Kate Winslet está sola, sentada en un bullicioso local de Starbucks en el centro de Manhattan. Lleva una chaqueta de cuero color café con leche y el pelo color caoba despreocupadamente lacio. Más allá, en la ciudad, la película Titanic convoca multitudes que superan todos los récords.
Winslet hace el papel de Rose DeWitt Bukater, una futura matrona de la clase alta de Filadelfia, que deja plantado a su novio adinerado cuando llega a su vida Jack Dawson (Leonardo DiCaprio), un artista luchador que encuentra el amor verdadero en un barco que se hunde. En los Estados Unidos, las adolescentes empapelan las paredes de sus dormitorios con la fotografía de Kate, y se preguntan si parecerse a esta actriz británica de 22 años les daría más chances con DiCaprio.
Me alejo de la barra y contemplo una escena extraña. A menudo, Kate Winslet es excesiva. Sin embargo, está tranquila. La miro desde lejos. Levanta la mano y golpea el cristal de la ventana con los nudillos. En pocas semanas más, tal vez en pocos días más, nada de esto le será posible: no podrá estar sentada en un lugar público, en paz y despreocupada, junto a otros plácidos clientes. Para mejor, o para peor, es un momento mágico. Emprendo el regreso a la mesa muy lentamente.
Kate Winslet pasó malos momentos en el set de Titanic, sometida a las vehementes exigencias del director, James Cameron. Una vez terminada la filmación, en abril de 1997, concedió una entrevista a Los Angeles Times, sumamente difundida, y que ahora ella considera malinterpretada. Tal vez porque Winslet es tan querible y persuasiva, tan buena actriz, en suma, ahora yo también creo que fue malinterpretada. En aquella entrevista dijo: "Sólo trabajaría de nuevo con Jim Cameron si hubiera mucho dinero de por medio". Describió escenas angustiosas en las que casi se ahogó y habló de muchos, demasiados gritos.
Cameron responde con el tono generoso, totalmente relajado, de quien ya sabe que su película está a punto de quebrar el récord de 400 millones de dólares de recaudación: no tiene rencores y explica que Winslet "estaba aliviando la presión" que implicaba su responsabilidad en una producción que costó 200 millones de dólares.
Hace cinco años, después de rodar su primera película, Winslet fue a trabajar a una rotisería de Londres. Está tan orgullosa de su actuación allí, enfundada en un delantal, frente al mostrador y a la máquina registradora, como de su trabajo en el set. Esa primera película fue la neozelandesa Criaturas celestiales. En la pantalla, Kate combinaba los rasgos severos y estilizados de una reina salida de un naipe –cejas arqueadas, boca plena, mejillas escuetas– con una energía inquietante. Desde entonces, ha tenido una buena racha. En 1995, compartió el estrellato con Emma Thompson en Sensatez y sentimientos, adaptación de la novela de Jane Austen, y por ese papel mereció una nominación para el Oscar a la mejor actriz de reparto. En 1996, fue la actriz protagónica de Jude, adaptación de una novela de Thomas Hardy. Después fue Ofelia en la versión de cuatro horas de Hamlet que filmó Kenneth Branagh. Winslet ha tenido la carrera que actores más banales proclaman como su ideal cuando dicen que quieren ser actores serios.
Kate es una mujer apasionada. He aquí la crónica de cómo consiguió el papel protagónico de Titanic: "Cerré el guión, lloré un mar de lágrimas y me dije: «Bueno. Tengo que conseguirlo.»" Se comunicó con su agente y éste hizo, a su vez, un par de llamadas. Winslet sólo le dijo: "Limitate a conseguirme el número de Jim Cameron." Cuando lo tuvo, lo llamó: "Estaba en la autopista y me dijo que iba a no sé dónde. Tengo la impresión de que se arrimó a alguna parte para estacionar y entonces yo le dije: «Ese papel es para mí, y si no me lo das, estás totalmente loco»."
Durante el Festival de Cannes, cuando DiCaprio empezó a hablar sin hacer precisiones sobre la posibilidad de representar el papel de Jack, Kate Winslet averiguó dónde paraba, se escapó de una fiesta de la prensa y lo abordó en el hotel. "Me iba diciendo: voy a convencerlo de que actúe porque yo no quiero estar en la película sin él, eso es todo. Voy a conseguirlo. Eso pensaba. Porque DiCaprio es brillante. Rotundamente, es un genio."
Quizás el mundo sea demasiado pequeño para Kate Winslet. Todo lo que ella dice viene matizado con efectos especiales, palabras como brillante, rotundamente, estupendo, que intercala cada tanto y hacen que el mundo parezca realmente brillante, rotundo y estupendo, un lugar algo mejor para vivir.
Se impacienta con la gente que no puede seguirla. "Una vez, hablaba con mi hermanita, y ella me dijo: «Descubrí que me salieron arrugas alrededor de los ojos. Estoy tan deprimida.» Yo le contesté: «Sos una idiota. ¡Es emocionante!»" A Winslet la emocionan el clima ("deslumbrante") y los sórdidos accidentes de automóvil en la ciudad: "¡Mirá! Uno con el auto preparado. ¡Crash! Vomitivo." Ante ella, uno se siente culpable de no tener más ánimo. Se tiene la impresión de que si uno la auscultara, como hacen los médicos, escucharía latir su corazón a 120 pulsaciones por minuto.
El rodaje de Titanic se llevó a cabo en una franja industrial de la península de California, apenas al sur de la frontera entre los Estados Unidos y México. La comida que circuló en una de las primeras reuniones de los actores estuvo generosamente rociada con PCP (fenciclidina), en lo que constituyó una especie de venganza "ácida" contra James Cameron. Se construyó todo un estudio en la playa de Rosarito, donde también se armó el barco en una escala 90:100. Cuando andaban por la mitad del rodaje, y todo el personal –actores y empleados– dormía sólo cuatro horas por día, Cameron levantaba apuestas sobre quién iba a desmoronarse primero. Durante los tres últimos meses de rodaje nocturno, Kate Winslet terminaba de trabajar a las siete de la mañana y sólo entonces se iba a la cama mientras oía a los pescadores que partían en los botes langosteros. En el set, se obligó a enfocar la vista siempre en el agua "porque si mirabas en la dirección contraria, lo que veías era la desagradable ruta de Rosarito, los camiones, yendo y viniendo, y un cerro desnudo, horrible."
DiCaprio fue quien más alentó a Kate durante la filmación. "¿Pusiste que se dieron mutuo apoyo?", me pregunta Cameron. "En un rodaje largo, cuando vas entrando, digamos, en el quinto mes, te sentís como en un lugar sitiado." Pasaban horas juntos, tratando de mantener la energía. Si nos atenemos a la descripción de Kate Winslet, el ambiente se parecía al de una cena familiar de siete meses de duración, mientras DiCaprio y ella trataban de divertirse y darse ánimos en el sótano. "En algún sentido éramos los chiquilines que hacían tonterías en el set. Trabajar con Leonardo DiCaprio... El es estupendo y yo tenía miedo de dejarme arrastrar por eso, miedo de parecerle acartonada y shakespeareana, demasiado inglesa. Pero la segunda vez que nos vimos, fue un clic rotundo." Congeniaron como chicos de colegio. "Nos hacíamos de todo", recuerda Kate. "El me hacía cosquillas, me tocaba, me provocaba todo el tiempo. Y yo se la devolvía, por ejemplo, le pellizcaba la cola."
Con sus 22 años, DiCaprio parece sorprendido de que Winslet me haya contado todo esto. Adopta un tono circunspecto: "Fue mi mejor amiga durante siete meses. Descargábamos las tensiones del rodaje juntos, nos desahogábamos juntos, estábamos atentos el uno al otro. Ella era la persona ideal para trabajar, porque parecía un muchacho más. Todo habría resultado más duro sin ella. Fuimos muy compañeros."
"Leo se dedicaba a asquearla", comenta Billy Zane, quien hace el papel del rico y poco atractivo novio de Rose. Cameron recuerda que DiCaprio debió usar un saco largo durante buena parte de la filmación. "Por ejemplo, se tiraba un pedo con el saco puesto y después pasaba el saco por la cara de ella. Si cualquier otro hubiera hecho algo así, habría recibido una bofetada, y ella se habría retirado ofendida sin querer ni verlo por una semana, por lo menos. Con Leo, en cambio, Kate se mataba de risa."
inslet recuerda que, cuando la prensa sensacionalista intentó insinuar que la amistad era algo más, ella y DiCaprio leían los chismes y se reían. "La mera idea de algo así era demente: habría sido como un incesto. Tuve con Leo el tipo de relación que todas las mujeres envidiarían", dice ahora, malinterpretando precisamente el tipo de relación que "todas las mujeres" querrían tener con el angélico protagonista de Romeo y Julieta. Kate cuenta que DiCaprio le preguntaba si él le parecía buen mozo. "Me decía: «¿De veras te parece?» Y yo le contestaba: «Rotundamente. Hijo de puta, sos deslumbrante. ¿Cómo lo lográs con sólo dos horas de sueño?»"
Entre las distintas tomas, según Kate, se acurrucaban bajo una manta en el trailer de DiCaprio y hablaban de sexo. "Cosas muy, pero muy, personales. Y nos pedíamos consejos mutuos. No se trataba necesariamente de comparar experiencias, sino de cosas como «No lo hagas así. Es mejor de esta otra manera.» Es excelente en eso. Debo confesar que un montón de sugerencias suyas realmente funcionaron. Y estoy segura de que a él le pasó lo mismo." Le digo a Kate que quizás esos consejos también resulten útiles para nuestros lectores. Se sonríe y niega con la cabeza: "No. Me puedo poner realmente muy gráfica. Se va a convertir en un artículo porno."
Winslet sólo se lamenta de una cosa en su relación con DiCaprio. Fue durante la escena en que Rose y Jack hacen el amor en el interior de un auto deportivo Renault, en la bodega del barco. Las ventanillas están empañadas y los actores se estremecen. "En esa escena, no éramos nosotros. Y, sin embargo, estábamos nosotros metidos en la historia. La Rose que había en mí de algún modo estaba haciendo el amor realmente con el Jack que había en él. Y aunque yo no tuviera esos sentimientos por Leo, era muy hermoso sentir eso en la escena. Muy agradable. Entonces la cámara dejó de filmar, él se incorporó y la escena había terminado. Me acuerdo que pensé: «Que lástima que haya terminado.» Porque realmente fue muy hermoso."
Winslet recuerda que ella y DiCaprio a veces se tendían en el set, de cara a las estrellas, fumando cigarrillos armados. Otras veces ella lo observaba jugar Tomb Raider o Nintendo, o se cantaban el hit de Bette Midler: "Wind Beneath My Wings", una especie de parodia de la escena de Titanic en la que Jack lleva a Rose a la proa del barco y le pide que cierre los ojos y abra los brazos.
Cuando Winslet sufrió un ataque de vértigo en la popa de la cubierta inclinada del barco (había pasado una semana amarrada a un arnés que la mantenía suspendida a 30 metros de altura), fue DiCaprio quien logró apaciguarla. "Le dije que no había peligro. Y ella me creyó." Muy tarde, una noche, ambos estaban tendidos sobre cubierta durante un descanso. Un asistente se les acercó para que pidieran lo que querían de comer. "Leo estaba tan cansado", reme-mora Kate. "Tenía la cabeza apoyada en mi falda y pidió un sándwich. El asistente preguntó entonces de qué lo quería. Y Leo contestó: «Por favor, Kate, podrías decírselo vos.» Y ahí nomás se quedó como dormido. Y sucedió que yo supe exactamente lo que él quería. Cierto tipo de queso, sin tomate y sin pickles. Lo sabía. Y pensé: «Mi Dios, es realmente extraño que pueda conocer a una persona tan bien.» Fue algo fuera de serie."
Winslet se ha pasado la vida actuando. Cara a cara, es una persona acogedora y afligida, como si siempre estuviera en un backstage. "Estoy fumando como una chimenea", dice algunos días después cuando me abre la puerta del cuarto de hotel, "así que podés fumar, nomás". Y concluye una conversación por teléfono: "¡Arriba ese ánimo! Chau." Después, se disculpa por estar usando "ropa para la prensa": una espesa polera negra y pantalones negros. "Resulta algo molesto", dice e insiste en mostrarme el placard donde guarda unas gastadas botas para andar en su Harley Davidson. "Esta soy yo", afirma. "Esta soy yo en realidad."
Kate Winslet atraviesa la sala de la suite y se acurruca en el sofá. La puerta del balcón está abierta porque ella es una mujer que disfruta del aire. La baranda se recorta contra un brumoso Central Park como la cubierta de un transatlántico inexplicablemente varado en el centro de Manhattan. Mira con desconfianza el mobiliario, que parece caro y no se hace notar, como los chicos de buena cuna. No le gustan los hoteles. "Mi familia nunca fue a lugares exóticos ni se alojó en hoteles. Cuando salíamos de vacaciones, sacábamos pasajes baratos y acampábamos en algún lugar o parábamos en casa de amigos. Por eso los hoteles a veces me parecen un poco solitarios."
La vida de Kate estuvo marcada por el teatro. Como esas familias con plomeros o policías a lo largo de generaciones, los Winslet siempre estuvieron memorizando textos o presentándose en distintos escenarios. "No es que supiera que quería ser actriz, sino que sabía que terminaría siéndolo." En el fondo de su casa de Reading, Inglaterra, los abuelos de Kate tenían una sala de 60 butacas donde se presentaban comedias musicales y obras de teatro.
A los quince años, Winslet formó parte del elenco de una serie de ciencia-ficción y se enganchó con su primer novio, Stephen Tredre, un actor que le llevaba doce años. Por entonces Kate media un metro sesenta y tres y pesaba 90 kilos.
Ser una actriz veterana a los veintidós años implica también ser una veterana de las entrevistas, y ella domina plenamente el arte de lograr que hasta los momentos dolorosos de la vida se transformen en una especie de improvisación solista. Habla del apodo que le daban de chica, Rollitos, y del acuñado más tarde por Cameron (Kate Weighs-a-lot [Kate Pesa Demasiado]), haciendo un juego de palabras con su apellido, que suena casi igual en inglés. "Era regordeta de chica. A los dieciséis años, era decididamente gorda. En casa, todos tenemos buen diente. Mi tío es chef. Mamá es una cocinera excepcional. Era inevitable. Adelgacé cuando fui a una organización de ayuda a los gordos. Y ese es el final de la historia."
Kate reconoce que no es fácil ser el primer miembro de la familia al que le va bien. Cuando levanta la cabeza y ve los carteles de Titanic con su nombre y su imagen, siente que es una especie de revancha ante el mundo para toda la familia Winslet. Aunque el mismo cartel la hace sentir culpable de ser la única Winslet que figura ahí. "En casa, la que iba a ser actriz era Anna. Y de pronto apareció la hermanita menor corriendo y le sacó ventaja." Carcomida por la culpa, consiguió un papel para su padre en Sensatez y sentimientos, en una escena que fue eliminada de la versión final. También habló con Cameron para que le confiara un personaje a su padre en Titanic, "pero nunca aparecía algo realmente adecuado para él". Kate suspira. "Espero poder comprarle este año una casa a mi familia. Ese día voy a ser realmente feliz. Habré cumplido."
Hace un calor insólito para el invierno de Nueva York. La gente mira a cada rato el cielo como si temiera un golpe a traición. Kate Winslet dice que le gustaría salir a caminar. En el ascensor, comenta: "Apuesto a que salimos y todavía nadie me reconoce. Pero puedo soportarlo." En realidad, reconocer a Kate exigiría la presencia de un fan perseverante y lleno de imaginación. Tiene la cara algo más ancha de lo que parece en la película. "No niego que tengo una cara redonda", dice ella. "A veces me paro frente al espejo y pienso: «¿Por qué no tendré las mejillas más hundidas?» ¡Pavadas! Hay otras cosas más en la vida que preocuparse por los pómulos."
orprende verla vestida con ropa de calle porque por lo general ha filmado películas de época. Por el mismo motivo, resulta insólito verla esquivar los ómnibus en medio del tránsito o cruzar las canchas de softball del parque: uno no la asocia con estos ambientes. Es una sensación rara, como entrar en un local de videojuegos del brazo de Abraham Lincoln.
Le pregunto cómo se preparó para filmar Titanic. Espero que me diga que fue una especie de servicio militar. Sin embargo, cuenta que lo más difícil fue dominar el acento norteamericano. Tomó clases con un especialista, una especie de entrenador personal que le explicó cómo achatar, estirar y colocar la lengua. También se sumergió en la lectura de libros de historia sobre el período eduardiano, sobre la condición social de las mujeres en esa época, sobre transatlánticos. Advierto ahora que, al aire libre, los ojos de Kate son de un azul sobrecogedor. Cuando empieza a hablar del viaje emocional que pensaba hacer en la película, dejo de escucharla. Quizá los actores siempre andan juntos porque les encanta este tipo de conversación. ¿Qué otra persona podría tolerar a gente que siempre habla en serio sobre cuestiones como la crudeza, la sinceridad, el instinto y la vulnerabilidad? Kate Winslet me cuenta: "Llegó un momento en que me dije: «Al carajo. No necesito saber nada de todo eso.»"
Aprovecho la primera oportunidad para pasar a temas provocativos, como los rumores de que en pleno rodaje se intimidaba hasta las lágrimas delante de Cameron. Kate contesta después de meditar y con cautela, como si la estuviera interrogando una comisión investigadora del Senado. "No, no es cierto. Quiero decir, Jim por momentos gritaba, pero nunca me trató mal. Era el productor, guionista y director, y tenía a los ejecutivos del estudio detrás de él todo el tiempo. Por supuesto, tuve momentos de desesperación y pensé: «Dios mío, todo es tan difícil y me siento tan cansada.» Y es verdad que el agua estaba fría. Pero debo admitir que al final no quise que la calentaran. Le dije a Jim: «Por favor, no hagas calentar el agua. Si la calientan, no podremos saber cómo se siente en realidad.» Soy algo masoquista. Nunca me parece que hago las cosas bien si no sufro un poco."
Con respecto a filmar sumergida en un tanque de agua, Kate habla sólo por ella misma: "Reconozco que algunas veces hice pis en el agua. No podía detener el rodaje para ir al baño. Además, la operación podía llevar media hora con todas esas polleras y corsés. Así que hice pis. Bueno, pasa lo mismo en una pileta de natación."
Kate enciende mi cigarrillo y el suyo y se dedica a entretenerme con otros detalles por el estilo. "A veces literalmente nadábamos por los corredores. No me gustaba nada, porque se me enredaban las piernas en el vestido de chiffon que llevaba puesto y me hundía. Llegó un momento en que el propio Jim dijo: «A la mierda. No quiero que se me ahogue la actriz. ¡Traigan tijeras!» Y me cortaron el vestido a esta altura. Se me veía la bombacha."
Algunos días Kate pensaba: "Por Dios. Estoy menstruando y tengo que meterme en el agua helada. Piénsenlo: siete meses, siete menstruaciones. Me acuerdo que una vez dije en voz alta: «Escuchen. Si de pronto la escena parece tomada de la película Tiburón, es culpa mía.»" Semanas después, una situación parecida involucró al personal masculino. "Fue en la escena del corredor inundado, cuando me sumerjo en el agua con un hacha en la mano. El agua estaba tan fría que mi reacción fue totalmente espontánea. Era la única mujer en esa escena, entre todos los hombres de la tripulación, en medio del agua helada. ¿Qué les pasaba a ellos con sus genitales? Me di vuelta y les dije: «Chiquitos los pajaritos, ¿no?»"
El rodaje terminó a principios de abril. Una semana después, Rosarito era un pueblo fantasma. "Estaba haciendo las valijas para volverme a Inglaterra y una parte de mí no podía creer que todo se había terminado tan de golpe. Ya nunca más pronunciaría las palabras de Rose. Entonces sentí: «Se fue. La perdí.»"
Winslet compró un departamento en Londres, hace cuatro años. Durante todo este tiempo el lugar ha estado lleno de gente joven de los sets –asistentes de dirección, maquilladores– que compartían con ella la comida y los cambios de vestuario. "No me gusta mucho estar sola. Me gusta que haya gente alrededor, conversando y riéndose."
Kate Winslet tuvo varios novios. Salió durante tres meses con Rufus Sewell (o, según ella lo dice, con voz preparada para la prensa, "con el actor Rufus Sewell"). "Fue una aventura, hasta que los dos nos dijimos: «Esto es sólo una buena amistad, ¿no?»" Pero su relación más seria fue con Stephen Tredre. "Después de mi familia, él fue la persona más importante en mi vida. Estuvimos juntos cuatro años y medio. Le hablaba todos los días." Hace algunos años, a él le descubrieron un cáncer óseo. "Esa pena le hizo abrir los ojos", me comenta Billy Zane. "Te permite ver algo de su dolor. Es generoso de su parte."
Le estoy hablando de Tredre ahora, en Starbucks, cuando observo que se le estrangula la voz y se le humedecen los ojos. "Perdió su batalla contra el cáncer", dice. "Murió el 8 de diciembre. Ahora tengo un nudo en la garganta." Toma una servilleta de papel reciclado y se seca los ojos. "Lo lamento. Por Dios, lo lamento mucho. Fue una sorpresa tan grande. Pero no te preocupes. No te sientas mal por hacerme preguntas. Stephen era una persona excepcional."
Kate viajó desde Marruecos para cantar en los funerales de Tredre, pero no quiere revelar el título de la canción. "¿No te importa si no te lo digo? Era una canción que él siempre quería que cantara. Me sentí como debe haberse sentido Elton John en el funeral de Lady Di. Fue tan fuerte. Yo tenía conciencia de que si decía unas palabras antes, iba a empezar a llorar y no iba a poder cantar. Así que me puse a cantar directamente y apenas terminé, me largué a llorar."
"¿Te acordás de lo que hablábamos el otro día, de que la gente no me reconocía?", me pregunta cuatro días más tarde. "Cambió. Ahora sí. Todo cambió." Ha pasado apenas un fin de semana; Kate apareció nuevamente en la televisión y Titanic produjo otros 30 millones de dólares: estar sentado frente a ella es como estar sentado frente a un manojo de acciones en ascenso. Esta vez elegimos un cafecito italiano de Greenwich Village, más que nada porque los dueños nos dejan fumar. "Todo cambió", repite. "Había montones de cazadores de autógrafos a la salida del hotel, y también fotógrafos. Es muy halagador."
ate fue a ver Titanic el viernes por la noche. Compró una entrada y se sentó en la última fila, detrás de un público real por primera vez desde la filmación. "Lloré a mares. A mares. Me hizo sentir que valió la pena." Ahora comprende la magnitud de lo que ha hecho. "Si es que tengo que precisar lo que siento, te diría que casi me asusta."
Hay en ella, hoy, algo de erotismo no deliberado: la manera de cruzar las piernas, o el gesto con que tira del ruedo de la minifalda, o tal vez el bretel de un corpiño blanco que asoma cada vez que se rasca el hombro por debajo del suéter.
Nos levantamos de la mesa. Cerca, un grupo de chicas del secundario ha estado escuchando la conversación. Cuando oyen hablar de Titanic y de Leonardo, el silencio crece. Una de las chicas, que lleva aparatos en los dientes y un buzo con cierre relámpago, se pone de pie:
–Perdone.
–Sí –contesta Kate.
–Usted estuvo en Titanic?
–Sí.
–¿Usted es Kate Winslet? – la excitación ha ido en aumento.
–Sí.
La chica traga saliva y sonríe.
–Está maravillosa en la película.
–Muchas gracias.
–¡Dios! Parece tan distinta personalmente – la chica se ríe.
–Hum. Sí. Ya lo sé.
La entrevista termina con la celebridad devuelta a su elemento, como un pez de nuevo en el agua. Pocas cuadras más allá, un automóvil la espera. Ella camina con la respiración entrecortada de los fumadores. Ahora, mira la calle de otra manera. De un modo que me recuerda a otras personas famosas. Está aprendiendo a medir y modular lo que dice. Se está perdiendo a sí misma. Está ingresando en un mundo de irrealidad. Está desarrollando la habilidad propia de las estrellas para protegerse y endurecerse. Tiene ya un pie adentro, pero el otro todavía afuera. Se me ocurre que quizá sea ésta la última entrevista que concede antes de transformarse en una estrella.
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