Alejandra Espinosa Uribe, la mujer en la que Disney se inspiró para crear a Mirabel Madrigal de Encanto
La escritora asesoró a los directores Byron Howard y y Jared Bush sobre cómo expresar la idiosincrasia colombiana a través de la familia animada
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Alejandra Espinosa Uribe llegó a Barichara hace cinco años en busca de un lugar para escribir; quería escapar de Bogotá y desde su juventud tenía en su cabeza el municipio de Santander por su belleza y porque todavía sentía que viajaba al pasado cada vez que recorría sus caminos empedrados.
Su papá había muerto en 2012 y en cada esquina lo recordaba a él y a su abuela santandereana. En Barichara encontró su “lugar de poder”. Hoy es la dueña de su “Casita”, la librería Aljibe, que fundó hace dos años y medio, “la primera librería de Barichara en 314 años de historia y la única en 100 Kilómetros a la redonda”, dice.
En Barichara, además de escribir, trabajaba como guía. Su vida dio un giro inesperado cuando dos cineastas, Byron Howard (director de filmes como Bold y Zootopia, entre otras) y Jared Bush (Moana), y un músico fuera de serie, nada menos ni nada más, que Lin-Manuel Miranda, aparecieron en el pueblo en busca de una historia para la gran pantalla. Durante cuatro días, Alejandra fue su guía y a través de los caminos santandereanos, recorrieron la historia de Colombia y mágicamente —¡estamos hablando de Disney!— aparecieron las primeras líneas de Encanto.
Ese encuentro cambió la vida de todos. La genial avanzada de Disney desistió de crear una historia sobre Latinoamérica. Se enamoraron de Colombia y quedaron encantados con Alejandra. Un mes después llegó a Barichara, por correo certificado, un contrato que parecía mentira: “El acuerdo entre Walt Disney Animation Studios y Alejandra Espinosa”, recuerda. “Yo me quería poner a llorar”. Espinosa sería la consultora de historia y cultura de Encanto. En ese entonces, no era librera; era guía, literata, investigadora, acuarelista y escritora en colaboración con su madre, la historiadora Diana Uribe.
Hoy a sus 29 años, Alejandra saluda con una sonrisa silente, de esas que no se necesitan exteriorizar para ser evidentes. Antes de empezar la entrevista, se peina rápidamente las ondas de su pelo negro y corto, ligeramente desordenado, y sobre su nariz se acomoda las gafas negras y redondas. Al fondo cuelgan un par de pequeños cuadros de acuarelas que retratan casas rurales y paisajes de la región. Son suyos. La miro a través de la videollamada y una duda empieza a surgir. Casi al final de la entrevista le digo: “Usted se parece a Mirabel Madrigal”. Se ríe con timidez y me cuenta que le costó admitirlo. “Todo el mundo decía: ¡son igualitas! Hasta que finalmente, en un zoom con los directores, me dijeron ‘oye, es que vos ayudaste a inspirar a Mirabel’ y yo: ¡¿qué?!”.
Encanto ya está nominada a los Globos de Oro, prenominada a los premios Óscar, número uno en taquillas del mundo desde su estreno. Es la cinta número 60 de Disney. Alejandra recuerda que fue a la gala de estreno en Los Ángeles con su traje típico de las tejedoras de Vélez, Santander, el mismo que lleva Mirabel. Dice que la gente la abrazaba y la reconocía por las largas jornadas de asesoría virtual en medio de una pandemia. Sus videos fueron herramientas clave para que los animadores entendieran cómo expresar la idiosincrasia colombiana a través de la familia Madrigal, y crear pequeños detalles de nuestra cultura como señalar un objeto con las comisuras de los labios.
Junto a ella, hay un equipo de 11 asesores, el Colombian Cultural Trust, quienes son los responsables de que Encanto sea una película verdaderamente colombiana. Entre ellos, los cineastas Juan Rendon y Natalie Osma; Edna Liliana Valencia, la asesora de la representación afrocolombiana; Martin y Stefano Anzellini, los arquitectos que estuvieron al frente de la construcción y destrucción de la “Casita”; el botánico Felipe Zapata, una autoridad en temas de fauna y flora; Juan Manuel Urbina, director creativo de Venturia Animation y experto en la industria colombiana de animación, entre otros.
Alejandra habló con El Tiempo sobre la construcción de Encanto y su papel como consultora en este mundo de lo “Real Maravilloso”, como decía Alejo Carpentier, “no el realismo mágico”, dice, “ese término es de Estados Unidos. Lo Real Maravilloso es el término que más me gusta”.
¿Cómo llegó usted al proyecto de Disney?
Yo llegué a Barichara muy encantada por el pueblo, pero sin ningún plan. Al principio pintaba postales, acuarelas, y por mi conocimiento de historia y el manejo del inglés, empecé a trabajar haciendo guías turísticas. Investigué mucho la historia de Santander y Barichara. Llevaba un año y medio haciendo estos tours cuando me contactaron de una agencia porque iban a venir unas personas de Disney. Y me pidieron que yo les organizara la visita.
¿Y por qué estaban en Barichara?
Estaban haciendo el viaje de investigación para una película sobre Latinoamérica y les estaba sonando mucho Colombia gracias al aporte de otros dos consultores cercanos a ellos que les decían: “háganlo de Colombia”. Vinieron y acá se decidieron. Y quedaron deslumbrados. Porque Colombia mezcla todas las raíces que están en Latinoamérica: los Andes, el mar Caribe, la selva y el Pacífico. Tiene muchas cosas. Ese viaje de investigación fue fundamental para hacer la película, sobre todo luego de la pandemia, porque ellos no podían volver. En esa visita, cuando yo los conocí, sentí que tenía que contarles toda la historia de Colombia y todo lo que tenían que saber sobre el país en cuatro días.
¿Y ahí le ofrecieron trabajar con ellos?
Al final del tour, me dijeron ‘bueno… vas a saber de nosotros’. Yo dije, ‘será que se lo dicen a todo el mundo de queridos’, y al mes me llamaron. Bryan Davidson, que era el que andaba detrás grabando, tomando fotos, me llamó para decirme: ‘oye te queremos ofrecer un trabajo como consultora para la película’. Y yo como ‘wow’. Me acuerdo de la sensación en el estómago. La felicidad cuando me llegó el contrato y el acuerdo entre Walt Disney Animation Studios y Alejandra Espinosa. Yo me quería poner a llorar. Era demasiado grande, enorme, y fantástico para un simple mortal, y ahí empezó todo el trabajo de consultoría. Eso fue hace cuatro años. Yo he sido de las personas que más ha participado en el proyecto.
¿Cuál era la idea inicial de los directores para hacer esta película?
Ellos apenas tenían la premisa: una película sobre la familia. Eso era lo más importante. Todos van a tener poderes, pero la protagonista no va a tener. Era su historia básica. Ya estaban en preproducción desde hacía unos seis meses. La película realmente tardó unos cinco años en hacerse. La familia era un tema que ellos querían explorar, es universal y la familia latinoamericana y colombiana era atractiva.
Cuando inició la consultoría, ¿cuáles fueron las principales indicaciones que usted les dio?
Había mucho trabajo sobre qué es la identidad latinoamericana, que entendieran que la historia latinoamericana y colombiana se entiende a partir de la conjunción de tres raíces históricas: afro, indígena e hispánica. También hablábamos sobre el realismo mágico, y sobre lo Real Maravilloso, ¿qué es lo Real Maravilloso?, una manera de contarnos a nosotros mismos. Lo que hace la literatura del género, García Márquez, Alejo Carpentier, es contarnos a nosotros mismos desde nuestra propia visión de mundo. Gabo siempre decía que él no se inventó nada, que él solo escribía lo que había visto o le habían contado… entonces cómo era la manera de contarnos: hay que entender las cosmogonías afro e indígenas para entender que hay una distinta relación con lo sagrado, por ejemplo.
Usted hizo un trabajo de archivo para darle una periodización histórica a la película. ¿Cuándo se ubica Encanto?
Aunque la película no tiene fecha, se podría ubicar a principios del siglo XX, por ejemplo, en La guerra de los 1000 días, que sería el conflicto por el cual huye todo el pueblo. Hay que hacer referencia a nuestra larga historia de migración, todos somos hijos de andariegos, migrantes, a veces migrantes que se fueron buscando fortuna, a veces que fueron desplazados forzosamente por el conflicto. Entonces hay una historia de desplazamiento importante y una historia de criar y ser hijos a partir de otras regiones.
¿Cómo fue el trabajo de archivo?
Había que recrear una época. Ahí fui al Museo Nacional, al Museo de Trajes y a la Biblioteca Nacional a buscar fotos antiguas, de familias. En el Museo Nacional había una exhibición sobre la Guerra de los 1000 días, el conflicto, cómo se veían los pueblos en conflicto en esa época. Yo hice una presentación de 120 diapositivas (ríe) y se volvió famosa en Disney.
¿Por qué ubicar Encanto en el pasado y no en la actualidad?
Es importante entender que Encanto es una película de época. No querían una película contemporánea. Un tema nuestro también es la memoria, precisamente por este desplazamiento, estamos desarraigados de ella. Entonces nunca sabemos de dónde venimos. Como todo nace de Barichara, a mí lo que más me llama la atención de Santander es la idea de que las tradiciones permanecen. Con la migración lo que ha sucedido en las ciudades es olvidar el papel de la ruralidad en la historia del país. La película hasta termina siendo una manera para que nosotros recordemos cómo es nuestra historia y le preguntemos a nuestros abuelos de dónde vienen. La película es perfecta para nosotros como espectadores colombianos.
¿Tiene ejemplos de esas tradiciones de ruralidad?
La falda de Mirabel, por ejemplo, está inspirada en las faldas de Vélez, Santander. Yo fui la que puse en contacto a los directores con las señoras tejedoras de Vélez para que ellas les enviaran las faldas, para que los animadores tuvieran que ver el peso de las faldas, cómo se mueven, cómo dan vueltas, para poder animarlas, para ver todos los tejidos, que finalmente se ven reflejados en los vestidos de cada personaje. Entonces es muy emotivo porque le están haciendo un homenaje a nuestras tradiciones y realmente estas son las que fomentan nuestra cultura.
¿Qué otras zonas están representadas?
Está el Chocó representado en el cuarto de Antonio (hermano menor), también el papá de Mirabel, el cachaco, el rolo, vestido elegante, y se pone a tocar piano. Las ollas de barro negras, que trabajaron con la comunidad de cerámica de Aguadas para construir esas ollas. Tiene un poco de todo. La arquitectura de la colonización antioqueña. El piso que se mueve recuerda mucho al tablón de piso de Barichara, que todavía se hace. Es el trabajo de los picapedreros que hacen estas calles a mano hoy en día y esto es un oficio hermoso que se ha pasado de generación en generación.
El piso de la “Casita” tiene una importancia porque es su forma de comunicarse ¿no?
Yo les hablaba que las casas en Barichara están vivas porque son casas que están hechas de tierra, de material orgánico. Entonces si uno se va, ellas se ponen tristes y decaen. Esto pasa. Se llenan de polvo y telarañas, pero si uno está ahí, las casas están felices, llenas de calor, no están deterioradas, tienen una manera de estar vivas. Cómo se relacionan con el clima, cuando hace mucho calor, conservan la frescura. Cuando llega la noche, empiezan a soltar todo el calor del día. Eso les llamó la atención a los directores.
Uno de sus principales legados en Encanto fue la gestualidad y el lenguaje no verbal.
Sí, eso fue muy bonito porque yo siempre trabajé con los directores y escritores, y cuando ya la película entra en producción, empieza todo el universo de animadores a venir a este proyecto. Entonces las preguntas venían de ellos: cómo se saludan, cómo se comportan en las fiestas. Yo les decía, ‘en una fiesta tiene que haber niños corriendo, tiene que haber ruido, desorden, todos están bailando’. Por ejemplo, una cosa muy bonita fue el baile de tía. Yo les expliqué, ‘no falta el baile de tía, que es el baile más torpe, la tía bailando así en una baldosa’. En la escena que ella está bailando en la fiesta en el cuarto de Antonio, tiene un bailecito de tía así perfecto. Me acuerdo un gesto (estira los labios para señalar algo), y yo era (repite el gesto) y ese sale en la película.
¿Cómo fue explicarles a los animadores no colombianos eso que es tan propio de nosotros?
También Mirabel habla mucho con las manos. Era yo hablando en videos. Cogen esa misma grabación y se ponen a verla los animadores para lograr ver cómo mueve las manos Mirabel… y sale muy bien. Es el trabajo de animadores viendo videos míos y de otras personas para ver cómo uno gesticula. También les mandaba videos como por ejemplo, yo bailando en las ferias aquí en Barichara… y estaban fascinados. Decían ‘ese video esta buenísimo’.
¿Cómo fue el acercamiento de los animadores a Colombia?
Con los animadores, yo hice un tour virtual. A raíz de la pandemia, no podían venir. Ellos tenían programado venir el 15 de marzo del 2020, y la cuarentena comenzó el 19. Cancelaron el viaje. Una de las personas que estaban detrás de todas las cámaras, me dijo: ‘por qué no hacemos un tour virtual’. Eso fue este año. Entonces me fui como una youtuber, con mi celular hablándole a la cámara. Hice el camino de Jordan a Mesa Los Santos, aquí en el Cañón de Chicamocha. Les hablaba de los indígenas Guane, de cómo el territorio en que uno habita tiene una concepción sagrada detrás. La relación con lo sagrado era algo que yo trabajé mucho con ellos. Yo les decía mucho que el agua es sagrada en muchas de las cosmogonías indígenas y no es casualidad que el milagro que sucede en la película es en un río, que es un homenaje a Caño cristales…
¿Y a qué otros lugares fue?
Luego fui a una plaza de San Gil a mostrarles cómo son las plazas de mercado. Fui a visitar una casa de unos señores aquí en una vereda, doña Rosa y don Luis. Me dieron chicha, yo les mostré cómo era la casa a los animadores, las flores, los perritos, plátanos. Es a partir de ese video que todos los alrededores de la casa se vuelven así de vivos. Fui a Villanueva, que es un pueblito que queda acá, a comer, a Mesa de los Santos, al Cañón de Chicamocha, a la casita acá en Barichara en esta casita campesina bellísima… entonces ese tour virtual también me volvió famosa. La gente me decía, me escribía, sí, yo ya te conozco, yo siento que te conozco porque vi ese tour.
Ahora que me dice que los animadores usaron sus videos, veo que hay un ligero parecido entre usted y Mirabel. ¿Eso fue deliberado?
(Se ríe). Curiosamente yo nunca ate cabos. Yo fui viendo cómo se desarrolló el personaje. Cuando queda esta Mirabel final, me mostraron el vestuario, y dije, ‘qué chevere que tenga gafas. Y las gafas se ven parecidas a las mías, y tiene un pelito parecido’, pero nunca ate cabos. Luego fue cuando salió el trailer, que mi novio me dijo ‘mira: te volvieron chiquita, un personajito’, y yo como no… obviamente ella tiene otras facciones un poco más mestizas, piel más oscura, cejas más pobladas, pero todo el mundo decía: ¡son igualitas! Hasta que finalmente en un zoom con los directores, ellos me dijeron ‘oye… es que vos ayudaste a inspirar a Mirabel’ y yo: ¡¿qué?!
¿Por qué no aceptó el parecido al inicio?
No lo podía dimensionar. Era demasiado enorme como para contemplar esa posibilidad. Cuando fui a la premier, fue muy bonito porque todo el mundo me decía … no, tan bella, porque yo me fui con la falda típica de Vélez, como para hacer un homenaje. Entonces no es como que yo sea ‘yo soy Mirabel’, yo la inspiré, pero sí hay muchas cosas que … ella tiene un poquito de alma mía. Desde los gestos, los crespitos y la actitud.
Respecto al personaje de Mirabel, ¿cómo fue su participación en la representación de la mujer colombiana? También de la abuela que es la matrona.
Si, de hecho uno de mis grandes aportes fue que cuando fui al estudio, en una de las versiones iniciales del guion, la historia era con Mirabel y el abuelo. Estaba muy presente su papá. Y uno de los comentarios que hice que cambiaron y de los que me siento más orgullosa fue decirles que la historia tenía que ser sobre las mujeres. Aquí me tienen que contar la historia de la mamá, la abuela, y de Mirabel, porque las mujeres somos el sujeto desconocido de la historia de Colombia. Ahí se cambió la historia que fue entre la abuela y Mirabel. También Julieta que es la mamá de Mirabel, un personaje secundario, pero también hay una relación que está construida con fuerza: el amor de ella por su hija.
Es un reto enorme representar a un país tan diverso sin caer en estereotipos y ser inclusivo. ¿Cómo fue tomar esas decisiones?
Ese fue uno de los grandes trabajos que el equipo quería hacer que era lograr representar la diversidad. Pero a mí me gustaba decirles que no hay necesidad de ir región por región para que todos estén representadas porque nosotros somos hijos de cada región. Y de hecho toda Colombia está hecha de todas las regiones. La colonización antioqueña sucedió por personas que venían desde Medellín buscando todo lo que sería el gran Caldas, pero también vienen santandereanos, boyacenses. En los llanos orientales también ha habido una colonización boyacense importante, de Cundinamarca. Si vos lo pensás, aunque cada región tiene una identidad propia, todos somos hijos de migrantes. Y no se trata de reunir una amalgama de regiones. Resulta que la familia colombiana está creada por un montón de raíces y también se entremezclan.
Su madre, Diana Uribe, dijo en un video que la película hablaba también de esperanza y unión.
Genera reconciliación, unión, catarsis. Como se ve el trauma de la abuela, eso tampoco es en vano. Les dije ‘el viaje de la abuela tiene que ser un viaje de aceptación del trauma para llegar al perdón’. Perdonarse a sí misma y liberar a su generación y eso le sirve al público colombiano como una catarsis. ¿Quién sabe qué cargan nuestras abuelas?, porque reconocerlos es entenderlos. Mirabel entiende a la abuela, le dice ‘vos has perdido todo y le agradece. Dentro de lo que tú hiciste, lograste crear una historia nueva’. Para generar reconciliación y esperanza se necesita ver, entender el trauma y dejarlo ir.
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