Agresti y un cine con alma de vecindario
Después de idas y vueltas y de ganar el Ombú de Plata a la mejor película latinoamericana en el Festival de Mar del Plata (1996), el penúltimo film de Agresti, "Buenos Aires viceversa" se estrena esta semana. "Buenos Aires viceversa" pasó también por el Festival de Boston, donde obtuvo el gran premio, por su homólogo de Toulouse, donde recibió idéntico galardón, y por el de La Habana, que le dio el premio especial del jurado. En Mar del Plata se llevó asimismo el trofeo católico de la OCIC y el de la crítica internacional.
En la filmografía del joven director argentino figuran diez largometrajes, desde el inicial, "El hombre que ganó la razón" (1983), y un par de episodios incluidos en otros tantos films. Su trabajo incluye algunas películas argentinas y varias de producción europea, holandesas en particular. Sólo la segunda, "El amor es una mujer gorda" (1986) _en realidad, la primera de formato comercial_, fue estrenada en los cines de la Argentina. Buena parte de esta rica filmografía es frecuente en las cadenas de televisión en el exterior.
Conocer a Alejandro Agresti _lo conocemos desde que era un chico_ es entrar en contacto con el cine. Las imágenes son su tema y jamás siente desdén por aquel que desea conversar con él sobre el cine que realiza o sobre las películas que filman sus colegas. Es abarcador en su pensamiento y tiene la respuesta rápida e inmediata cada vez que se le pone a tiro una pregunta. No es capcioso ni malintencionado, aunque sus respuestas suenen sardónicas, apuradas y hasta hirientes. "Sólo puedo con la verdad", nos dijo una de esas tardes.
Aunque una de sus obras más queribles es "Boda secreta" (1988), el trabajo que realiza no es secreto. Siempre tiene a la mano una película para preguntar: "¿Querés venir a verla?" Uno mira el reloj. Son las dos de la madrugada y acepta. El deseo de ver esas imágenes es tan ansioso y sincero como la urgencia de la invitación. Alejandro no anda con medias tintas y sus películas son el testimonio más inmediato y audaz.
La información del sello Artistas Argentinos Asociados, que la distribuye, habla del protagonismo de una chica y un chico, con padres desaparecidos en la dictadura, que se mezclan con personajes del común, en plena ciudad. Se habla allí de historias alegóricas que surgen desde encuentros y desencuentros de personajes típicos "sumergidos en la confusión, la soledad y la nostalgia urbana".
Debe ser así. Pero habrá más.
Una buena experiencia
Alejandro Agresti rueda sus películas con escaso presupuesto y casi nunca tiene mucho dinero para el sueldo de sus actores: éstos, sin embargo, manifiestan la felicidad de semejante experiencia. "Hay una comunión profunda", nos decía Norman Briski, con motivo de su gigantesco personaje en "La cruz". También hay intérpretes que frecuentan las imágenes de Agresti y que casi no necesitan indicaciones del director. Corren juntos y saben por donde. Es el caso de Mirta Busnelli, que lo viene acompañando desde hace rato en personajes inolvidables. Ya verá el espectador a Busnelli como una solitaria en diálogo explícito con su televisor, en "Buenos Aires viceversa".
Vera Fogwill, Fernán Mirás, Nicolás Pauls, Carlos Roffe, Lorenzo Quinteros e Inés Molina completan el interesante elenco. Hasta el director Carlos Galettini hace una pasada por alguna de las secuencias.
Agresti trabaja rápido. Su objetivo es la película terminada y el gozo de hacerla. Emplea una o dos cámaras, una centrada en la acción; la otra, dispuesta a registrar la misma escena desde ángulos variados. El montaje, finalmente, junta los planos y construye para el espectador una suerte de tridimensionalidad cubista que permite ingresar en el hecho fílmico desde vueltas insospechadas.
Cualquier motivo, aun improvisar una situación que no figura en el guión, es razón para el registro inmediato y su inclusión en la obra realizada. El guión no es rígido: se trata más bien de un apunte para las autoridades que dan créditos y de un apoyo para los actores y para el sentido último de una trama que se va configurando en tanto avanza el rodaje.
El fondo humano _la ciudad reconocible_ es otro de los fuertes en las películas de Alejandro Agresti. Lugares de Europa o de Buenos Aires se vuelven familiares inmediatamente, si no lo son de antes. Sus películas no son viajes, porque no abandonan el sector espacial propuesto de entrada; son recorridos que van de una mesa de café al alma de los caracteres, que se van reconociendo junto con los sitios, hasta volverse difícil prescindir de ellos.
El espectador debe ir preparado para acceder a un universo con alma de vecindario, sin efectos especiales ni explosiones aunque con la violencia de la ciudad a cada paso, y con su atractivo abrazador. Otra de las virtudes de Agresti es la de volvernos parientes de sus criaturas.
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