Hace cinco meses, Adriana Salgueiro se cayó, se rompió la cadera, la operaron, le dio alergia a un medicamento que le recetaron y casi se muere. Se recuperó y vuelve al teatro: pronto debuta con la obra Atrápalo, en el teatro La Casona. Está linda como siempre, pero sabia como nunca. La experiencia de la internación la marcó. Se siente distinta, conectadísima con su lado espiritual y enfocada en lo que, para ella, es importante. De vuelta en actividad, cuenta: "Ahora me dieron el alta de la rehabilitación y sólo tengo que caminar, caminar, caminar..."
–Siempre fuiste muy jovial y de golpe te rompés la cadera, ¿te hizo un clic eso?
–Sí... Ahora tengo 62 años y no me hallo en esa edad, pero el clic lo hice a los 48, cuando iba a hacer una obra con Sabrina Rojas y Ximena Capristo. Hasta ese momento, yo era la mina que mostraba la cola y ahí dije, ya está, no más. No fue depresión ni nada. Fueron dos días de reflexión, de preguntarme ¿dónde estoy parada? Bueno, acá estoy y listo. Estoy feliz.
–Ya pasó un montón de tiempo de eso, lo habrás elaborado.
–Hay gente que cuando cumple los sesenta dice: "¡Sesentaaaa!". Antes eras una vieja a esa edad, pero es cierto que romperte la cadera a los 60 es un poco pronto. Es más para los 80.
–¿Estás ahora en el lugar que soñabas de chica?
–Yo soñaba con ser médica.
-¿Y qué pasó?
–Estudiaba en el Carlos Pellegrini y salí en bikini en la tapa de Gente. Fue como un shock para todo el colegio, me molestaron tanto que me tuve que cambiar.
–¿Cómo llegaste a la tapa de Gente?
–Porque me vieron bailando en un boliche con un amigo. Me vio una productora, a la que nunca le agradecí lo suficiente, María Miguens, ojalá viva... Ella se acercó y me preguntó si me gustaría ser chica de tapa y yo dije que sí. Y ahí empecé a dedicarme a eso, porque me gustó mucho la idea de ganar plata.
–¿Dejaste la secundaria?
–No, seguí en otro colegio. En el Pellegrini me miraban raro, me decían cosas y no me parecía divertido y como quería quería seguir trabajando, me fui. Hice varios concursos: Miss Televisión, Miss Siete Días y Miss Argentina, donde salí elegida y ahí empecé a trabajar como modelo.
–¿Ni siquiera intentaste entrar en Medicina?
–No, ni intenté porque terminar de estudiar me costó muchísimo. Trabajaba un montón y me di cuenta que me gustaba la actuación. En el colegio actuaba en todas las obras, desde las patrióticas hasta las infantiles. Yo siempre era la protagonista. Evidentemente, mi vocación no era la medicina. Tengo admiración por los médicos, para mí son unos dioses. Yo tuve a mi mamá muy enferma desde que recuerdo: siempre estuvo mal. Entonces, mi relación con los médicos y con la enfermedad era constante.
–¿Qué tenía tu mamá?
–De todo, por una mala praxis en la cadera, mirá vos qué coincidencia. La operaron y no se levantó nunca más de la cama. Vivió postrada ocho años sin ir ni siquiera al baño. Entonces yo tenía una relación muy especial con los médicos, hasta les discutía. Creía que sabía y andaba en los canales con un portacosméticos lleno de remedios. Mis compañeros de tira o de lo que estuviera haciendo, me decían: "Ay, me duele la panza, me duele esto". Y yo les daba algo. Un día paré, porque casi le doy a uno algo para subir la presión y ya la tenía altísima. Empecé a ser más cuidadosa, pero la medicina siempre me gustó.
–La vida te llevó por otro lado más divertido...
–Obvio, pero siempre tuve claro que esto es un trabajo y no mi vida. Por eso la pasé tan bien. Salía del canal y era Adriana, no era Adriana Salgueiro. Nunca me creí el personaje. Jamás.
–¿Cómo era el personaje y cómo era la persona?
–El personaje era una mujer conocida, con épocas de gloria como la década del 90. Yo tuve un pico de fama muy importante, me fue muy bien, gané mucha plata, trabajé muchísimo, pero aún en esa época volvía a mi casa y era otra persona.
–Eras un sex symbol y siempre te hacían notas porque estabas sola.
–Sí, me acuerdo de esas notas que decían "Adriana Salgueiro busca el amor". ¡Yo no buscaba nada! No encontraba a la persona que quisiera estar conmigo por cómo soy yo, no que le divirtiera salir conmigo por quién era.
–La confusión de la persona con el personaje.
–Claro. La verdad, cuando me sacaba el maquillaje, yo era otra.
–Sos una famosa buena onda igual, no te imagino haciendo un desprecio en la calle.
–Jamás. El cariño de la gente o la aprobación, siempre fue más importante que cualquier otra cosa. No es que soy una desprotegida eh, porque tuve una familia bárbara, pero no podría tener enemigos. Haría todo lo posible por no tenerlos y no es que por eso no quiero enfrentar a la gente. Yo tengo un carácter fuerte, pero nunca reacciono en caliente. Debo haber gritado dos veces en mi vida: cuando se murió mi perra en el verano y no sé si alguna vez más. Creo que grité más en la ficción que en la realidad. Cuando algo me molesta de alguien, respiro profundo y no digo ni una sola palabra. Ahora, una vez que lo elaboro, agarrate con lo que te voy a decir cuando te encuentre.
–¿Esa personalidad te sirvió para trabajar y mantenerte?
–Sí, hace 46 años que trabajo. Me sirvió y me sirve para el lugar donde estoy ahora. ¿Viste la famosa frase de Mirtha, "Como te ven te tratan"? Es cierto. Si vos tenés actitudes de diva, la gente te toma como una diva y te cree ese personaje. Yo nunca fui eso.
–¿Pensás que por no creértela no te convertiste en una superestrella?
–No me convertí porque no quise. No trabajé para eso. Prioricé otras cosas. Yo siempre dije: "¿A dónde apunto? ¿Alto o lejos?" Y apunté lejos. Si hubiera apuntado alto, corría el riesgo de caerme y que mi carrera fuera muy corta. Yo voy a trabajar toda la vida. Hasta que me canse y no trabaje más.
–Hay chicas que surgen por su cuerpo pero si no desarrollan algo más, desaparecen.
–Se termina, claro. Yo traté de ser fiel a lo que siempre pensaba. Sin planteos. No soy de esas personas que dicen "a ver ahora qué voy a hacer". Me salió así y estoy contenta con ser así y siempre digo que soy muy exitosa. La gente se equivoca, para mi criterio, en el valor de esa palabra, piensan que tener éxito es no poder caminar por la calle, tener fortunas, que todo el mundo te conozca. Para mí, eso no es el éxito. Mi éxito pasa por haber conseguido lo que quería en la vida. Tengo una linda familia, soy una persona sana...
–¿Cómo conociste a Alejandro Arellano, tu marido?
–Yo había vivido once años sola y la pasaba brutal en el departamento, hacía lo que quería. Tenía 39 años, la vida que quería... Y apareció Alejandro. A los quince días estábamos viviendo juntos. Hace 22 años que estamos bárbaro.
–¿Se casaron?
–No. Hace tres años, él me regaló la fecha de matrimonio. Vino un 11 de enero con el papel de la iglesia de San Benito para casarnos el 7 de junio. Había muy poco tiempo para prepararlo...
–¿Y qué dijiste? "No puedo preparar la fiesta, no me caso..."
–Tenía mucho trabajo. Estaba haciendo temporada, después venía la gira, una época difícil. A nosotros en 2001 nos fue muy mal, prácticamente nos fundimos como dos veces. Entonces, había que trabajar. Yo estaba en San Luis haciendo una obra... ¡Qué se yo! Dije "Así no quiero". Estábamos tan bien... Aunque confieso que el día que tuve que ir a la iglesia a decir que no me casaba, me dolió un poquito.
–¿Vos ya te habías casado con Sergio Velasco Ferrero?
–No, yo soy soltera.
–Entonces está mal en Wikipedia.
–Ah, es que hicimos algo, un casamiento grasa.
–¿Por qué nunca querés hablar de él? Parece que hubiera pasado algo terrible.
–Es que pasó algo terrible. Él hizo algo increíble, patético. No me pegó, fue algo peor. No quiero contar detalles, porque nunca lo hice. Pero fue una época en la que yo tuve custodia. Fue horrible...
–¿Él vive?
–Sí.
–Peor entonces.
–Igual, si no estuviera, no sé si lo diría.
–Fue una relación que estuvo acompañada de éxitos en televisión…
–Totalmente. A nivel profesional, fue un aprendizaje total. Yo era la secretaria de un programa y aprendí un montonazo, pero fue una época que a nivel personal prefiero borrarla. Por fuera era todo divino y lo que pasaba puertas adentro era otra cosa.
–¿Te marcó eso en tu vida?
–Sabés que no, me queda como un mal recuerdo, pero no me marcó, para nada, porque hice las cosas bien. Yo no fui a la prensa para que todos opinaran. Fui a la Justicia e hice todo lo que la Justicia me pidió que hiciera y nadie se enteró.
–Conseguiste, en esa época, que la Justicia te defendiera.
–No fue fácil. Tuve un abogado muy importante, muy heavy, hicimos las cosas bien y por eso no me mató. No sólo sobreviví sino que también me fortalecí. Yo era muy joven. Eso sí, negadora.
–¿Qué tenés miedo que te pase si lo contás?
–Es traer al presente una cosa muy desagradable. No tengo ganas de estar en la boca de la gente por eso. No me hace bien y no creo que ayude a las mujeres. No me embanderaría y sí me daría vergüenza.
–¿Tuviste otras situaciones incómodas en tu carrera por ser mujer?
–Nunca, nunca, nunca. No me pasó nada que me incomodara. Ahora yo también tengo que cambiar la cabeza, porque soy de una generación en la que todo estaba muy naturalizado. Y estoy tratando de analizar con toda esta movida si lo que a mí me parecía normal era tan normal. Hasta ahora no encontré nada, así que no. También tiene que ver con mi carácter. Yo soy muy de poner un freno, una distancia.
–¿Siempre fuiste así?
–Sí, desde muy chica.
–¿Y Alejandro cómo rompió esa barrera?
–Un atrevido total. A través de un amigo mío me mandaba a decir cosas. Algunas medio picantonas.
–"Dice Alejandro que te parte como un queso..."
–Sí, más o menos, a mí me causaba gracia y el día que lo conocí vi a un señor de traje, espléndido, caballero, simpático. Nada que ver con lo que yo imaginaba de este atrevido que me mandaba a decir cosas. Nos conocimos, empezamos a salir y no nos separamos nunca más.
-¿No quisieron tener hijos?
–Él tenía uno, Lautaro, de 5 años cuando nos conocimos y vivía en Santa Fe. Cuando empezamos a salir, yo tenía 39, era grandecita y me cuidaba. Hasta que un día dejé de cuidarme y no vino. No hice ningún tratamiento, nada...
–¿No quisiste averiguar por qué no quedaste embarazada?
–No, Dios no quería que tuviera hijos. Yo ya había sido madre de mi madre durante toda la vida. Y cuando ella falleció, que fue un año después que conocí a Alejandro, empecé a vivir. Antes, yo corría desde la clínica al canal. Después, hice internación domiciliaria... Entonces cuando pasó esto, empecé a respirar. Y estaba Lautaro, que me hizo sentir mamá. Con 5 años me dijo: "Yo los puedo casar a ustedes si quieren".
–¿Lo hizo?
–Hizo todo. "Queridos hermanos, estamos aquí reunidos...", dijo. Nos pusimos a llorar los tres. Por eso yo me siento más casada que una señora casada porque que te case un nene de 5 años, con el amor que lo organizó... Jugamos al juego del casamiento y salió divino. Él me decía que tenía dos mamás. Una que vivía en Santa Fe y yo. Ahí me cerró todo. No necesité más nada.
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