Adolescentes atrapadas y sin salida
"Inocencia interrumpida" ("Girl, Interrupted", EE.UU./1999), Presentada por Columbia. Basada sobre el libro de Susanna Kaysen. Guión: James Mangold, Lisa Loomer y Anna Hamilton Phelan. Intérpretes: Winona Ryder, Angelina Jolie, Vanessa Redgrave, Whoopi Goldberg, Clea Duvall y Jared Leto. Fotografía: Jack Green. Música: Mychael Danna. Dirección: James Mangold. Duración: 127 minutos. Para mayores de 16 años. Nuestra opinión: Regular .
El libro de Susanna Kaysen que dio origen a este film, y que resumió las experiencias vividas por la autora durante su permanencia en una clínica psiquiátrica en los años sesenta, fue un best-seller instantáneo apenas se publicó en 1993, y al parecer continúa siendo muy requerido por lectoras adolescentes y jóvenes de los Estados Unidos.
Podría maliciarse que hay en él, a juzgar por lo que transmite la adaptación de James Mangold, bastante de manual de autoayuda, si no fuera porque aseguran quienes lo conocen que el original tiene respecto del film la ventaja de su aguda introspección, de la lúcida mirada crítica que la autora echa a su alrededor y de una prosa brillante. De los dos primeros elementos, si se exceptúan las escenas en las que interviene Vanessa Redgrave, casi no han quedado rastros en la película; la tercera, ya se sabe, es patrimonio de la literatura.
"Inocencia interrumpida" afronta la vieja cuestión del impreciso límite que separa la cordura de la demencia, pero Mangold no parece tener nada demasiado original que agregar. Todos llevamos dentro un espacio de locura, la sociedad es la que establece hasta dónde puede avanzarse en ese espacio sin salir de la normalidad y sin correr el riesgo de ser declarado enfermo y, como tal, condenado a la reclusión. El director no sólo lo sugiere; también lo pone con todas las letras en boca de la protagonista.
Locura made in Hollywood
Lo que parece destinado a convertirse en una versión feminista de "Atrapado sin salida" pronto deja al descubierto sus diferencias; aquí, lo metafórico no existe y la descripción de la vida en Claymore -el sofisticado refugio para hijas "difíciles" de las familias de alta clase media de Massachusetts- se ajusta a los modelos más clásicos de "la locura según Hollywood".
Desde el comienzo se hace hincapié en la época -los sesenta-, cuyos cambios tumultuosos bien pueden haber tenido responsabilidad en los desórdenes psicológicos de la protagonista y también son bastante responsables de la precipitación con que los adultos deciden confiar a sus hijos más conflictivos al saber de los psiquiatras.
Que, como se verá en seguida, no eran -en esos tiempos- dignos de tanta confianza. En realidad, son las mismas chicas quienes encuentran -cuando pueden- el modo de hacer su travesía del desorden a la normalidad. Un camino escarpado, bastante ruidoso y rematado con un feroz golpe melodramático. Susanna (Winona Ryder) es, claro, la protagonista y narradora. Ella, con su objetividad y su serenidad casi invariables, puede observar y analizar a sus compañeras, especialmente a Lisa, que es la más perturbada y la más perturbadora.
Todas las demás internas de Claymore -una recluida en el infantil y fantástico mundo de Oz, una adicta a los laxantes, una lesbiana, una especie de pionera de las anoréxicas y otra con el rostro desfigurado por una quemadura- son más tipos que personajes de carne y hueso, lo mismo que el noviecito hippie de Susanna, a punto de ser enviado a Vietnam; el psiquiatra que le hace unas pocas preguntas y sin dudar un segundo la mete en un taxi y la deriva a la clínica, o el tierno enfermero que termina siendo víctima de la "promiscuidad compulsiva" que -dicen los doctores- sufre la protagonista.
Si hay personajes que logran salirse de ese dibujo esquemático y traducir alguna dimensión humana es porque están a cargo de actrices que han sabido enriquecerlos con su propia imaginación. Es el caso, sobre todo, de Vanessa Redgrave, cuya doctora Wick resulta una presencia decisiva en el film a pesar de sus breves apariciones. El de Winona Ryder, que intenta dar espesor a la protagonista, en el fondo más desorientada o deprimida que trastornada. Y también, en parte, el de Whoopi Goldberg, a la que le toca el consabido papel de la "carcelera" benevolente que sabe ser severa cuando es necesario pero siempre guarda un poco de sensibilidad maternal en el corazón.