Alberto Ligaluppi: "No tengo aspiraciones de quedarme"
El director del Complejo Teatral de Buenos Aires habla de las obras de remodelación y de la demorada temporada 2015
En el Teatro San Martín continúan las obras de renovación de sus múltiples espacios; también está en obra el teatro Presidente Alvear y el teatro de la Ribera. El Complejo Teatral de Buenos Aires ha decidido revitalizar sus edificios y el proceso es arduo y genera más de un conflicto. Los empleados conviven con los obreros encargados de la construcción, a veces la luz o el agua se corta; otras, el aire acondicionado deja de funcionar. Al estar las salas cerradas no hay programación y esto es igual a no hay trabajo para bailarines y actores, lo que provoca algunas duras críticas.
En lo que va del año se reinauguraron la sala cinematográfica Leopoldo Lugones, las salas de ensayo destinadas al Ballet Contemporáneo, el espacio mayor del San Martín y la sala Martín Coronado. Además está previsto para el próximo 9 de julio mostrar las novedades que presenta la sala Casacuberta. El proyecto también incluyó la recuperación del depósito de vestuario ubicado en Chacarita.
El director del Complejo dice que está "agotadísimo". "Toda mi vida me dediqué a programar -explica Alberto Ligaluppi- y ahora el 70% de mi tiempo se ocupa en solucionar problemas de la obra edilicia. Pero alguien lo tenía que hacer. Me hubiera gustado llegar a un teatro donde todo funcionara, pero no fue así. Transcurrieron sesenta años sin que se hiciera una intervención fuerte en este lugar. Accidentalmente me tocó a mi y tengo que aceptar todas las críticas de los actores, de los espectadores. Les doy la razón. Pero, cuando a fin de año me vaya, el teatro va a estar mejor. Todo se hace para poner en valor la producción."
El proyecto de recuperación de los ámbitos del Complejo está dividido en núcleos: las salas del San Martín, los talleres, los halls, el teatro Alvear y la escuela de técnicos que está construyéndose en el Teatro de la Ribera.
"Todavía queda un camino largo y creo que va a llevar hasta marzo del año que viene -comenta. Hace unos días bajé los pisos por la escalera y me gustó ver los baños nuevos. Parecerá una pavada, pero había muchos que no funcionaban, faltaban baños para mujeres, para discapacitados. Éste es un edifico proyectado en los años 50, por eso en en los talleres, por ejemplo, no había baños para mujeres porque los técnicos eran solo hombres. Otras falencias: la sala Casacuberta no tenía telón de seguridad, ahora lo tiene. Hace aproximadamente once años que el Presidente Alvear no tiene techo y que está cubierto solo por una lona. Ya se mandó a hacer el techo y en las próximas semanas se coloca. Tanto la sala del Alvear como algunas del San Martín estaban recubiertas con asbesto, un material aislante que dejó de usarse a fines de los 60 porque es cancerígeno. Para eliminarlo debimos pedir autorización porque era riesgoso su retiro."
-¿Ha sido difícil programar bajo estas condiciones?
Vamos programando como podemos. Por eso no hicimos el anuncio de la programación a fines del año pasado. El Pimiento Verdi que va a dirigir el español Albert Boadella iba a ir al Presidente Alvear pero como no llegamos con la reconstrucción se estrenará en la Martín Coronado. Ahora tenemos una programación hasta fin de año. Lo más duro fue el comienzo de la obra, porque no quisimos cerrar el teatro. Era dañino para los empleados, los grupos (titiriteros y ballet), era riesgoso para el personal transitorio. Fue una decisión grupal junto al ministerio de Cultura y al de Desarrollo Urbano y la gente del teatro. Ya pasó lo peor. La llegada de Nuria Espert produjo mucha alegría. Aportó una vitalidad que estábamos necesitando.
El espectáculo de Espert tiene un valor de entrada alto para un teatro oficial, $ 350. Eso generó ciertos cuestionamientos dentro de la comunidad teatral.
Hay dos entradas caras este año, las de ese espectáculo y las de La tempestad que llega de Rusia. En este último caso el precio baja un poco. Nuria quería venir al San Martín y presentarse en la sala Cunill Cabanellas. El espacio es pequeño. España está en crisis y aunque nos ayudó, fue una ayuda pequeña. España es un muy buen amigo. Ha ayudado a este teatro muchísimo. Los rusos nos dieron mayor apoyo económico pero es una compañía integrada por cincuenta personas. Hay algo que quizá la gente no sabe y es que una parte del presupuesto nace de nuestros propios ingresos y este año no ha estado ingresando dinero y los gastos son muchos. Es difícil pero todo esto lo hacemos con mucha alegría.
-¿Cómo será la escuela de técnicos en la Ribera?
La escuela se construye arriba de la sala y va a comenzar a funcionar el año próximo con carreras a término. Se están armando las aulas que serán acondicionadas tecnológicamente. Ahí también aparecieron problemas cuando comenzó la obra: filtraciones, techos desnivelados. La idea es crear carreras teniendo en cuenta oficios que están en extinción, como zapatería y sombrerería, y otras dos que tengan mayor demanda, como efectos especiales y luminotecnia. Este trabajo se realiza con el apoyo de la Fundación del Teatro que también colaboró mucho en la renovación del depósito de vestuario.
¿Realmente dejás la gestión a fin de año?
Por ahora me voy. Estoy pensando todo en función de la partida. No tengo aspiraciones de quedarme. Estos años han sido muy difíciles, aunque tuve algunos placeres. El San Martín es muy complicado, tiene muchos empleados, un presupuesto no muy grande y hay ciertos atrasos tecnológicos. Cada cosa que encarás resulta ser un proceso muy grande. Había una necesidad de renovación y lo estamos logrando. Eso me pone muy feliz.
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