Alessandra Rampolla es una figura bien conocida por los argentinos. Irrumpió en los medios hace poco más de una década y sorprendió al hablar sin tapujos sobre los siempre controvertidos tópicos del sexo, el erotismo y el amor. Desparpajo y gracia fueron algunas de sus claves para llegar a la audiencia. Con salero caribeño, supo, y sabe, cómo transmitir los intrincados secretos que acarrea el vínculo de pareja. Lo sabe todo. O al menos eso deja trascender. Claro que el ejercicio de la profesión no siempre puede corresponderse con una vida privada en igual sincronía. "El amor, si bien es mi tema laboral, no deja de ser parte de mi vida. Es como si en un carril me pongo un sombrero y trabajo; y en el otro soy Alessandra, que puede estar con neura, insegura, celosa o lo que me suceda, como a todos. ¡Ahí, olvídate de la sexóloga! Sé diferenciarlo".
-Dijiste "inseguridad" y "celos", supuse que eran palabras vedadas en la vida personal de Alessandra Rampolla.
-No soy la más celosa del mundo, pero por momentos puedo sentir celos. No soy la más insegura del universo, pero puede haber días en los que así me sienta. Navego y floto en la vida tratando de no hundirme en esos temas, como lo hacen todos.
-Al especializarte, profesionalmente, en estas cuestiones, ¿cómo se aplica eso en tus relaciones personales? ¿No asusta a los hombres tanta sapiencia o claridad conceptual?
-Puede ser que asuste, pero eso a mí me sirve porque, entonces, puedo descartar a los asustados. A mí no me gusta el hombre que siente eso conmigo y tampoco me interesa el que se babea demasiado, porque se hace ideas o se ratonea con cosas que no son. Si piensan: "Uh, la sexóloga me dará vuelta como una media", ya no me gustan, pierden mi interés. Necesito transitar el amor desde un lugar más humano. Soy una mujer como cualquier otra. Busco una conexión real. No me interesa tener a mi lado a una persona que se genera expectativas que luego no se cumplen y le van a provocar una desilusión. Como dice el dicho: "Siembra expectativas, cosecha desilusiones".
Amoroso historial
Alessandra llega puntualmente al hotel boutique del barrio de Palermo donde se realizará la entrevista con LA NACION. Alegre, dispuesta, despliega esa gracia que deja entrever en sus charlas públicas. Eligió un vestuario casual al que ella le aporta su cuota de elegancia. Montada en sus zapatillas, completa el equipo hippie chic. Habla a la velocidad de la luz y con ganas de transitar su historial afectivo. Solo hay una condición impuesta de antemano: será ella quien chequee las fotos que autorizará a utilizar. Posa como una modelo, mira el lente como una actriz, y escoge el material con el autoconocimiento y la convicción de la imagen que quiere dar.
-Según declaraste, la decisión de adelgazar estuvo signada por tu deseo de ser madre. ¿Qué te sucede, además, con lo físico en relación a la seducción y el amor?
-Mi subida de peso es un tema complejo, al igual que las razones por las que, en algún momento, fui una mujer obesa. Cuando decidí hacerme el bypass gástrico, estaba matrimoniada y teníamos, con mi marido, muchas ganas de ser papás. Debido a mi personalidad, soy muy perfeccionista, no me sentía bien encarando una maternidad con el sobrepeso que tenía. No porque no pudiera, de hecho existen mujeres que son mucho más obesas de lo que yo era y pueden tener bebés sin ningún problema. Pero sentía que no era el mejor vehículo para traer vida, quería ser más responsable. La cirugía tuvo muchos significados en mí.
-¿Qué sucedió luego de la intervención?
-Cosas del destino. Luego de la operación, la pareja no funcionó y sigo al día de hoy sin ser mamá. Siento que es un sueño que, en esta vida, ya no es. Pero estoy súper tranquila con ese tema.
-¿Ya no es una cuestión a abordar?
-No es algo pendiente.
-Descartado de plano completamente.
-No tanto. Si de grande me preño como adolescente, genial. Seré feliz y bienvenido. Pero no lo estoy pensando ni planificando, ni me estoy congelando óvulos. Nada de eso. Mis elecciones me han llevado a una vida extraordinaria, en el mejor sentido de la palabra. Amo a mi trabajo, y todo lo que hago, lo elijo a cada paso. No lo cambiaría. Y está bien si no experimento la maternidad propia. Soy muy mamá con mis sobrinos, tengo muy buen vínculo con muchos chiquitos. Soy una mujer feliz con cómo me ha ido en la vida.
En 2011, Alessandra se divorció de su marido John Hernández, con el que estuvo cuatro años casada y dos de novia. La separación fue en buenos términos y sin problemas a la hora de firmar los papeles, debido a que ya tenían un acuerdo sobre los bienes de cada uno y no había hijos en común. A fines de ese año, entabló un vínculo con Boby, un compatriota al que conoció en un restó. Ella almorzaba con una amiga, y él, técnico de sonido, celebraba el fin de un rodaje con sus compañeros de trabajo. En las pantallas se veía un encuentro entre el Real Madrid y el Barcelona. Las mesas se unieron, todos disfrutaban de la tertulia. Sobre el final, se saludaron. Ella no había reparado en él. Y hasta se la hizo difícil dado que Boby es 12 años menor. Pero la cosa funcionó. Y duró cinco veranos de profundo amor. "En mi vida adulta, siempre estuve en pareja, salvo en los últimos dos años".
-¿Y antes de John, quiénes estuvieron?
-Existieron otros, pero no hay por qué estar nombrándolos, ¿verdad?
La sexóloga ríe pícara. Busca complicidad. No quiere comprometer a nadie y dejar de lado aquellos nombres que no marcaron páginas significativas en su historial del amor.
Mis elecciones me han llevado a una vida extraordinaria. Amo a mi trabajo, y todo lo que hago, lo elijo a cada paso. No lo cambiaría. Y está bien si no experimento la maternidad
-¿Y cuál fue el primer amor, el de la adolescencia?
-Fue Ricky Díaz. Está casado, tiene hijos. Fue el primer amor en Puerto Rico. El gran amor adolescente. Dramático, de telenovela.
-¿Existe el anhelo de volver a formar una pareja?
-No estoy en una relación formal de pareja, pero eso no quiere decir que esté aburrida o solitaria. Tengo amor en mi vida. No es algo estable, ni con convivencia, pero algo hay.
-Un secreto bien guardado...
-Es puertorriqueño.
Alessandra baja la voz. Como intentando darle menos trascendencia a esta historia informal, pero que la llena de placer. "Soy muy dada, funciono bien con el amor. Necesito esa dinámica, la complicidad, armar equipo. De todos modos, no es la única manera de estar. Me di cuenta que hay lugares míos, independientes, que está bueno explorar. No estoy matrimoniada, no tengo hijos y, a los 44 años, poder descubrirme y saber bien quién soy es súper valioso. Crecí muchísimo. Estoy en un mejor lugar para encarar, el día de mañana, algo más formal. En el mientras tanto, todas las experiencias suman porque uno apunta a mejorar y a crecer. Todo vale".
Autoconocimiento
Alessandra transita un estado novedoso en su vida, ya que no se encuentra atravesando una relación de pareja tradicional. Conoció la soledad y las saludables libertades que, a veces, acarrea. "Por primera vez, en mi vida adulta, llevo dos años soltera. Y ha sido muy interesante porque he estado, igualmente, salpicada por el amor. He estado enamorada de mi misma, y eso es algo bien distinto. Es una etapa de crecimiento y de entendimiento propio. Hoy transito mi amor propio, sin necesidad de estar involucrada en una relación de pareja. Me enfoco en eso. El amor es necesario para el ser humano y yo ciertamente lo mantengo y lo manejo desde un lugar muy cercano en mi vida", explica la sexóloga recibida en la Universidad de Loyola y que cuenta con una maestría cursada en la United States International University.
-¿Cómo has sido atravesada por el amor a lo largo de tu vida?
-Siempre he estado atravesada y enamorada por el amor. Soy, verdaderamente, muy cálida.
-¿Cómo se manifiesta esa calidez?
-Soy tocona, afectiva. Me gusta el sandungueo .
-Se dice que en el enamoramiento, la persona se potencia. ¿Qué le sucede a Alessandra?
-Enamorada, ¡soy muy enamorada! Muy dada, compañera, muy child líder . Me gusta el estado de estar en pareja y trabajo mucho la relación.
-¿El amor hay que trabajarlo?
-Si, claro, a diario. Me gusta cuando crezco y evoluciono. Me siento incómoda cuando siento que estoy en repetición, como que no ha habido modificaciones. La pareja tiene que ser congruente con eso.
-A veces se crece a ritmos diferentes y eso atenta contra el vínculo...
-Y es por eso que, a veces, las parejas se terminan y es necesario que así sea. En muchos casos, tomar caminos distintos es beneficioso para la felicidad, la plenitud, la realización de cada uno. Eso también es ser muy amoroso, respetando el proceso propio y el del otro. Seguramente no soy la persona más tradicional en la manera en que miro las cosas, pero, ciertamente, todo lo que hago, de verdad, está guiado por el amor, por el respeto al otro y por la felicidad de esa persona y mi propia felicidad.
Contarlo todo
El sábado 19 de mayo presentará, en el ND Teatro, su show Alessandra te lo cuenta todo. La idea es que la conferencia sea un encuentro informal donde ella expondrá algunos temas y se mostrará abierta a las consultas del público.
-Alessandra, ¿se puede contar todo?
-Desde un lugar profesional se puede contar todo sobre la relación de pareja y el sexo. La idea que nace como consigna es que el público pueda preguntar. Así que lo que no te cuento yo, me lo pregunta la gente e igual te lo voy a contar. En definitiva, te cuento todo. La charla no es el libro, pero está sostenida por él.
-¿Qué te motorizó para editar este último libro?
-El año pasado hice una revisión de mi bibliografía y me di cuenta que existían contextos que habían cambiado porque se modificó el tejido cultural. El público de hoy necesita algo más actualizado y por eso también encaro la presentación en vivo desde ese lugar, pensando en cómo se encara el sexo y una relación de pareja en el 2018 y con las necesidades que la gente maneja hoy día, que es bien distinto al 2005, año en el que publiqué mi primer libro.
-¿Por qué elegís nuestro país para presentar tus libros o estrenar algunos shows?
-Argentina es muy precursor, impulsa movidas que luego suben a toda América Latina. De aquí salió el matrimonio igualitario, la adopción monoparental, la identidad de género, el Ni una menos. El argentino desde lo intelectual entiende muchísimo. Pero aún falta mucho por hacer desde lo emocional.
-Sobre el final, nos bajaste la nota...
-Ahí falta un progreso para transitar juntos. El argentino analiza, debate, siempre se me ha mostrado muy interesado en estos temas. Y tiene ganás de aprender y ejercitarse. Eso es muy saludable.
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