Supo alcanzar gran éxito como actriz, pero su fallecimiento hace 40 años quedó llenó de especulaciones y sospechas
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“Perdóname. Ya no puedo vivir con mis nervios”. Esa disculpa dedicada a su hijo Diego fueron las últimas palabras conocidas de Jean Seberg, primera musa del recién fallecido director Jean-Luc Godard y rostro eterno de la nouvelle vague francesa. Las dejó escritas en un papel —un mensaje escueto y poco claro, una suerte de epitafio para una vida no ajena a la tragedia — que la Policía encontró en el regazo de su cadáver.
Envuelta en una sábana, Seberg yacía sin vida en la parte trasera de su Renault blanco, aparcado a apenas tres cuadras de su casa en el distrito XVI de París. Tenía tan solo 40 años. Junto a la nota hallaron también una botella de agua y, a los pies del cuerpo, ya en descomposición, un frasco de barbitúricos.
Era el 8 de septiembre de 1979 y llevaba nueve días desaparecida. Pero ¿cómo pudo la que había sido el rostro de la vanguardia del cine francés de los años 60 terminar muerta y olvidada en su coche en un oscuro callejón de la capital francesa?
De Iowa al mundo
Seberg no estaba llamada a ser actriz y mucho menos de fama mundial. Nació en Marshalltown, una pequeña localidad del estado de Iowa, en el Medio Oeste de Estados Unidos, el 13 de noviembre de 1938. Hija de una maestra suplente y un farmacéutico de ascendencia sueca, creció en un estricto ambiente luterano.
Su destino dio un vuelco cuando el consagrado director Otto Preminger lanzó un altamente publicitado concurso nacional para encontrar a la desconocida que protagonizaría su nueva obra, y la eligió entre 18.000 aspirantes. Interpretar a Juana de Arco en Saint Joan (Santa Juana o La mujer de hierro, 1957) le abrió las puertas de Hollywood con apenas 17 años y recién terminada la secundaria.
Pero, la película no fue precisamente un éxito ni a nivel artístico ni comercial. A pesar de las malas críticas, Preminger volvió a apostar por ella para protagonizar Bonjour tristesse (Buenos días, tristeza, 1958), una adaptación de la icónica novela homónima de Françoise Sagan.
Su segunda oportunidad en el cine tampoco fue un éxito de taquilla. “Y después de aquellas dos cintas, no había puerta que se me abriera en Hollywood”, contaría la actriz años después. Así que a los 19 años Seberg decidió instalarse en Francia, casándose con François Moreuil, un abogado de 23 al que había conocido allí durante su último rodaje.
En París empezó a codearse con un grupo de cineastas y actores aún desconocidos y con escasos recursos, pero llamados a volverse la vanguardia de la industria. Junto a uno de ellos, Jean Paul Belmondo, protagonizó À bout de souffle, (Al final de la escapada, 1960), el primer largometraje de Jean-Luc Godard, una obra que inauguró una nueva era en el cine.
Su interpretación de la vendedora de diarios Patricia Franchini fue muy elogiada y su corte de pelo a lo garçon fue copiado por las mujeres en toda Europa. París fue, pues, su redención y un boleto de regreso a rodar en su país natal, donde, por otro lado, no volvería a establecerse jamás.“Algo en mí no está equipado para estar en Estados Unidos y jugar a esos juegos, para venderse mientras se beben martinis, y ser encantadora y brillante. No vale la pena pelear. Siempre te transforman en todo lo que no eres. Estados Unidos me parece hoy más lejano que Singapur”, le dijo a The New York Times en 1974.
Sin embargo, a lo largo de su carrera filmó varias películas en su país natal, compartiendo pantalla con nombres de la talla de Warren Beatty (Lilith, 1964), Clint Eastwood (Paint Your Wagon, 1969) y Burt Lancaster (Airport, 1970).
Una vida amorosa ajetreada
Hacia finales de la década de los 60, empezó a acaparar más titulares por su vida privada que por su carrera cinematográfica, que los críticos tildaban de errática. Separada de Moreuil al año de haberse casado, en 1962 se unió en segundas nupcias al novelista francés Romain Gary, 24 años mayor que ella y quien sería el único autor galo en ganar dos veces el prestigioso premio literario Goncourt.
Se habían conocido cuando este aún estaba casado con la autora Lesley Blanch, y mantuvieron su relación en secreto durante un año, tiempo en el cual nació su hijo, Alexandre Diego Gary. No sería su último marido. Divorciados en 1970, y tras una serie de sonados romances, en 1972 contrajo matrimonio con el director francés Dennis Derry. La pareja se separó en mayo de 1976, pero nunca se divorció, y Seberg siguió encadenando idilios.
Pero, hubo otro aspecto de la vida de la actriz estadounidense que también llamó la atención de la opinión pública (y de las autoridades): su activismo.
Los Panteras Negras
Ya en su juventud en Marshalltown simpatizaba con el incipiente movimiento de los derechos civiles en EE.UU. Eran los años de la presidencia de Dwight D. Eisenhower, y no era raro verla manifestándose en contra de la segregación racial. Pero fue en 1968 cuando esa faceta suya adquirió otra dimensión. Y ocurrió por casualidad, cuando en un vuelo coincidió con Hakim Jamal.
Casado con una prima de Malcolm X y asentado en Los Ángeles, Jamal se dedicaba a hacer de enlace entre los Panteras Negras (Black Panthers), una organización del “poder negro”, y la realeza de Hollywood. Conectaron tanto que, al aterrizar, la actriz transfirió a la cuenta del revolucionario US$5.000.
Al año ella organizó una recaudación de fondos para esa organización en su casa de Los Ángeles a la que asistieron, entre otros, los actores Paul Newman y su esposa, Joanne Woodward; Vanessa Redgrave, y Lee Marvin, y se volvió una de las personalidades más activas de la célula californiana del movimiento.
Su plena implicación con ellos no se extendió más allá de aquellos meses, aunque siguió mostrándoles simpatía en público y describiéndose a sí misma como una “izquierdista”. Pero, para entonces su activismo ya la había llamado la atención del Cointelpro, el programa de contrainsurgencia del FBI, creado por su fundador y director, el infame J. Edgar Hoover en 1965.
No respondía a ninguna autoridad más allá del director del FBI y trató de infiltrarse, vigilar, desacreditar y desbaratar organizaciones consideradas subversivas, como demostrarían los documentos hechos públicos por la propia agencia más adelante y las investigaciones del comité del Senado encargado de fiscalizar la actividad de los cuerpos de inteligencia del Estado.
En su punto de mira estuvieron integrantes del movimiento feminista, del Partido Comunista de EE.UU., opositores a la guerra de Vietnam, activistas por los derechos civiles, ecologistas, y nombres tan conocidos como el de los actores Jane Fonda y Marlon Brando. En el caso de Jean Seberg, sus actividades de vigilancia y desprestigio tendrían, según denunció su exmarido Romain Gary, unas consecuencias terribles.
El rumor
En primavera de 1970 el FBI filtró a Los Ángeles Times un rumor sobre la vida personal de la actriz, basándose en una conversación grabada con los micrófonos que le instalaron en su casa de la ciudad californiana. Seberg estaba embarazada, pero no de su entonces marido Romain Gary, sino de un integrante de los Panteras Negras, Raymond “Masai” Hewitt. Esa fue la conclusión que los agentes de Hoover sacaron y comunicaron al diario.
La filtración cayó en manos de la columnista de sociedad Joyce Haber, quien el 19 de mayo y sin verificarlo, escribió que una conocida actriz —cuyo nombre no dio, pero sí detalles suficientes para identificarla— iba a ser madre de un hijo negro fruto de una relación extraconyugal con un extremista.
Fue “un ejemplo de mal periodismo, irresponsable y malicioso, una espina clavada y motivo de vergüenza aún ahora para los que trabajamos en el Times”, escribió en 2020 en una columna de opinión el entonces editor ejecutivo del periódico, Normal Pearlstine.
Días después de la publicación, el semanario Newsweek hizo lo propio, esta vez sin dejar de nombrar a la supuesta protagonista, y varios medios franceses replicaron la historia. Seberg, en su séptimo mes de embarazo, estaba en Suiza cuando la historia empezó a acaparar titulares. “Al día siguiente me empezaron las contracciones”, provocadas, según ella, por el estrés que le causó la publicación de esa información falsa.
Tuvo que ser sometida a una cesárea de emergencia y dio a luz a una niña, Nina Hart Gary, quien murió a los tres días. “Fue cuando empecé a resquebrajarme sin darme cuenta”, confesaría años después. Decidió enterrar a su bebé en su natal Marshalltown y velarla con el féretro abierto. “Todo el mundo que sentía curiosidad por cuál era su color de piel (de la bebé) pudo acercarse a comprobarlo. Y fueron muchos los que vinieron a echar un vistazo”, expresó. Aquello la sumió en una espiral autodestructiva que incluyó el ingreso en un centro de salud mental y acabó, según su exmarido Romain Gary, con su muerte.
Preguntas sin responder
Los que conocieron a Jean Seberg aseguran que este episodio contribuyó de forma fatal al deterioro de su salud mental. De hecho, a los dos días de que se encontrara el cadáver sin vida de la actriz, Romain Gary ofreció una virulenta rueda de prensa en la que acusó al FBI de ser el responsable indirecto de su muerte, al haberla “espiado, intimidado, hostigado y calumniado” durante una década.
Eso había minado por completo su autoestima, sumergiéndola en un mar de “aguda paranoia y brotes psicóticos” que ella trató de navegar con la ayuda de sustancias, dijo. En un giro inesperado, el FBI reconoció haberla sometido a escuchas telefónicas y a una campaña de desprestigio, desclasificando algunos documentos que corroboraban lo que había sucedido.
“Los días en los que el FBI usaba información denigrante para combatir a los defensores de causas impopulares quedaron atrás. Estamos fuera de ese negocio para siempre”, dijo en un comunicado el director de la agencia, William H. Webster, unos días después de la muerte de la actriz. El malestar invadió a la opinión pública. “Yo siempre he tenido una bandera americana en el patio de mi casa, pero no creo que vuelva a izarla nunca”, dijo Edward Seberg, padre de la intérprete, tras la muerte de su hija.
Dudas que persisten
La sórdida manera en la que Jean Seberg murió con tan solo 40 años contribuyó a alimentar las teorías de que no se trató tan solo de un suicidio, como concluyeron las autoridades francesas. El 8 de septiembre de 1979, nueve días después de que desapareciera, su cuerpo en descomposición fue hallado envuelto en una sábana en el asiento trasero de su automóvil, estacionado cerca de su apartamento en el distrito XVI de París.
La Policía encontró una botella de barbitúricos, una botella de agua mineral vacía y una nota escrita en francés por Seberg dirigida a su hijo. La autopsia le detectó un nivel letal de sedantes y alcohol en sangre y se estableció como probable causa de la muerte el suicidio.
Un año más tarde, la Policía francesa determinó que el cuerpo de la actriz tenía un nivel tan alto de alcohol en sangre que no habría podido haber ingresado al vehículo por su cuenta, e informaron de que no habían encontrado restos de bebidas alcohólicas. Ante ello, se estabeció que alguien debió haber estado presente cuando ella murió y que no buscó ayuda médica. ¿Pero quién? Muchas preguntas sigue generando también la relación que Seberg tenía con el que entonces era su pareja, Ahmed Hasni, un playboy de dudosa reputación.
El argelino de 29 años le contó a la Policía que Seberg había tratado de quitarse la vida en las semanas previas al hallazgo de su cadáver, arrojándose a las vías del metro en la estación Montparnasse. Hasni aseguró que el 30 de agosto de 1979, tras salir del cine deprimida, Seberg abandonó el apartamento que compartían en plena noche y cubierta con solo una sábana. Nueve días depués la encontraron sin vida.
Un trágico final para la mujer que Jean-Luc Godard inmortalizó para siempre en À bout de souffle. Otro maestro del cine francés, François Truffaut, la definió como ninguno: ”Fue la primera estrella moderna del cine”.
*Por Leire Ventas
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