El futuro es incierto. El presente asumió formas inéditas e imprevistas y el pasado parece una radiografía de otro mundo, en el que un beso y un abrazo eran demostraciones de afecto y no potenciales bombas víricas. En el contexto de la pandemia de coronavirus, evaluar los comportamientos sociales y sus consecuencias a largo plazo resulta en más incógnitas que certezas. Sin embargo, el consumo de entretenimiento en casa en términos televisivos –en sentido amplio del término– aparece como una categoría válida para el análisis. Cuánto y qué contenidos eligen ver los argentinos a través del streaming desde que comenzó la cuarentena revela aspectos de la idiosincrasia nacional y funciona como termómetro del estado emocional puertas adentro.
En cuanto a la cantidad de tiempo que por estos días pasa el público frente a las pantallas, tanto la evaluación de la TV abierta como de las plataformas de streaming, señalan un marcado crecimiento. Según Ibope, en la franja etaria de 20 a 34 años, el consumo televisivo se incrementó el 28 por ciento, de un promedio de 4 horas y 22 minutos diarias en marzo a 5 horas y 35 minutos el 10 de este mes. En la franja de 35 a 49 años, el crecimiento es aún mayor, de 36 por ciento, redondeando algo más de 6 horas en abril. Y las cifras de consumo de la plataforma Flow confirman que no se trata solo de las mismas audiencias de siempre repartiendo su consumo de manera diferente, sino que las personas que no consumían TV ahora sí lo hacen. Según los datos del servicio de streaming de Cablevisión, la cantidad de horas promedio de consumo en la plataforma desde que empezó la cuarentena creció un 19 por ciento.
Y entonces, si el público local pasa tantas horas frente a la pantalla, la pregunta es qué elige ver y por qué. De los datos recopilados por Netflix, Flow, Movistar Play, Qubit.tv y DirecTV Go se desprenden algunas tendencias, varias hipótesis y un viejo conocido como protagonista excluyente: el melodrama.
El género, familiar para el espectador argentino desde los inicios de la pantalla chica, es un eje que ordena buena parte del consumo de contenidos en estos días. De manera más manifiesta, u oculto en delicados detalles bajo la superficie de una narración contemporánea, está presente en casi todas las series y las películas elegidas por los argentinos para amenizar la cuarentena.
Y tiene sentido. Ante un momento inédito, se profundizó la búsqueda de formas conocidas de contar una historia, una con la que el espectador argentino se siente cómodo. Porque, aunque esté disfrazado de siglo XXI es el de siempre (¿el del siglo XIX?). El amor, el desencuentro, la familia como factor de sufrimiento y también como remanso al final del viaje: todos estos elementos están presentes en el camino del héroe, desde que la literatura encontró en la TV a su mejor socio. Hoy, tantas décadas después, lo sigue siendo. Frente a los cambios de costumbres a los que obliga la pandemia, ante tantas dudas sobre la sociedad que viene y nuestro lugar en ella, los espectadores parecen buscar historias que los devuelvan al origen, que los reconforten aunque sea haciéndolos llorar a mares.
Por estos días, la TV funciona, más que nunca, como una ventana al mundo. Claro que muchas veces por esa ventana lo que se elige ver es el universo particular, la propia esquina, ese rincón que luce y suena como lo que sucede dentro de casa pero mejor, más emocionante, más entretenido y, sí, bello. Ahí están entonces entre las más elegidas de los suscriptores de plataformas como Flow, Separadas, la tira de Polka que quedó en pausa en eltrece cuando se dictó el aislamiento social, y que muchos estarán aprovechando para ver desde el comienzo, así como la exitosa serie de Underground y TNT, Un gallo para esculapio, casi un muestrario de lo que era el mundo antes de la pandemia y ya no será después, ni siquiera en los márgenes en los que transcurre la historia protagonizada por Peter Lanzani y Luis Brandoni.
Por otro lado, en el ranking semanal de Netflix –muy dinámico por definición, renovado cada semana–, aparece Focus, la película protagonizada por Will Smith y Margot Robbie filmada en Buenos Aires, que se sumó recientemente a la oferta de la plataforma. Esos datos alcanzan para que los espectadores le den play. Después de todo, ¿qué puede ser más reconfortante que recorrer lugares conocidos embellecidos en pantalla por la mirada de Hollywood? Y sin salir de casa.
Algunos aprovechan el aplauso de las 21 para descargar emociones. Además de hacer palmas, lloran por el contexto mundial y el personal, por el aislamiento y por el miedo a lo que pueda pasar. Otros transcurren la incertidumbre mirando historias de ficción que les den permiso y una excusa tangible para lagrimear En el podio de las preferencias de los argentinos aparecen This is Us (entre las cinco más vistas de Flow y DirecTV Go), el emblema de la ficción como excusa para la catarsis. Lacrimógeno y tradicional, aunque esconda su relato clásico en una estructura más acorde a las series modernas, el drama es –como se lee en la crítica del diario New York Times– "como ser golpeado con una almohada empapada en lágrimas. En el transcurso de una hora presenta nacimientos, muertes, reencuentros, crisis profesionales, dudas existenciales, reafirmaciones del ser, charlas sinceras y reconciliaciones. Te hace tener ganas de llorar y no juega limpio. No dejará un botón de tu control emocional sin destruir", escribió el crítico James Poniewozik cuando se estrenó la serie. Esa evaluación sigue siendo precisa cinco temporadas después.
En ese mismo territorio existe la primera temporada de After Life, la comedia dramática de Ricky Gervais que hace de los estragos del duelo el punto de partida para su estilo de humor sarcástico y engañosamente nihilista. Un viudo doliente y su perro que no entiende de almas gemelas, muerte y dolor parecen la fórmula ideal para llorar fuerte. Y seguramente lo serán de nuevo en la segunda temporada, que se estrenó hoy en Netflix. Es cierto es que esa serie no es apta para todo público: quienes quieren hacer de la congoja una cuestión familiar optaron por ver Coco, la película de Pixar que lleva empapando pañuelos desde 2017. En este caso, la fascinación del público local en cuarentena reside en la justa combinación de curiosidad y extrañeza que supone para algunos la tradición mexicana del Día de los Muertos y la identificación con la idea de la familia como eje, el reencuentro, el perdón y la redención como motores emocionales en la cultura latina. Además, la película cumple doble función: los chicos se entretienen y los adultos lloran a destajo sin que nadie se preocupe demasiado.
Casi un año después del final definitivo de Game of Thrones parecía que la prohibición implícita para discutir detalles de la serie de HBO ya se había relajado. Después de todo, pasado un año, ¿quién podía alegar spoiler sobre una de las ficciones más vistas y populares de la TV de los últimos tiempos? Sin embargo, entre todas las cosas que modificó la cuarentena, también figura la fecha de prescripción del delito de realizar un spoiler, es decir, revelar un momento fundamental de la trama a un espectador que lo desconoce. Es que para muchos, el aislamiento social resultó la mejor excusa para finalmente darle la despedida a esa serie que siempre quisieron ver y nunca tuvieron tiempo de descubrir. Eso explica el lugar de la serie basada en las novelas de George R. R. Martin entre las preferidas del público de streaming, y la renovada moratoria de comentarios sobre lo que ocurre en ella.
En ese afán de clausurar ciclos, la predilección por Homeland tiene más actualidad. Desde que en febrero se estrenaron en Fox Premium Series los seis últimos episodios de la serie protagonizada por Claire Danes, la intensa ficción volvió a ser parte de la conversación de los fanáticos a los que, a partir de la cuarentena, se les sumaron muchos rezagados que sin saber qué pasará en casi todos los ámbitos de la vida social, necesitan algunas certezas, algún cierre y conclusión que esté al alcance de sus emociones. Y qué mejor que ir a lo seguro: ficciones que ya tienen una fecha final establecida.
Hay varias razones que explican el éxito de la serie de Netflix Poco ortodoxa. Una de ellas tiene que ver con las dificultades para concentrarse que muchos sufren por estos días. La ilusión de que estar en casa permitirá ver más series, películas y leer libros postergados por falta de tiempo es, en general, eso: una ilusión. Algún catedrático analizará en el futuro cómo la cuarentena influyó en la dispersión, pero por ahora las series nos permiten sacar algunas conclusiones. Entre todas las aristas del fenómeno Poco ortodoxa, una poco mencionada es su duración. Apenas cuatro capítulos resuelven el arco dramático de la historia de Esty (Shira Haas), lo que la hacen accesible a aquellos con dificultades para comprometer su atención en ficciones más extensas. También su relato, basado en un caso real, en el que la protagonista vence a la adversidad y consigue la libertad que tanto anhela parece encajar con este momento histórico.
Los relatos de triunfos personales, de gestas heroicas y de celebración del espíritu humano son más populares que nunca, se trate de la vida de una joven en una comunidad judía ultraortodoxa, la historia de un diplomático con la vocación de lograr un mundo más pacífico y justo como se ve en Sergio–la película basada en la vida del brasileño Sergio Vieira de Mello que está entre los diez contenidos más vistos de Netflix– o la serie documental El último baile que encabeza ese ranking. En coproducción con ESPN y con un material de archivo y entrevistas extraordinario, el programa cuenta los logros deportivas de Michael Jordan y los Chicago Bulls y da cuenta, cuando más se lo necesita, de las ilimitadas posibilidades de superación y triunfo que tiene la humanidad.
Si el fenómeno de las series españolas ya había sido ratificado y explicado en varias oportunidades desde la llegada de La casa de papel a Netflix, en época de cuarentenas y aislamiento, el interés por las ficciones de España no hizo más que intensificarse. Como si mirarse en ellas fuera lo más parecido a un espejo que podemos encontrar, sin que ese reflejo sea idéntico a la realidad que vemos desde la ventana. O en los noticieros. Lo mismo puede decirse con series italianas, que van ganando espacio en las plataformas de streaming. Así sucede con El juicio que con las herramientas de la narración made in Hollywood aporta su granito de arena para entretener a los descendientes de inmigrantes de este lado del mundo. Unas versiones parecidas aunque con mejor producción de nosotros mismos, como las que muestran Merli, Sapere Aude, la continuación de la serie catalana; El embarcadero, el nuevo proyecto del creador de La casa de papel (ambas disponibles en Movistar Play) o Legado en los huesos, la película española disponible en Netflix basada en una trilogía literaria exitosa, en la que participa Leonardo Sbaraglia.
Están, por supuesto, los que prefieren pensar en cualquier cosa menos en el coronavirus, la pandemia y sus consecuencias. Y también existen esos espectadores que no pueden pensar en otra cosa y eso dicta lo que ven. Ahora que todos somos émulos del personaje de Jimmy Stewart en La ventana indiscreta, tiene sentido que la película de Alfred Hitchcock sea la más vista de la plataforma de cine Qubit.tv. Que en esa lista también figure Contagio–el film de Steven Soderbergh que describe una pandemia con consecuencias atroces para la humanidad– se puede explicar por el masoquismo de algunos espectadores, o por su deseo de poner en la ficción, en la metáfora –como insisten los personajes de la multipremiada Parasite, en el top 10 de Flow– lo que es realidad cotidiana. Otros buscan allí la certeza que el mundo podrá sobrevivir y seguirá adelante. Si lo hicieron en los tiempos que se ambienta la serie La peste (Movistar Play), ahora también se podrá. Y si no, siempre se puede contar con The Walking Dead para obtener buenas lecciones sobre lo que hay que saber para convivir con el peligro constante.
Acá el melodrama aparece en estado puro. O en la versión menos diluida que la pantalla puede ofrecer. Se trata de la telenovela, el culebrón, esas historias que aunque vistan nuevos trajes siempre miran el mundo a través de los anteojos del folletín. Ya sea atravesado por el humor como en el caso de La casa de las flores–cuya tercera y última temporada se estrenó ayer en Netflix – el policial sobre el mundo del narcotráfico que desarrolla El dragón: el regreso de un guerrero (quinta entre la preferencia de los argentinos esta semana) y la primera serie que la plataforma estrenó en sociedad con Televisa, el histórico gigante de las telenovelas.
Ese que se alimentó del cine de los años 40 y 50 que también inspira a Pedro Almodóvar y resulta referencia clara en Mujeres al borde de un ataque de nervios, una de las películas más vistas por los suscriptores de Qubit.tv por estos días, que tanto necesitan del humor, la humanidad y la irreverencia de aquel film, que demostró la capacidad del director español para hacer del melodrama clásico algo nuevo, propio, almodovariano.
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