
Agustín Aristarán, un hombre orquesta al servicio de la comedia

Multifacético es un calficativo que calza a la perfección para el caso de Agustín Aristarán. Mago, clown, músico, comediante, Ragadast -uno de sus apelativos artísticos- llegó a Buenos Aires desde Bahía Blanca con apenas 20 años (hoy tiene 36) y una mochila cargada de ideas. Y las puso en práctica con mucha eficacia, a juzgar por la cantidad de seguidores que ha cosechado desde entonces. Tantos como para darse el lujo de programar una función de cierre de temporada en el Gran Rex, el viernes 15 de noviembre a las 20,30. Ese día, Soy Rada (nueva denominación para el mismo personaje) presentará en ese tradicional teatro de la calle Corrientes su espectáculo Serendipia, dirigido por Pablo Fabregás, y con el que ya giró por buena parte del país. El show -que incluye humor, magia, malabares, acrobacia y música en vivo interpretada por la banda Soy Rada and the Colibriquis- hizo dos exitosas temporadas en el Metropolitan Sura y también recorrió Chile, Uruguay y Colombia.
En medio de tanta actividad, Aristarán -única voz argentina en el doblaje al castellano de la última versión cinematográfica de El Rey León- se hizo un tiempo para participar en Aladin será genial, espectáculo infantil que fue uno de los sucesos de las últimas vacaciones de invierno, también en el Gran Rex. Quienes no lo conocen pueden encontrarlo en Netflix, plataforma que subió hace un tiempo un show de una hora donde brillan todas sus destrezas.
Justamente por su estilo inclasificable, Aristarán recibió alguna vez insólitos reclamos de colegas que le reprocharon que no se ajustara a los cánones establecidos. ¿Suena raro? Lo cuenta él mismo: "Yo llegué de Bahía Blanca y me puse a hacer magia acá en Buenos Aires con zapatos y traje de payaso. Proponía un show que se apoyaba más en el chiste que en el truco. Y eso a los magos no les copó nada. Porque la magia es un ambiente muy conservador. Me decían que eso no era magia, que tenía que decidirme por una cosa o por la otra".
-¿Dónde pasó esto?
-En algunos festivales de magia en los que participaba. Igual me fui haciendo mi lugar. El ambiente de la magia es particular, también es muy machista. Fijate que la mujer siempre está al servicio del hombre. Hay muchas magas excelentes, pero es un circuito muy cerrado y conservador. Pensá en el mago metiendo a su partenaire en una caja para terminar cortándola en pedazos... Son cosas de las que hablo en Serendipia.
¿Cómo es Serendipia?
Empiezo por el título: serendipia significa una serie de hechos afortunados que suceden aunque no los estés buscando. Y yo cuento algunos de esos hechos de los que fui protagonista, con un código de stand up. Pero también hay una banda en vivo que interpreta canciones que interpelan mis monólogos, hay baile, hay acrobacia, hay magia... Está todo muy guionado, no hay improvisación. Me parece que la fortaleza del show es que logra la identificación del publico porque yo hablo de cosas que son muy habituales: vivencias con mi hija, mudanzas eternas y hasta una operación de testículos muy complicada que tuve a los 17 años. Creo que es un espectáculo bastante crudo.
-Tenés muchísimas facetas. ¿Cómo te definirías artísticamente?
-Yo no me defino como artista, eso seguro. Porque ningún artista se puede autocatalogar de ese modo. Eso lo decide el público. Yo creo que un verdadero artista es el que genera emoción en los demás, el que logra que le pasen cosas al público. Si tuviera que buscar una etiqueta, que es algo que a mucha gente le preocupa, a juzgar por las veces que me lo han preguntado, podría decir que soy payaso. Sin nariz roja ni zapatos gigantes, si bien los usé mucho tiempo. Un payaso es un performer que tiene una cantidad de herramientas y las pone al servicio de la comedia. Eso soy.
-¿Tenés referentes, gente que admires?
-Hay muchos: los Monty Python, Rowan Atkinson, George Carlin... Y de acá, Alfredo Casero. Aunque no comparta su ideología actual, yo me mataba con Cha Cha Cha. No entendía mucho lo que pasaba, pero me encantaba, y pasé horas viendo ese programa con mi hermano. Ese estilo de humor absurdo fue una influencia decisiva para mí. Me hizo ver el humor desde otro lugar. Y el terreno de la magia, René Lavand, de quien además fui muy amigo.
-¿Cómo llegaste al mundo del stand up?
-Gracias a mi novia, Fernanda Metilli, una comediante muy grosa. Después me ayudó mucho subir videos a Instagram: empezó a venir más gente a verme en vivo, me contrataron para animar eventos, las cosas empezaron a funcionar... Y se empezó a correr la bola porque la gente que me veía en teatro se daba cuenta de que ahí había mucho trabajo, que no se trataba solamente de un chiste de quince segundos en una red social. Se encontraban con una propuesta sólida, armada. La opinión de Fernanda es muy importante para mí, pero no hablamos todo el tiempo de laburo, justamente porque trabajamos mucho los dos y preferimos tomar un poco de aire.

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