Buenos Aires de hoy, con esa sonoridad frenética y letras con un contenido social. Pero principalmente en Alto Bondi están reflejadas las psicopatías urbanas", dice la cantante del grupo que se presentó en el Festival Facaff el jueves pasado y que hoy, a las 16, tocará en la Usina del Arte, dentro del Festival de Tango de la ciudad.
El grupo ensaya en Galpón B, el mismo lugar donde funcionaba la escuela de tango Orlando Goñi, impulsada por el pianista Julián Peralta de Astillero, una incubadora de esta banda cooperativa. "Todos componemos y eso lo ponemos en el grupo. Nuestras influencias musicales son diversas y entran en juego. Así funciona. Pero hay sobre todo mucho compañerismo. Por eso, el arte sucede, porque nos queremos y nos bancamos."
La propia Natalia Lagos trabajaba en una escuela de blues hasta que se dio de cabeza con el tango y ya no lo pudo dejar más. Empezó por una necesidad laboral. Junto al guitarrista Jhonatan Álvarez empezaron a tocar tangos clásicos en San Telmo. Después se cruzaron con el bandoneonista Ignacio Santos y de a poco la célula musical de Alto Bondi se terminó armando hasta la formación actual con Gabriel Gowezniansky en violín, Germán Sánchez en contrabajo y Noelia Sinkunas en piano.
"Desde nuestro inicio tuvimos mucha influencia de todo los contemporáneos, sobre todo de los primeros exponentes de la nueva escena del tango. Parte de Alto Bondi estuvo en la orquesta Ciudad Baigón. Los otros chicos venían del ensamble en el Teatro Orlando Goñi, que fundó Peralta de Astillero. Nos sentimos identificados con Astillero, La Fernández Fierro y Altertango, que fueron los que abrieron la cancha. Ellos montaron esta estética, que no es la misma que la de Schissi, que, también, es otro contemporáneo del tango", define el espíritu de época Lagos.
Lymbo, el segundo álbum del grupo, empieza a consolidar la estética afilada y aguerrida de su cancionero, atravesada por el ataque nervioso del fuelle y el violín, la virulenta base rítmica del piano y el contrabajo y ese efecto psicodélico y rockero de la guitarra eléctrica. La voz de Lagos se planta con personalidad frente a esas canciones de crudeza poética como en "Hotel familiar": "Si, me ves la herida abierta, no te vayas a asustar. La línea es fina para cruzar. La noche es larga para apurar. No siempre el cuento tiene final. Hoy vale todo, mañana igual (...)". Hay una profundidad y un lamento en su voz, que recarga el ambiente musical del grupo. "Canté blues mucho tiempo, pero siempre me gustó el tango y tenía facilidad para cantarlo. De chica lo escuchaba mucho. El blues y el jazz son más chatos líricamente. En el tango terminás cantando unas letras con una profundidad increíble. Y así fue como me quedé en este palo."
La densidad tanguera y la atmósfera rockera implícita en las melodías de Alto Bondi podrían despertar el interés de los seguidores de Patricio Rey y los Redonditos de Ricota y Los Espíritus. No es casualidad, Natalia Lagos concluye, que la nueva generación del tango, tiene un termómetro más real de lo que pasa en las calles. "Lo que veo es que el tango ahora está representando lo que era el rock nacional en los ochenta. Hay necesidad de hacer cosas nuevas. Es una cosa generacional que nos pasa a muchos. Tenemos algo que nos quema por dentro y lo queremos sacar en forma de tango."
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