Acompañada por Bruno Mars y Danger Mouse, la superestrella del pop se muestra más segura y majestuosa que nunca
Adele, 25 - XL/Columbia, 4 estrellas
El éxito de Adele de 2011, 21, trataba sobre transformar el dolor en poder. Cuatro años y 30 millones de discos vendidos después, el remordimiento sigue siendo su musa. Pero allí donde 21 era el sonido de una mujer batallando contra un mal romance, 25 la encuentra majestuosa y decidida, lamentando el pasado en canciones con títulos como "Water Under the Bridge" (agua bajo el puente) y "When We Were Young" (cuando éramos jóvenes). Incluso "Hello", el single adelanto con el que sacudió los rankings de fin de año, es un adiós. El ánimo nostálgico es una combinación perfecta para una artista que se remonta décadas atrás en sus influencias, aun si su urgencia de todo o nada suena absolutamente moderna.
Algunos de los nombres más importantes del pop, desde Max Martin hasta Bruno Mars, se juntan a caras conocidas como Paul Epworth y Ryan Tedder en el dream team de productores y co-compositores de 25. Todos ellos colaboran con la superestrella inglesa para crear un rico set de canciones sin meterse en el camino de la señorita a cargo. "River Lea", una colaboración con Danger Mouse, es un grito de soul cargado de órganos, y "Water Under the Bridge" se eleva hasta un éxtasis impregnado de gospel. Adele se vuelve más sombría en "Million Years Ago", una fantástica ensoñación acústica que suena como si Caetano Veloso compusiera para Dusty Springfield. "Siento como si mi vida se pasara como una flecha", canta la inglesa, con una voz que se intensifica con arrepentimiento, y que suena décadas más grande que los años que tiene.
La música parece también más madura en baladas como "When We Were Young" y "Love in the Dark". El momento más poderoso es "All I Ask", una tempestad aterciopelada co-compuesta con Bruno Mars, en la que ella le habla a un amante en la que sabe que será su última noche juntos, procesando el fin de un affaire en cámara lenta. Cuando canta: "Dame un recuerdo que pueda usar", es como si ya se estuviera imaginando la desgarradora canción que va a extraer de la experiencia. En ese momento hay vulnerabilidad, pero también hay gracia y resistencia.
A lo largo de las once canciones que componen 25, hay una sensación de dominio artístico más profunda. En un gran momento íntimo antes del comienzo de "Send My Love (To Your New Lover)", les da órdenes a los técnicos que trabajan en el estudio: "Sólo la guitarra". La canción que sigue, con Max Martin comandando la producción y que se construye sobre una figura acústica ligera, es una despedida a un ex que no pudo lidiar con el fuego de Adele, cantada con una compostura relajada.
Tanto cuando sostiene notas con la fuerza de un puente colgante como cuando disfruta de un extraño "¡whoo-hoo!" liviano en "Sweetest Devotion" –el modo en el que puede infundirle matices y poder a cualquier verso–, es otra prueba de que Adele está entre las mejores intérpretes de letras románticas. "No hay río que sea tan ancho o profundo como para que no lo nade hacia vos", canta en la gentilmente alegre "Remedy".
En 25, no hay destreza que sorprenda. Esperemos que el próximo se llame 28, y no, digamos, 30. Cada nuevo capítulo de su historia es demasiado bueno como para esperarlo tanto.
Por Jon Dolan
LA NACION
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