El rapero de competición más admirado y odiado del mundo hispano va por el único título que realmente le importa
Mucha gente dice que Aczino es el mejor freestyler del mundo, incluso él mismo. Durante la Final Nacional de Batalla de los Gallos en México el año pasado, sobre el escenario otro freestyler lo acusó de engreído, proclamando un poco lo que pensaba el resto de los competidores que estaban ahí. En vez de dar motivos por los que no lo era, él respondió que sí, que era cierto: “Yo sí soy un engreído, un presumido, un crecido”, enumeró. “Sí, un maldito malnacido.” Y ahí mismo Aczino, que se llama Mauricio y también lo conocen como “Mau el Asesino”, lo mató con una rima en tercera persona. “Pero hay algo que no pueden negar del Asesino”, dijo. “Que es el mejor maldito freestylero que se ha parido.”
Hoy es una mañana de invierno en Buenos Aires y Aczino está en el living de mi departamento, poniendo en YouTube videos de sus mejores batallas. “Me dicen creído, pero eso es parte del rap”, dice. “Ni modo que seas batallador y quieras ser el mejor y digas que todos son bien buena gente y que cuando quieran pasen a la casa. Pues no, llegas a decir que valen verga todos, que todos te la chupan. Llegas con esa actitud porque, pues… quieres ser el mejor de las batallas.”
Está acá porque mañana por la noche, en Niceto Club, se enfrenta con Dtoke, el campeón internacional de Batalla de los Gallos 2013, el torneo de países que organiza Red Bull desde hace una década. Pero Aczino ya estuvo en Buenos Aires compitiendo varias veces. Representa a Sudamétrica, la crew de freestylers pionera creada por el argentino Mustafá Yoda, y acá ha participado en contrapuntos verbales de diferentes desafíos contra freestylers consagrados y también del underground.
Como en los comienzos de las artes marciales combinadas, cuando peleadores con las técnicas más exóticas viajaban por el mundo retándose unos a otros, existe un circuito de batallas internacionales de habla hispana donde una elite de freestylers batalla por dinero y por la gloria. Varios de ellos giran por Latinoamérica y España compitiendo todo el año en torneos o duelos de exhibición, y son ídolos de un fenómeno que genera millones de reproducciones en YouTube. Estrellas, mezcla de rockstars, youtubers y luchadores de UFC.
Dtoke dice: “Exacto, es como una pelea de UFC”. Siendo el más limitado en recursos dentro del circuito internacional, Dtoke igual tiene las batallas con más reproducciones. “Esto de las batallas de exhibición está demostrando que la gente, más allá del resultado, lo que disfruta es el duelo”, dice, “ver qué herramientas pudo usar uno contra el otro”.
“Es un circuito de muerte”, explica Aczino ese día en casa, mientras se mira a sí mismo batallando contra Troka, un novato que se traba bastante cuando rapea y no sabe agarrar el micrófono (por supuesto, le ganó). “Hay ocho raperos en una bola y si tú quieres llegar a sentirte el más rapero, te van a hacer mierda en dos minutos.”
Incluso entre sus detractores, hay consenso de que Aczino es el mejor. Criado en una familia de deportistas amateurs, él aplica al rap de competición la lógica de un atleta de alto rendimiento: es disciplinado, se expone y acepta todos los desafíos que cuadran con su agenda, y es constante: no tiene batallas malas y casi nunca pierde una. Es el más agresivo del circuito, el competidor más completo y serio, y no sólo porque no hace chistes cuando rapea. Si revisás su historial, notás que, a diferencia de otros, Aczino no juega sucio: nunca entra en contacto físico ni busca ganar distrayendo al oponente.
Después de verlo en vivo, empezás a pensar como él. Es muy teatral, ha llegado a decir que tiene un pacto con el demonio y entra a la batalla sacando la lengua y haciendo cuernitos sobre su snapback (en realidad no son cuernos, es una corona, por Los Reyes, su barrio). A diferencia de cuando habla, que no mueve ningún músculo de la cara, cuando batalla la cara se le arruga hasta que queda bizco (“No lo sabía hasta que me lo empezaron a decir en las batallas”) y eso que saca de adentro viene con un nivel de espectacularidad muy alto. Para empezar, no sólo tira ideas y las remata, lo cual ya sería hacer freestyle, sino que pone a rimar las diferentes dimensiones de la estructura de una rima, como si hiciera girar platos en el aire con una varilla. Lo suyo son derramamientos de sangre; y en el interín es capaz de invocar al cenzontle, un ave a la que se le atribuyen 400 voces, o citar superhéroes de Marvel.
Aczino no sólo siente que ha nacido para las batallas, también cree que las batallas han sido hechas para él. “Siempre soñé con ser estrella de rock”, dice en un momento. “Esto para mí fue como juntar las dos cosas que me gustaban: el deporte y la música. Me gusta el rap y me gusta competir, y están las batallas de freestyle… ¡Es como hecho para mí!”
A los 25 años, con dos hijos, vive de esto, coleccionando sellos migratorios en su pasaporte y cazando títulos internacionales como quien caza pokemones. Está vestido con jeans, zapatillas de la marca mexicana que lo esponsorea y un buzo con su nombre estampado en el pecho, acompañado de la frase “Forever King”. Y sí, es engreído. Como Muhammad Ali en su tiempo, con la antipatía que generan Cristiano Ronaldo o LeBron James (que se hace llamar “King James”), Aczino ha convertido su punto débil en carta de poder. Otra de sus frases célebres en batalla es: “No gané los Gallos pero me vale verga/Porque todos los campeones mundiales son una mierda”.
Es el único que ha ganado todos los títulos internacionales en juego –Batalla de Maestros, God Level, Supremacía MC– y también ganó tres veces la Nacional de BDLG (incluso una en otro país, Colombia, en 2012). Pero le falta un cinturón: la Internacional de “la Red Bull”, como dice él, la batalla por la que empezó en esto. “Yo hago freestyle y la competencia más importante es Batalla de los Gallos, así que quiero ganarla”, dice sin dudarlo. Compitió en la Final Internacional de 2014, en Barcelona, y perdió; llegó a Chile en 2015 como el favorito y volvió a perder. Este es el drama de su historia.
Ahora fue invitado especialmente a competir en Perú, el 12 de este mes, en la que será su tercera Internacional consecutiva. Y necesita ganarla.
La madre de Aczino, Leticia, se ríe en el teléfono: “Ay, ¡cuánto pesó Mau cuando nació! Me acuerdo y me vuelve a doler”.
–¡¡¡Ma-máaaa!!! –le gritan sus hijas, las hermanas menores de Aczino, que están escuchando todo.
–Pues sí, me duele –les dice a ellas.
Aczino nació el 2 de julio de 1991 a las 5.19 A.M. Fue registrado con el mismo nombre de su padre, Mauricio, y sus dos apellidos: Hernández González. Pesó 4 kilos 250 gramos y midió 53 centímetros, un “niño enorme” para el metro cincuenta y nueve de Leticia. “A ver, ¡imagínate si no va a doler!”, sigue ella. “Pero cuando lo vi por primera vez, se me pasó todo el dolor. Fue un bebé muy querido, porque fue el primer hijo, el primer nieto de las dos familias, el primer sobrino.”
El pequeño Mau quedaba siempre maravillado en el living de su abuelo paterno, repleto de trofeos. Su abuelo Alfonso, que trabajaba como soldador en la fábrica de Cervecería Modelo, había jugado al básquet y era un entrenador de Chila de Las Flores, Puebla, con siete hijos (empezando por el padre de Aczino) que jugaban y lo hacían bien, competían y ganaban.
Sus primeras salidas recreativas, cuando todavía era apenas un bebé, fueron a los partidos de su papá y sus tíos. Pero además su mamá la rompía jugando al fútbol sobre cualquier superficie para el Cruz Azul. Ella y Mauricio se habían conocido haciendo deporte, y se propusieron mantener a su hijo en ese mundo “para evitar que anduviera en la calle”. Lo anotaron primero en la escuelita del Necaxa, y luego en Pumas, donde jugó un tiempo como delantero.
Leticia dice que su nieto Eidan, el primer hijo de Aczino que tiene 4 años (el segundo, Dorian, tiene 2), es muy parecido a como era Aczino de chico. “Con Eidan revivo muchas cosas que viví con Mau porque tiene la misma inteligencia, la misma suspicacia de que no te lo haces tonto. Es bien bien listo su hijo, así como él.”
Desde muy temprano, sus padres notaron que su hijo tenía algo especial. Era un niño reservado, pensaba antes de responder y tenía mucho mundo interior. Todo empezó un día que Leticia llegó a buscarlo al jardín de infantes y la maestra le pidió que esperara un momentito. Los demás, que estaban en la etapa de dibujar con círculos y palitos, ya se habían ido, pero seguía sentado en la salita dibujando elefantes y jirafas. “De hecho”, dice ella, “él entró al nivel primaria antes, porque a los 5 años ya sabía leer, escribir, sumar y restar, tomaba dictado”.
Hubo otra salida familiar frecuente de su infancia que, vista en retrospectiva, claramente repercutió en lo que hace ahora: las luchas de catch. “Octagón era el que más, más le gustaba”, recuerda Leticia sobre el luchador enmascarado que combatía a los malos montado a una choppera. Las salidas se planeaban para cuando iba a estar Octagón en Arena Neza, una arena de lucha cerca de su casa. “Cuando teníamos las posibilidades, pues lo llevábamos y buscábamos la manera de que se tomara la foto, de que lo saludara, y para él como niño era pues impresionante”, dice. “Fue algo que quedó muy marcado en su infancia, el hecho de ver a sus ídolos de cerca, tocarlos, ver que eran reales.”
Aparte de jugar al fútbol, se interesó por el taekwondo y después se volcó al skate, en lo que resultó muy bueno también y, curiosamente, llegó a competir en un campeonato de Red Bull. Fue por influencia de los videos de skate que empezó a escuchar rap y se interesó por el grafiti (llegó a pintar 3D), pero todo quedó atrás cuando en un mercadillo callejero de Colonia Reforma se enteró de que existía la Batalla de los Gallos.
El había llegado buscando un disco nuevo de SFDK, porque para esa época ya escuchaba mucho rap en español, y el que atendía le hizo escuchar un pirata que tenía las batallas de Zatu, el líder de SFDK, en la primera final española de BDLG, en 2005. “Sí, la Red Bull hizo un concurso y el Zatu ganó”, le dijo el vendedor. “¿Batallas de freestyle?¿Como las de Eminem?”, preguntó Aczino. Protagonizada por el rapero blanco americano, la película 8 Mile no le había llamado la atención, pero cuando escuchó a Zatu batallar y supo que había BDLG en México, fue como si todas las piezas encajaran. “Y ahí fue cuando dije: ‘Sí voy a ser rapero’”, recuerda. “Dije: ‘Yo quiero ir a esa competencia’.”
Sus padres se enteraron tres años después de que tenían un hijo rapero, por una tía que quiso sacarse la duda: “‘¿Oye, que tu hijo va a estar en tal lado?’”, le preguntó a Leticia. “‘Ah chihuahuas, pues no estábamos enterados’”, respondió ella.
Una década más tarde, el freestyle ha transformado completamente a toda la familia. Aunque sus padres están separados, todos se juntan para verlo por streaming cada vez que compite fuera del país (todos menos Nancy, su mujer, que es beatboxer; ella prefiere ver la repetición). “Ahora sabemos lo que es un punchline, un doble tempo”, bromea ella. También tienen que lidiar con el hecho de tener un integrante famoso. A Melisa, la más grande de las hermanas, que tiene 21 años, nunca le creen que Aczino es su hermano. Y María Luisa, de 14, tiene compañeros que se pelean por acompañarla a la casa. “La más chica tiene muchos privilegios en el colegio por ser la hermana de Aczino”, dice su madre. “De hecho, hace poco fue su cumpleaños y estaba aquí con sus compañeritos cuando llegó Mau y uno de ellos se largó a llorar. No lo creía.”
Bogota, Colombia, es el punto del mapa donde empieza la leyenda internacional de Aczino. La primera competencia individual en la que participó en México fue una regional de Batalla de los Gallos en 2008, donde sorpresivamente quedó entre los mejores ocho del DF. Todavía se hacía llamar Asesino; antes había sido Asesino Serial e iba camino a ser Aczino, al que llegó tomando letras de su nombre y su apellido e imitando la gramática azteca.
Después de estar en la Red Bull de 2008 en su país, Aczino ganó todas las batallas under –Bronx Warriors, Perros Callejeros en dos lugares distintos– y empezó a ganar en otras ciudades. Para esa época, se anotó en un reality show de freestyle de Televisa que era parte de una especie de magazine bizarro, El club del italiano, donde el premio era un auto 0 KM. El programa se filmaba en Monterrey y durante uno de esos viajes largos hizo un acuerdo con otro participante que iba con él desde DF, Jack Adrenalina: si alguno de los dos ganaba, vendería el auto y repartirían 50/50. Juntos tenían el doble de posibilidades.
Finalmente Jack ganó, vendieron el auto, repartieron el dinero y el resto es historia: Aczino se convirtió en el primero en ganar una Final Nacional de BDLG en un país que no era el suyo.
Para 2012 ya no lo frenaba ni el hecho de que ese año no hubiera final internacional en su país. Pero antes de mandar el video para clasificar a Colombia, hubo un instante en el que quedó frente a la decisión de su vida. “Tuve que decidir entre tener dinero para estar con el bebé o arriesgar e invertir en mi carrera”, dice. Finalmente, esto le dejó una enseñanza: “Siempre es bueno aprovechar el momento, no esperar a después”.
Es noviembre de 2015 y estamos en un hostel de Bogotá al que se entra por un kiosco. Comparte el cuarto con Sony, el campeón de BDLG 2014 en Argentina y subcampeón 2016, y Santa RM, un rapero (uno de los más relevantes del hip-hop de México hoy) que también es conocido como youtuber, así que buscamos un lugar en una sala de estar tapizada con un metro de machimbre. “Para mí, entrar a la batalla es como entrar a un duelo de magia”, dice Aczino sentado en uno de los sillones. Tiene una forma sencilla de explicar qué es una batalla de freestyle. “Yo creo que esto es muy simple de explicar con los videojuegos de pelea”, dice. “Porque hay combinaciones que son de 30 golpes.” Claro que, aclara, hay freestylers que ganan igual con menos. “Son trabalones: Pam, pam, pam, pam. Uno atrás de otro”, dice Aczino. “Igual te ganan, pero haciendo pura mierda.”
Es interesante ver cómo Aczino hace lo que hace. Adelanta un round que está preparando para una batalla de rimas escritas, otro formato en el que compite. “Yo ahora le digo a un güey...”, dice y rapea: “Parásito, para-ti-no/Va a haber un final má-gi-co/Más bien, trá-gi-co/Saqué métodos del Pentágono, en Washington/Lo combiné con pensamiento islÁMICO/Ahora mira mi com-portamiento en el com-bate, es aerodinÁMICO/Mi voz dispara...”
“Es como una multidimensión”, explica. “Para empezar, la técnica: ‘Párasito, para-ti-no...’ El elaborar palabras compuestas con las sílabas sin caer en lo absurdo.” Después, hay algo de la narración: para ésta se imaginó como un X-Men atrapado en el Pentágono, porque le gusta invocar escenarios de conflicto. “Me gusta darle un porqué”, dice. “Por qué va tomando esa forma, por qué va llegando a donde va llegando.” Y finalmente viene el punchline, en una versión premium que él llama “el combo diamante”:
“...Voy a dejar a tu talento invisible, a tu cuello muy elástico, a tu flow de piedra, a tu cuerpo en llamas: ¡Te hago los 4 Fantásticos!”
“A lo mejor todavía no se han dado cuenta de eso en mis batallas y por eso cuestionan mi rendimiento lirical”, dice. Entre “rappas”, entre los expertos de batallas, Aczino está convencido de que “ése es el rollo”. Simple. “Aunque no lo quieran aceptar, aunque no lo quieran ver: ése es el rollo”, insiste. “Mostrar lo que puedes hacer, lo que puedes crear. Rapero contra rapero deberían de hacer eso y no ponerse a hablar de la vida del otro.”
De él saben todo, desde que le hacía los apoyos a T-Killa en sus comienzos hasta que ahora vive en lo de su suegra, como le dijo el venezolano Akapellah (aunque, en realidad, ella no vive ahí). Como mecanismo de defensa, creó ese personaje público de engreído, presumido y crecido. “Ahora me están criticando mucho porque digo cosas locas, así que estoy enfocado en hacer cosas más locas todavía”, dice, refiriéndose a las cosas que publica en redes sociales para generar polémica, como lo de su supuesto pacto con el diablo. “Me hace ver interesante. Y lo que digan lo ocupo de publicidad”, dice. Lejos de parecer presionado, claramente se está divirtiendo. (Mientras escribo esto, veo que sube a las redes una nueva foto en la que está él mirando su tablet y sonriendo, con la campera de Sudamétrica atrás. Bajo la foto, ha escrito: “Cuando estoy viendo una batalla y dicen que me ganan”.)
Anoche batalló con Sony y perdió, a menos de dos semanas de competir en la Final Internacional de BDLG, pero a él no le importa. Ya está enfocado en Chile. “A mí me preguntan: ‘¿Cómo te ves en Chile?’ Y yo les digo: ‘Ganando. Por mucho’. Pero a la gente no le gusta eso”, dice. “A la gente le gusta que digas: ‘No, pues Dios quiera, ojalá que Diosito nos dé el poder porque nosotros no podemos. Y gracias a toda la gente que nos apoya’. Y yo en cambio llego y digo: ‘No, mis huevos, voy a enseñarles cómo se hace esta mierda’. ¿Sí me entiendes? ¿Y por qué? Porque es lo que pienso. Y ya, es lo que quiero hacer.”
La camioneta blanca se mueve por Santiago de Chile. Adentro, algunos de los campeones de diferentes países van a un show de Method Man en el Estadio Bicentenario, en La Florida. Sentado en uno de los últimos asientos, mientras los demás están en otras cosas, me dice: “Sí me ha afectado todo esto la verdad”. Faltan 24 horas para la Internacional y éste es el último día de lo que ha sido un año tremendo para él.
Después de tocar fondo perdiendo en Barcelona contra Invert, el local, sólo ha ido para arriba. “Colombia me dio el impulso, Barcelona la experiencia”, dice. “Pero son muchas cosas”, me dice en la van. “No sé si alguien llega con tanta presión a esta Internacional.”
A veces piensa en que algún día va a dejar las batallas, “más que nada por salud musical o para enfocarme en hacer discos”, dice. “Pero yo soy un competidor, ¿sí me entiendes? Yo no rapeo por necesidad, lo hago porque me gusta. Yo podría juecear o dar mi show y poner mi nombre en el cartel, y cobro igual. Pero a mí me encanta batallar.”
Y para él, un ex grafitero y skater que se hizo rapero por Batalla de los Gallos, ganar la Internacional de ese torneo simboliza todo. “Es el Mundial”, dice antes de bajar en el estadio. “Hay otras batallas, sí, a lo mejor no han ganado los mejores todos los años, eso sí. Pero yo le quiero dar esa importancia.”
Al otro día, en los camarines está MCKlopedia, un legendario freestyler venezolano que compitió en dos Internacionales de BDLG. MCKlopedia es el antecedente más directo de Aczino. En su tiempo, cuando sólo existía Batalla de los Gallos, se sabía que MCKlopedia era el mejor, pero nunca pudo ganar la Internacional. “El crecimiento de Aczino en el último año ha sido inimaginable, en todo sentido”, dice. “Batallas escritas, batallas improvisadas, su proyección internacional… Es un artista muy fuerte ahora dentro de este movimiento.”
Hace poco sacó La última batalla, un documental sobre su carrera cuyo lema es: “Que seas el mejor no significa que vayas a ganar”. MCKlopedia estaba en el jurado el año pasado, cuando Aczino perdió en Barcelona (votó a favor de Invert) y está de nuevo este año. “En Barcelona el resultado lo desfavoreció, pero creo que eso más bien fue positivo para él, porque le dio más tenacidad”, dice. El campeón sin corona venezolano repara en un rasgo que ha descubierto recientemente en Aczino. “Ha sido una persona que, en vez de rendirse, siempre ha tirado pa’lante”, remarca. “Y eso es lo que hace la diferencia entre los que triunfan y los que no.”
Antes de salir a batallar, mientras Aczino parece algo desconcentrado, Arkano, un niño prodigio del freestyle que ganó su primera Nacional en España con 15 años, está descalzo rapeando frente a la pared del camarín. Y acá es donde la pesadilla de Aczino vuelve a empezar.
Le toca batallar contra Arkano en la ronda de emparejamiento y le dan la batalla a Arkano, unánime. Vuelven a encontrarse en semifinales, donde se dan con todo y hay varias réplicas. Aczino, encendido, rapea: “Hoy voy a vengarme por la mierda que hicieron en Barcelona”.
Hay medio millón de usuarios conectados al streaming de Red Bull y Arkano le dice: “Mexicano, ¿qué te pasa güey?”, y tira una referencia a Luis Miguel: “Ya no sigues siendo el Rey”. Aczino, al que está a punto de reventársele una vena de la frente, le contesta: “¿Ya no sigo siendo el rey? Lo soy, tú pelea”, dice. “Mira a los que rapean, mira a los que juecean/Me siento en cualquier lado, soy el mejor donde sea.”
Casi un año después, Arkano todavía no puede creer que le haya ganado dos veces a Aczino el mismo día. “Me parece algo increíble. Irrepetible, incluso”, dice el alicantino. Y aunque fue el único que le ganó dos veces en un día, afirma que Aczino todavía es el mejor. “Aczino es el mejor freestyler de habla hispana por su ingenio, su fluidez y su capacidad para conectar conceptos. Pero además se esmera en cuidar la técnica, por eso me parece el mejor.”
Arkano, que alguna vez ganó BDLG vestido con un disfraz de tigre y suele causar ternura como un minion, es de los competidores más dañinos: el año pasado, en Chile, le dio un beso a Dtoke, una distracción fuera de reglamento que le costó la derrota al argentino. Este año defenderá su título en Perú e irá por la hazaña del bicampeonato. Todavía no sabe que el segundo y tercer puesto de Chile, el chileno Tom Crowley y Aczino, serán invitados a la Internacional. Acaba de anunciar que antes irá también por un récord Guinness: 24 horas rapeando.
“Yo no quiero un récord Guinness”, dice Aczino en octubre, la última vez que hablamos. “Quiero que en 50 años, cuando las batallas sean el deporte mejor pagado de Latinoamérica, la gente me recuerde por haber marcado algo en esto.” Cuando le pregunto si le preocupa enfrentarse de nuevo con el que le ganó dos veces en la última final, responde: “Arkano debería estar más preocupado que yo”. Entonces, ¿va a cambiar algo para no repetir el resultado de Barcelona y Chile o no? “Sí, este año iré más como un atleta robot entrenado sólo para ganar”, dice.
Además de las batallas y algunos mixtapes, Aczino tiene dos discos oficiales, Psicofonía (2013) y Veintitrés (2014), y está editando el tercero estos días. Lo tituló Inspiración divina, porque mientras lo componía pensó mucho en esa atmósfera que se apodera de su mente y su cuerpo –“como un trance, no sé”– cuando batalla o escribe.
Mustafá Yoda, que lo fichó para Sudamétrica cuando los gallos campeones de BDLG 2012 se reunieron en Madrid para grabar un disco, dice: “Pocos pueden cruzar el puente del freestyle a la escritura”. Mustafá, que editó clásicos del rap en Argentina, dice que “Aczino es el competidor con más experiencia en el circuito y el más influyente en el manejo del escenario”.
Ese día en mi casa, después de ver varias batallas vemos su show. Lo vemos cantar su track “Luna llena” en un video en Trujillo, Perú, con una campera de la selección de México, y después vemos otro video en el que abre con esta canción su show en una BDM en Acapulco.
Cuando está creando, Aczino toma cosas de todas partes. Para “Luna llena” tomó la estructura del juego infantil “Lobo, ¿estás?” y se puso en el lugar del lobo. En su versión dice: “‘¿Mau, estás ahí?’ ‘Yeah! Claro que sí”. Y empieza: “Los raperos de tu calle me quieren pegar/Y las novias de raperos me quieren violar/Las palabras me dicen que las saque a bailar/Y las palmas me piden que las ponga a volar”.
En la primera parte de este año, dio una entrevista avisando que no competiría en Batalla de los Gallos, y era difícil pensar en una Internacional sin Aczino, porque ¿cuánto vale un Mundial si el mejor jugador no está en la cancha? Todavía nadie, ni siquiera él, sabía que sería invitado a participar en Perú. Durante el almuerzo en un restaurante italiano del barrio, dice: “Quiero ser el mejor, el que arrase, el Michael Jordan, el Tony Hawk, y en todos los sentidos. Tanto en el nivel, que es lo que más me interesa, como en la publicidad, en la mercadotecnia”.
Muchos están convencidos de que el siguiente paso son las batallas en territorio norteamericano y el pay-per-view, como en el box o UFC. De hecho, batallas de Ultimate Rap League (URL) y King of the Dot (KOTD, el gigante canadiense de las escritas) son on demand. La diferencia es que, sorpresivamente, mientras los clásicos de KOTD tienen medio millón de views máximo, la batalla entre Dtoke y Arkano el año pasado en la Internacional de Chile tuvo más de 14 millones de reproducciones.
Ill Máscaras, un rapero mexicano que vive en California y oculta su identidad rapeando con máscaras de catch mexicano, está detrás de esto con Dios Barras, su propia liga de escritas. “Acá en Estados Unidos, Batalla de los Gallos no pisa”, dice Ill Máscaras. “Aquí las escritas son la nueva moda, so... les gustaría un chingo ver a Aczino batallar en escritas.”
El modelo de negocio es claro y viene calcado del modelo de UFC y las Fight Weeks, con expos y ferias para fans y, en un futuro, why not, figuras de acción de los freestylers. En mayo, durante un show de Psycho Realm y Chino XL en Tijuana, Ill Máscaras y Aczino se encontraron con Poison Pen, una figura del equipo de KOTD. “Poison Pen dijo que debería ser en Nueva York”, dice Aczino, que está tramitando su visa. “Tengo varias propuestas.”
Ahora que las batallas figuran como si fueran noticias deportivas en las tapas de los principales diarios de habla hispana, el freestyle en español parece estar frente a un futuro de infinitas posibilidades. “Hoy, con la variedad de público que hay para esto”, dice Dtoke, “encontramos una amplitud de gustos en la gente que nos hace entender que, en definitiva, estamos entreteniendo.”
Por la noche, cuando la batalla entre Aczino y Dtoke empieza, el host los presenta como si fueran luchadores, cada uno con su perfil marcado. Dtoke empieza: “Lo hago bien, el Dto lo acribilla/Siempre me critican por mis muletillas”, dice. “Lo hago bien en esto, sí que lo noqueo/¡No me las saco porque con ellas te golpeo!” Aczino agarra el micrófono y tira una rima para que la complete el público, una que saben todos y que ya no va a poder usar el día que gane la Internacional de Batalla de los Gallos: “No gané los Gallos pero me vale verga, porque...”
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