Agatha Ruiz de la Prada: "Fue uno de los días que más disfruté en mi vida"
Cómo cada vez que un cambio atraviesa la tradición en el arte, la expectativa por la transformación de La Bella Durmiente es alta. Un rato antes del estreno, hace unos días, en Montevideo, la diseñadora española Agatha Ruiz de la Prada se prueba el traje y la corona que concibió para la reina de esta historia y confirma no solo su peso sino la efectividad del cambio de piel. No es la primera vez que le pone manos a la obra a un ballet; desde que comenzó su carrera en los 80 hizo El gato con botas y hasta un Cascanueces. "Ninguno tan bonito como este", se apura por aclarar. "Para un diseñador el ballet es lo máximo: te pasas dos horas sentada viendo tus trajes en movimiento con la música, que aparecen y desaparecen... Te das un banquete y cuanto más lo ves, más te gusta.
–Llama la atención que eligieras darle volumen a los trajes cuando el ballet clásico es de formas estilizadas, livianas, etéreas.
–¡No te creas! Están las capas de la reina y el rey, que pesan hasta 8 kilos, pero también unos tutús supersexy con bolitas que igualmente pueden ser muy etéreos.
–¿Por qué lo esférico?
–Enseguida tuve esa intuición. Los círculos son una de mis obsesiones, como igual podría haber ido por los corazones o las flores. Pero lo hice de bolitas y aquí casi se mueren. Cuando le di a Julio [Bocca] los dibujos se quedó sin habla. Él es un hombre extraordinario, un gran artista, un fenómeno, y a la vez muy respetuoso del trabajo de los demás, pero mil veces más clásico que yo. Luego Julio se fue y vino Igor [Yebra], más moderno; no nos conocíamos pero, claro, él ha vivido toda su vida sabiendo quién es Agatha Ruiz de la Prada.
–El encuentro de la coreografía clásica con tus trajes da por resultado una obra que algunos amarán y los puristas... podrían odiar.
–Lo importante es que yo lo amo. Es muy importante cuando piensas que el trabajo está bien hecho. El día del estreno fue uno de los que más disfruté en mi vida. Antes, esa tarde, una historiadora nos presentó en una conferencia que ponía en contexto la versión original de la obra, donde transcurren cien años, y se puso tan pesada que le dije: ¡Mira, no me jodas más con Luis XIV! Y no es que yo no sepa de historia, al revés, vivo rodeada de libros, pero otra cosa es que tengamos que hacer esos disfraces. Lo importante para mí es que la gente sienta la música, flipe con la imagen y se vaya con una dosis de optimismo espectacular.
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