A 20 años de Cablín: secretos y anécdotas del canal que marcó a una generación de argentinos
En diálogo con LA NACIÓN, los protagonistas recuerdan cómo empezó, cuáles fueron los mejores momentos y el final de la señal infantil emblemática de los 90
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Si hay una imagen que puede resumir los años 90 en cuanto a formatos infantiles es el sketch “Consejos útiles”, con Claudio Morgado y Esteban Prol, vestidos de camisa manga corta. Entre risas, explicaban cómo usar un dentífrico liviano que desafiaba las reglas de la gravedad y que se iba para arriba, hasta mancharte la cara cuando intentabas cepillarte los dientes. Esta imagen era parte de los segmentos que aparecían entre dibujito y dibujo en Cablín, el primer canal de televisión para niños de Argentina y de Latinoamérica.
Cablín nació en 1988 y su éxito transcurrió durante la mitad de la década posterior, cuando ingresaron Morgado, Prol, María Eugenia Molinari, Sol Mantilla y Pablo Marcovsky, todos de la mano de Ricardo Cavanna, su productor clave. La señal cerró definitivamente hace 20 años, a finales de septiembre de 2001, luego de un intento por mantenerla viva que se dio a partir de 1998, con la mayoría de su programación conformada por “enlatados”. Hoy, en conversación con LA NACION, los protagonistas del fenómeno que se convirtió en un objeto de adoración para los millennials recuerdan su mejor época y su inevitable final.
De El agujerito sin fin a “un MTV para pibes”
Surgió como la señal infantil de la empresa de cable VCC. Estaba operado por Gala Producciones y tenía una estética naíf, con un logo que incluía el nombre en letra cursiva y un arcoiris acompañado por nubes. María Muñoz, Alejandra Gavilanes, Laura Leibiker y los títeres Sonio y Marimonia, con voz de Roly Serrano, eran las figuras principales. Luego, en 1994, el canal se renovó de la mano de Cavanna, profesor de Educación Física que venía de crear y producir El agujerito sin fin, el programa de juegos de Canal 13 conducido por Julián Weich. Colores más estridentes y un logo menos aniñado formaron parte de la nueva búsqueda estética de una etapa que pasaría a la posteridad.
“Llegué a Cablín por Ricardo Cavanna que era el productor de El agujerito, que fue el primer programa de televisión que hice, quedé elegida en un casting. La verdad que nada en mí tenía que ver con la televisión en ese momento, estaba terminando quinto año. Después, Ricardo me convocó para esta banda maravillosa que fue el canal”, cuenta Molinari, una de las conductoras más populares.
Morgado narra con detalle cómo pasó del ciclo de televisión abierta al cable: “Yo empecé en El agujerito con un trabajo de músico. Me convocaron para musicalizar los juegos en vivo que iba a hacer Julián Weich, por un mes, diciembre del 91. Ahí me encontré con Ricky, que era profesor de Educación Física, pero además conocía mucho de pedagogía, era una especie de genio. Nada que ver con el mundo de la tele, era un tipo supercreativo y muy buena persona. Entonces íbamos a El agujerito como si fuese un club de amigos, yo tocaba los teclados. Ni me acuerdo cuando empecé a estar del otro lado de la tele. No tengo registro de esa situación porque todo el tiempo íbamos aportando artística”.
Prol, Marcovsky y Nancy Dupláa también se hicieron conocidos gracias a El agujerito, que terminó en diciembre de 1993. “Cablín empezó en agosto del año siguiente. Nos llama Ricky, nos habían ofrecido hacer los separadores. Él tenía una idea, recién empezaba la MTV y tenía pensado armar lo que eran los separadores entre las series. Los dibujos animados duraban más o menos 20 minutos, entonces tenías 10 minutos hasta ‘y media’. Y lo mismo la otra media hora. O sea que tenías que armar 10 minutos de artística cada media hora, eran 20 minutos por hora, un montón, imaginate durante todo el día”, describe Morgado.
En ese sentido, Cavanna recuerda que fue muy sincero con el director artístico del canal, Mario Pinto: “Le digo: ‘Hay que hacer un MTV para pibes’. En ese momento había explotado la MTV. Tener unas caras que se identificaran durante las 24 horas en los intersticiales de la programación, entre las series, los enlatados. Y cambiar el logo, jugar mucho con el logo como una cosa de identidad, que a través de algo muy simple se siguiera leyendo Cablín. Eso era un poco la MTV”. Y agrega: “Nosotros después lo hicimos muy artesanal. No había muchos recursos, no había mucho presupuesto, y de pruebas que fui haciendo en El agujerito y que quedaron pendientes, de cosas que yo hacía con la cámara de mi adolescencia, salió la otra identidad que era jugar con la imagen, el play invertido, colgar a dos tipos cabeza abajo y después jugar, que es lo que hacían los cuatro, Molinari, Prol, Morgado y Sol Mantilla”.
Molinari dice sobre aquellos primeros momentos del equipo: “Creo que no tomábamos dimensión al principio de lo que después fue Cablín. Al comienzo íbamos a grabar en un canal que no lo conocía mucha gente y hacíamos pequeñas participaciones. Después fue tomando mucha forma, creo que cada uno le puso su impronta, su corazón y su creatividad. Y se armó una banda super copada”.
El juego a la hora de crear era fundamental en Cablín. “Si bien era un trabajo y en ese sentido nosotros, los laburantes de los medios o del arte, tenemos que dar mucha pelea, también lo vivíamos con mucho compromiso, mucha diversión, mucha entrega a los juegos. El juego es algo muy serio. Si ves a un chico jugar, no alcanza con prestar el cuerpo, si vos te sentás a jugar con una niña o con un niño, sabés que te va a pedir entrega, dedicación, prestar atención. No podés estar jugando con un chico mirando una pantalla de un celular, no hay forma”, explica Marcovsky.
Al hablar de Cablín, Prol larga un suspiro antes de resumir lo que significó para él y sus colegas. “Un equipo chico con corazón grande, con una inconsciencia total y mucho amor por el juego. Sabíamos que era para chicos y realmente disfrutábamos como equipo jugar, a toda la química que se había dado en El agujerito sin fin se sumaba a una nueva modalidad, una nueva propuesta, con esa genialidad que tiene Ricky. Él es un tipo muy generoso que siempre nos dio la posibilidad de jugar desde su propuesta, desde su diseño. Nos dio cancha para correr. Y la verdad, cuando te sentís libre lo único que podés hacer es transmitir una alegría inmensa. No sabíamos si alguien nos iba a ver, nunca fuimos por un resultado, fuimos más por el cómo”.
Los consejos útiles
Este famoso segmento se grababa durante horas con Morgado y Prol colgados de unos arneses y dados vuelta, junto con la cámara invertida, lo cual daba un plano que parecía desafiar las leyes de la gravedad. Los conductores daban consejos sobre la vida cotidiana con instrucciones que, a veces, eran un tanto absurdas. “Empezamos a trabajar sobre cuestiones que veíamos del cine mudo, como poner la cámara de otra forma. Algo que desafíe tu percepción de alguna manera. Ahí empezaron los consejos útiles”, relata Morgado.
Cablín compartía el estudio de Cuba y Blanco Encalada con otros canales de VCC, por lo que tenían que maximizar el tiempo de grabación, y muchas veces Prol y Morgado terminaban mareados. Podían llegar a filmar alrededor de ocho consejos útiles en cada jornada. “Lo grabábamos a la mañana y después mi tarde tenía la velocidad de un caracol herido de muerte porque nos colgábamos y era muy loco. Fue mutando la estructura que se había armado de unos caños donde enganchábamos nuestros pies, un camarógrafo sacaba su cinturón y nos agarraba los pies para no estar sosteniéndonos nosotros. Después nos dolía debajo de la rodilla, entonces nos tenían que poner un almohadón y todo eso fue perfeccionando”, detalla Prol a LA NACION.
Morgado cuenta que improvisaban para este segmento con una persona que luego también se haría muy famosa en el espectáculo. “Lo hacíamos con Mariano Peluffo, que empezó como productor en Cablín. Venía Mariano y nos decía: ‘Bueno chicos vamos a hacer panqueques livianos. Acá tenemos harina, acá tenemos la sartén, acá tenemos los huevos, listo’. Entonces nos subíamos y grabábamos. Empezábamos con Esteban: ‘Hola chicos…’. Agarrábamos los ingredientes e íbamos preparando panqueques. No había argumento y el tema era que Esteban quería hacer que yo me tiente y yo quería que Esteban se tiente. Era increíble como nos divertíamos, venía gente al piso a ver las grabaciones”.
Al principio, Cavanna no le había tenido paciencia al sketch. “Fue lo que más pegó, que en realidad no es un invento mío. Ya lo habían hecho en películas. Lo había hecho en 360 Todo para ver, pero no se lo explotó. Tuve ese registro: ‘Che, eso está bueno para explotarlo más’. Aun así, estuve a punto de levantarlo y alguien me dice: ‘No, pará, que está teniendo mucha repercusión’. Al principio esa ansiedad nuestra de decir: ‘Bueno, por ahí no tiene repercusión’, pero había que darle tiempo. Al final fue el caballito de batalla”. En ese segmento recibían visitas de diferentes celebridades que querían ser parte del fenómeno, como Mario Pergolini o los conductores de El rayo: los adultos también disfrutaban del absurdo.
Un viaje al corazón de la adolescencia
En 1995, en pleno auge, el canal sacó un disco homónimo y en el que participaron Adrián Otero, Pipo Cipolatti, Claudia Puyó y Silvina Garré, entre otros artistas.
Además de “Consejos útiles”, existían otros segmentos en la programación. “Batman y Robin”, “Tarascón y Mordisco”, “Los cuentos clásicos”, “Los montacarguistas”, y hasta tuvo lugar “Magazine For Fai”, el famoso semillero de actores cómicos con Mex Urtizberea a la cabeza.
Una de las grabaciones en exteriores más memorables fue el viaje de egresados al que fueron los cuatro conductores, Mantilla, Morgado, Prol y Molinari. “Hicimos realmente todo un viaje de egresados con un micro, no me acuerdo de qué escuela eran, salimos de Buenos Aires y fuimos grabando todo el viaje. Al principio la historia era que yo viajaba con Sol y, en el medio del viaje, en la parte de atrás, aparecían porque se habían colado Morgado y Esteban. Ellos también querían ir de viaje de egresados. Más que anécdota fue una experiencia muy interesante, porque el viaje fue de Buenos Aires hasta allá, todo con los chicos que iban realmente de viaje de egresados, así que volvimos a vivir esa experiencia que en alguna oportunidad al menos yo había experimentado del viaje a Bariloche. Fueron unas semanas grabando escenas en el lago y la verdad es que la pasamos genial”, narra Molinari.
De ese viaje hay varias imágenes hilarantes en YouTube: Prol tirado entre los pibes disfrazado de perro San Bernardo para la clásica foto de egresados, Morgado y Prol vestidos con oxfords amarillos para ir a bailar, un diálogo existencial con el monstruo Nahuelito a la orilla del lago, entre otras. “Era una locura. Con Esteban una vez fuimos a la costa y me acuerdo no podíamos caminar por la playa, éramos como los Rolling Stones. Imaginate lo que era en Bariloche con los pibes que querían estar todo el tiempo sacándose fotos. Era increíble”, recuerda Morgado.
Por otro lado, Prol describe con detalles lo que fue esa experiencia: “No me olvido más. Sabés lo que fue el rock and roll que nos comimos de los pibes, de la alegría y la euforia adolescente, sin poder dormir nosotros, claro. Ellos no querían dormir. Fuimos a los boliches, todo fue agotador. Estábamos en un hotel más tranquilo, pero la vestuarista y la productora, pobrecitas, estaban en un hotel en el que durante toda la noche pasaba un malón diabólico, te lo juro por mi alma. Eran como 50 pibes por todos los pisos corriendo y decían: ‘Torbellino, torbellino’ y golpeaban todas las puertas y nadie podía dormir. Más allá de que hicimos cosas maravillosas, no solo por lo grabado, nos divertimos muchísimo”.
Camino al final
Hacia 1997, el canal reestructuró su programación y pasó a llamarse La C. Se crearon “zonas” para diferentes rangos etarios y gustos. Allí entró el músico y conductor Pablo Marcovsky: “Ricky me llama para hacer un programa, en principio de música, que se llamó ‘El ojo rojo’ o ‘Zona M’. Fue el año en que se armaron las zonas, y a mí me ofrecieron a hacer la zona de música, cosa que hice con mucho cariño; la verdad es que me encantó lo que se pudo armar”, dice en diálogo con LA NACION, y agrega emocionado: “Me acuerdo de la apertura que hicimos, super cinematográfica con mil vinilos colgados del techo y yo pasaba entre los vinilos. Estamos hablando de algo que ocurrió no en el siglo pasado, sino en el milenio pasado. Después me fui sumando a los colgados (“Consejos útiles”), a la Familia Tiburone, a los gags, que es lo más recordado”.
También estaba la “Zona Verde”, dedicada a los más chicos, “Interzona”, segmento en el que Prol y Sebastián De Caro hablaban de cómics, “En off”, donde Molinari presentaba el backstage con bromas y errores de las filmaciones y “VHS”, un ciclo de entrevistas que conducía Mantilla.
Mientras tanto, la competencia crecía: Cartoon Network, Magic Kids y Big Channel se disputaban el público y se volvía cada vez más complicado sostener el canal. En 1998, VCC fue vendido y las señales se repartieron entre Multicanal y Cablevisión, los nuevos dueños. En ese momento se suspendieron la mayoría de las producciones propias y las figuras que habían sido parte de su gestación abandonaron el proyecto. Luego de algunas idas y vueltas, Cablín tuvo su punto final en octubre de 2001.
¿Alguien quiere pensar en los niños?
Las formas de crear contenidos para niños cambiaron radicalmente con el auge de internet, las redes sociales y las plataformas de streaming. La televisión quedó en un segundo o tercer plano. “Me parece que lo que prevalece al final de la época es que no importan las tecnologías, importan las ideas, importa si podés llevar adelante esa idea con las herramientas que tengas. Hay alguien que lo pensó mucho antes que nosotros. Cambian las tecnologías pero el sujeto sigue más o menos por el mismo lugar, con sus mismas emociones atravesadas por la época. Nos gusta que nos hagan reír, que nos emocionen, que nos asusten, digo como público, y las personas que hacen contenidos pueden hacerlo de un modo más o menos independiente. Pasa en el teatro, hay uno más comercial y hay un teatro más independiente. Creo que con Cablín pasaba eso. Si bien estaba dentro de un canal comercial, tenía una búsqueda del orden de lo independiente”, explica Marcovsky, que luego de Cablín pasó a Pulgas en el 7 junto con Morgado y Molinari; actualmente, se dedica al periodismo.
Morgado, retirado de los medios y de la política, piensa que hacer un Cablín ahora sería complicado: “Hoy la tele está en un camino de subsistencia, con cuestiones de efecto muy fuertes. Tenés millones de plataformas que hacen que sea inviable una propuesta televisiva que apunte directo a la venta. Eso es lo que hacía de Cablín una rara avis. Los programas infantiles se organizaban en base a: ‘Tengo este sponsor, hagamos este concurso, vendemos el teatro, el disquito de canciones y hagámoslo rápido, con todas cosas muy pegadizas, las coreo’. Algo muy liviano”.
Y suma: “Nosotros veíamos que había que darle un sentido comunicacional muy fuerte, generar sentido, o sea, contenidos prosociales, digamos. Hicimos toda una semana en marzo del 96, a 20 años del golpe de Estado, sobre lo que había sido la dictadura; tratábamos de darle un sentido que por lo general no era lo habitual en los programas infantiles. Pensar en contenidos prosociales para chicos hoy lo veo imposible: no garpa. Hoy habría que apelar a otras plataformas, contenidos más breves”.
Por su parte, Cavanna, que ahora se desempeña como director de contenidos en proyectos para Disney y desarrollador de formatos, analiza la TV para los más chicos con un enfoque positivo. “Ahora el gran desafío es llevarlos a las plataformas, pero los pibes hoy viven en YouTube, más que nada en YouTube y ven algunas cosas particulares, pero lo consumen de una manera especial. Ellos pueden saltear episodios, pueden adelantar el show. La gran discusión que estamos teniendo hoy es: ¿es un fracaso que no vean un episodio? Es una nueva manera de consumir. Hoy lo que importa no es el rating, hoy son los suscriptores como en su momento era tener abonados al cable. Es una nueva manera de pensar la tele, no es un fracaso, es una manera de consumir las pantallas. El presupuesto es el mismo”, asegura.
Molinari, que dejó las cámaras y se dedica a la astrología, también habla la televisión en la actualidad y la compara con los 90: “Hacer tele en esa etapa de la vida creo que era muy simple, era acompañar, jugar, entretener, divertir, había mucha menos información. La tele funcionaba como un medio bastante único para los niños, no había hoy todo lo que está al alcance, los chicos muy chicos no ven televisión o ven series: o ven programas puntuales o están con la compu, pero la tele para una generación de niños hoy no es un lugar donde se queden o elijan. Pensaba en esto: uno esperaba un horario para ver un programa, hoy los chicos no esperan un horario, ponen lo que quieren y lo ven cuando quieren”.
Para cerrar, Prol, que sigue en el medio, no es taxativo sobre el futuro de la TV infantil: “Si vos me decís producción nacional, ese espacio como el de Cablín no está, lo que está es muy formal, el juego se perdió. Uno piensa que como es algo para niños, entonces tiene que mostrar una enseñanza y que sea prolijito y feliz. Sí que creo que hay un montón de espacios o señales que proponen por momentos cosas muy creativas. Me parece que cuando uno es niño está donde se divierte. Por momentos lo veo, por momentos no está. Y depende mucho de lo que se quiera vender, porque todo depende de una venta y no sé si el juego libre vende. ¿Qué pasa con un influencer o youtuber? Muestra su universo de juego. El gamer también. Está mostrando cómo se divierte con algo. Creo que lo más necesario para un producto es que se pueda ver que uno es genuino y se está divirtiendo. Entonces, cuando uno ve que se está disfrutando y no que te está vendiendo algo, te contagia. Cuando alguien se está divirtiendo, la cuestión no es el objeto, sino qué hace con el objeto”.
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