A los 84 años y por un ACV, murió el “Zurdo” Roizner, el baterista que tocó con casi todos
El músico, que trabajó con grandes artistas desde Les Luthiers a Daniel Viglietti y de Mercedes Sosa al Circo de Moscú, falleció este domingo
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El baterista Enrique “Zurdo” Roizner, músico de extensa y notable trayectoria que tocó con artistas de la talla de Vinicius de Moraes, Frank Sinatra, Astor Piazzolla y Leandro “Gato” Barbieri, y que desde hace 20 años integraba la banda The Nada de Kevin Johansen, murió a los 84 años a causa de un accidente cerebro vascular (ACV).
El ACV de carácter irreversible que atacó a Roizner el jueves último, según informaron allegados a la familia a la agencia Télam, puso fin a una vida musical tan intensa como reconocida en la que puso su personal y certero toque al servicio de muy diferentes propuestas: desde Les Luthiers a Daniel Viglietti y de Mercedes Sosa al Circo de Moscú.
Enrique “Zurdo” Roizner fue parte de una generación y de un tipo de músicos que ya es historia. Eso que solíamos llamar “músicos profesionales”, capaces de leer música, de salir al toro frente a las diferentes circunstancias, con recursos para adaptarse a estilos y géneros, con talento para moverse con dignidad en las aguas más variadas. Fue eso que en otra época conocíamos como sesionista, así, con “s”, por las sesiones en las que se grababan para diferentes artistas a veces en la misma jornada. Esos músicos que participaban de proyectos diversos pero que, en simultáneo, podían cumplir como obreros de las notas para grabar o tocar en vivo en la televisión o los teatros, como parte de orquestas o grupos más o menos numerosos, se tratara de folklore o de pop, de canción “moderna” o de jazz, de tango o de bolero, de salsa o de bossa nova.
Había nacido en Buenos Aires, que fue su casa, el 14 de diciembre de 1939. Y aunque todos lo conocimos como uno de los máximos exponentes de la batería –y parcialmente, de la percusión toda- arrancó siendo muy pequeño pero con el violín. Sin embargo, conocer los discos de Buddy Rich y Gene Krupa terminaron decidiéndolo por ese instrumento que es en verdad un complejo conjunto de platos, parches, palillos, escobillas y pedales que, absurdamente, los norteamericanos llaman “drums”, haciendo referencia solamente a los tambores.
Sería imposible pretender una lista, siquiera tentativa, de la gente con la que tocó el Zurdo a lo largo de su vida. Mucho más difícil aún intentar un catálogo con los discos en los que participó con mayor o menor presencia. Fue percusionista de Dino Saluzzi. Participó de dos discos antológicos grabados en Argentina con Vinicius de Moraes y Toquinho, uno con María Creuza y otro con María Bethânia. Se integró al grupo que estrenó “Bronca Buenos Aires” de Jorge López Ruiz a principio de los 70 y participó de su reedición muchísimos años después. Tocó en un emblemático álbum, Canciones chuecas, del uruguayo Daniel Viglietti, también por aquella lejana década del 70.
En tiempos en que los florecientes álbumes de larga duración, los LP (mucho después conocidos como “vinilos”), el Zurdo grabó para proyectos tan diferentes como el dúo pop/rockero Pastoral, Nana Caymmi, Marcelo San Juan, Les Luthiers, Juan Carlos Cirigliano, Ernesto Acher, Mario “Mojarra” Fernández, el Cuarteto Zupay, Claudia Puyó, Cantoral, Saúl Cosentino, Beatriz Suárez Paz, Leopoldo Federico y el grupo Anacrusa de José Luis Castiñeira de Dios.
En 1983, Astor Piazzolla lo convocó a participar de su Conjunto 9 en el Teatro Colón. Y cuando Acher abandonó Les Luthiers y armó La Banda Elástica, aquel proyecto jazzero-humorístico con Jorge Navarro, también ahí Roizner fue de la partida. Pasó por el ciclo Jazzología del Centro Cultural San Martín y no quedó escenario importante de nuestro país que no conociera. Participó de la orquesta que acompañó a Frank Sinatra en su visita a Buenos Aires pero también fue baterista con el Circo de Moscú. Y en esa mezcolanza que fue su vida musical, fue también percusionista de la Filarmónica de Liverpool. Siempre le tiró más la música popular, aunque mejor deberíamos decir “las músicas populares”, porque se metió con todas y en todas supo salir airoso. Producto, quizá, de esa constancia por el trabajo –aseguran que estudiaba regularmente cuatro horas al día- que lo mantenía en forma y siempre muy informado.
Fue miembro durante muchos años de la Orquesta del Tango de la Ciudad de Buenos Aires, un elenco por el que pasaron también enormes figuras de nuestra música, como las batutas de Carlos García, Raúl Garello, Juan Carlos Cuacci y Néstor Marconi. Y los nombres que circularon por su vida deberían incluir, sin dudas, a Carlos “Pocho” Lapouble”, Hugo Pierre, los hermanos Leandro “Gato” y Rubén Barbieri, Ricardo Lew, Chico Novarro, Domingo Cura, Baby y Héctor López Furst, en una lista sin dudas muy incompleta.
En el año 2002, quizá para sorpresa de algunos, el cantautor Kevin Johansen lo convocó a participar de su grupo The Nada. Desde entonces, no faltó ni en sus conciertos ni en sus discos y fue el asesor y su maestro-compinche; el viejo sabio en una agrupación de cincuentones.
En el año 2016, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires lo declaró, con todo merecimiento, Personalidad destacada de la cultura, pero hay que sumarle los varios discos de oro, los diplomas al mérito de la Fundación Konex, las nominaciones a los Latin Grammy por sus sendos homenajes discográficos a Aníbal Troilo y a Cátulo Castillo y un premio Gardel.
Hombre de otro mundo y de otro tiempo. Exponente arquetípico de la bohemia del siglo XX. Su figura inconfundible, con la pipa curva y humeante en su boca era parte de su figura y su sonrisa permanente. Tradicionalista en su modo de vivir, no se quiso acomodar a algunas modernidades como los teléfonos móviles y cualquiera que quisiera conversar con él tenía que llamar, sencillamente y sin aviso previo, a su antiguo teléfono fijo.
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