El hombre del corazón “partío” se presentará desde este viernes en el Movistar Arena, en el marco de un tour que ya pasó por Córdoba y Rosario
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“¿Quién me va a entregar sus emociones?¿Quién me va a pedir que nunca le abandone?¿Quién me tapará esta noche si hace frío?¿Quién me va a curar el corazón partió?” Aquel que firmaba aquellas líneas y que buscaba a una mujer que llenara sus eneros de “primaveras” era Alejandro Sánchez Pizarro. Y sigue siendo Alejandro Sánchez Pizarro, por supuesto; un madrileño modelo 68 al que siempre se le colaron algunos sutiles fraseos de la España andaluza de su padre Jesús y de su madre María. Pero nadie lo conoce por ese nombre. Ya para 1997, cuando editó su disco Más con ese súper hit llamado “Corazón partío”, todo el mundo lo llamaba Alejandro Sanz.
Bien atrás habían quedado sus incursiones por el heavy metal madrileño, por el tecno pop melódico que grabó a finales de los ochenta como Alejandro Magno y por aquellos primeros discos como Sanz que le permitieron darle cause a su carrera como cantante y compositor. Con el disco Más (ese que ya cumplió sus bodas de plata de romance con el público), sentó las bases de ese artista que llega hasta hoy con un prestigio mundial bien ganado, y con giras como las que este fin de semana lo traerán a Buenos Aires. Entre este viernes 5 y el 14 de este mes dará cinco conciertos en el Movistar Arena. Antes pasó por Córdoba y Rosario y en medio de sus shows porteños hará una parada en Uruguay. Hasta finales de octubre tiene programadas otras 35 funciones en ciudades de España, México y los Estados Unidos. Y hay más.
Porque hubo más. Está bien sintetizado en los versos de “Bio”, tema que abre su último disco, Sanz. Para buscar sus logros en la industria de la música habrá que chequear los rankings y darse una vuelta por Wikipedia. Para buscar la opinión que el cantautor tiene de sí mismo hay que escuchar esa declamación que hace en los tres minutos y treinta y seis segundos que dura el track.
Allí cuenta que su padre era músico y su madre ama de casa (pero también “salvavidas”). Que de chico era relleno y por momentos “vacilón”, y que pensó que a los golpes se haría respetar. Pero aquello no funcionó; al menos, no tan bien como sus canciones. “Llevo ya 30 años dedicado a este sueño, que empezó como empeño, ilusión, opción y anhelo. Y ese soy yo, resumiendo, desde que tengo razón. No intento engañar a nadie, sino escribir mi canción.” También dice que está en el albor de su vida, aunque eso, para cualquiera que tenga ganas de sacar cuentas, sea, en realidad, una vuelta de página luego del balance de tres décadas de carrera artística.
Como mercado de novedades, la industria de la música es un negocio en el que no se participa si no se cuenta con ciertas aptitudes. Si en el comienzo de una carrera la juventud y el carisma son armas válidas, tres décadas después no resultarán recursos genuinos. La personalidad y saber encontrar los links con el resto serán las únicas herramientas que den resultados, esos que la industria puede definir como estándares para artistas de larga trayectoria. Lo que más ha marcado la carrera de Alejandro Sanz es su personalidad vocal. Está grabada a fuego en todas sus canciones, por supuesto. Esa manera de canto desgarrado, desafiante del sistema temperado, que resultó un estilo personalísimo.
Su último disco, publicado en diciembre de 2021, tiene el más profundo sello Sanz. Curiosidades como “La rosa”, tema ketamero que también lleva la firma de Paco De Lucía (fallecido en 2014), y esas baladas que son un clásico de su repertorio. El racconto vino a cuento porque se habían cumplido los treinta años de la salida de Viviendo deprisa, su segundo disco en solitario pero el primero como Alejandro Sanz.
Y en todo ese tiempo hubo doce discos de estudio, varias novias, dos matrimonios, cuatro hijos y el ritmo de vida de un tipo famoso que evitó el camino de las celebrities, aunque su voz y su opiniones en redes pudieron hacer algún ruido. A veces, bastante ruido. Días atrás, antes de su concierto en Córdoba, confesó en Twitter que había recibido la visita de un murciélago en medio de la noche, dentro de la habitación donde se encontraba alojado. Pero, además de lo anecdótico, en su vida por las redes hay también ciertas catarsis relacionadas al estado de ánimo, como los tuits del último año en los que confesaba su baja productividad. En noviembre pasado armó un breve hilo de Twitter en el que se refería a su escasa inspiración. “He pasado un tiempo triste, musicalmente vacío, enfadado y falto de creatividad. Entregado a la nada (...) Pero, de repente, he recuperado mi esencia. Tengo ganas nuevas de conciertos y de grabaciones. La música empieza a arder en mí de nuevo. Solo quería compartirlo”. Visto desde afuera, también su sentimiento explícito pudo resultar un testeo sobre qué tan atenta podría estar su audiencia. Y realmente lo estuvo por las respuesta que recibió.
Su sinceridad también ha provocado las reacciones más diversas. En 2004 opinó sobre Venezuela y la gestión de Hugo Chávez. En ese momento el presidente venezolano lo desafiaba a escribir otro tipo de canciones. El cantautor redobló la apuesta al decir que si 3 millones de personas se lo pedían, abandonaría la música. Aunque las redes en aquellos años no tenían la dimensión actual, se juntaron 20.000 firmas para que lo hiciera. En ese momento Sanz presentaba el disco No es lo mismo; ese con el que decía: “Mi voz no te la vendo”; y en medio de una gira latinoamericana, explicaba a LA NACION: “Viví en un barrio llamado Las Ventas -decía entre risas-. Pero no. Me crié en una generación en la que muy pocas cosas estaban en venta. Había ideales clarísimos y los íconos eran parte de tu modo de vida, aunque muchas de esas cosas son las que con el tiempo te traicionan o te decepcionan. De ahí que uno se vuelva un poco más incisivo”.
Con ese mismo tono con el que en aquellos años hablaba de Fidel Castro y de Hugo Chávez, también se refería a la Guerra en Irak, que estaba promediando su larga y dolorosa existencia. “Creo que una cosa no está reñida con la otra. Yo no pretendo ser políticamente correcto, sino humanamente correcto. Porque hay fascismos de la derecha y de la izquierda. Entonces, el caso de Fidel es un fascismo de izquierda y luego ves un fascismo generalizado democrático que está muy de moda. Creo que cuando todo un pueblo se manifiesta en contra de una guerra es porque realmente no quiere participar. Y uno tiene el derecho y la obligación de dar opinión. Aunque pareciera que la opción empiece a estar perseguida y criminalizada.”
Un Sanz treintañero y locuaz, de otros tiempos; en épocas en las que los artistas tenían una opinión que podía ir mucho más allá de sus canciones. Muchos años después, al otro lado del Atlántico, también recibía críticas, pero del ala ultraconservadora española, liderada por Vox, luego de dar un discurso en una cumbre sobre el clima, organizada por Naciones Unidas. Hoy, las nuevas generaciones de artistas que juegan en las grandes ligas suelen dejar ese tipo de pensamientos (cuando los tienen) en su casa.
Sanz lleva muchos años en lo más alto con una actividad que ni siquiera detuvo la pandemia. Para los últimos juegos olímpicos, disputados en Tokio, hizo una versión de “Imagine”, el clásico de John Lennon, de manera virtual. Tiempo después, se colocó su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood (son solo nueve los españoles que tienen ese privilegio). Y al año siguiente publicó Sanz, ese disco que le sirvió para girar un poco la cabeza, echar la vista sobre su hombro y ver qué había allí detrás desde que comenzó a cantar.
A los cincuenta y pico, Sanz juega en un territorio amplio que es el de su público histórico y, además, pone el pie en la cancha de las nuevas generaciones, cuando hace algunas colaboraciones con otros músicos. Puede compartir complicidades con gente de su generación o incluso algunos años mayor que él. Hace un par de años grabó el tema “For Sale” con Carlos Vives y recientemente estrenó canciones con milennials como Camilio o Danny Ocean.
Un año y medio después del lanzamiento de su último álbum se concentró en un EP que tiene que ver con esas líneas de trabajo. El lanzamiento más reciente es “Correcaminos”, tema que grabó con Danny Ocean y que lo corre, sin resignar sus formas musicales, hacia el epicentro de la música urbana. Ahora pisará el Movistar Arena con un poco de todo eso. Con sus clásicos, con los temas de su último disco y quizás, algunas composiciones más recientes.
Alejandro Sanz en Movistar Arena, Humboldt 450. Funciones: 5, 6, 11, 12 y 14 de mayo. Entradas disponibles en el sitio oficial
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